Por su brillante trayectoria dentro de la plástica y por su calidad técnica, el color y la temática de su obra, la artista nacida en la isla de Wight, Inglaterra, y naturalizada mexicana, recibió la noche de ayer martes 16 de octubre, la Medalla Bellas Artes.
“Es una distinción que simboliza una profunda admiración y gratitud que le tiene el Instituto Nacional de Bellas Artes y que reconoce su legado y aportación a las artes plásticas de este país”, aseguró la titular del INBA, Teresa Vicencio en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
Antes de recibir el reconocimiento, la crítica de arte Lelia Driben abordó la obra singular de Laville, quien, dijo, no es deudora de nadie salvo una pequeña influencia de su maestro Roger von Gunten.
“Joy elige una figuración tenue, sobria, colmada de silencios… No hay claroscuros en sus cuadros, su obra es tonal, se despliega en tonalidades pastel, rosa, violeta, azul, verdes, amarillos, rojos y algún tono más sombrío”.
Destacó que sus temas son atemporales y clásicos, además de gozar de buenas relaciones con la naturaleza, pues pinta “como si pudiera establecer con ella un buen diálogo en voz baja, por sus espacios abiertos al infinito, su total falta de estridencias, por la levedad de sus tonos, por ese ritmo lento y suave que va de un cuadro a otro”.
Y puntualizó: “Nunca encontraremos un abismo frente a sus casas, sus árboles, sus mujeres, sus hombres, sus mares, su arena, sus paisajes y sus flores, a Joy la profundidad le viene de su singularidad y su insular posición ante el arte, lejos de las tendencias dominantes y de las modas”.
Agregó que su obra posee una neofiguración despojada, casi dulce, hecha de pequeños toques para perfilar una silueta humana o de trazos para definir una casa o una cadena de líneas ligeramente rectas para insinuar un arbusto.
“La pintura de Joy está concebida como una pintura de insinuaciones a partir de un colocarse entre la mancha y la forma… Sospecho que es una hermosa persona solitaria, eso es lo que se desprende de su obra”.
Laville llegó a México en 1956 y se instaló en San Miguel de Allende, Guanajuato, para luego irse a la Ciudad de México y después a Cuernavaca, Morelos, donde reside actualmente.
Fue esposa del escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia, con quien estuvo casada 20 años hasta enviudar, por lo que sus obras pictóricas pueden observarse en las portadas de diversos libros del escritor guanajuatense.
En 1966 recibió el Premio de Adquisición por el Palacio de Bellas Artes. Ha expuesto en Guanajuato, Monterrey, Guadalajara, Villahermosa, Aguascalientes, Chihuahua, San Miguel de Allende, Cuernavaca y la Ciudad de México, y en el extranjero su obra se ha presentado en Nueva York, Dallas, Washington, París, Londres y Barcelona.
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