Mirada puntillosa que se convierte en un archivo alternativo de lo posible en el espectro literario en la región
Ana León / Ciudad de México
Que Elefanta Editorial dedica un empeño especial a publicar narrativa contemporánea del Caribe no es una noticia nueva. Ya en 2018 esos esfuerzos se hicieron bastante evidentes cuando el sello y su director editorial, Emiliano Becerril, publicó las tres antologías dedicadas a esta región: Sin pasar por Go. Narrativa dominicana contemporánea, selección a cargo de Rita Indiana; Una cala a la narrativa cubana de hoy; selección en manos de Rodolfo Alpízar; y A toda costa. Narrativa puertorriqueña reciente; selección a cargo de Mara Pastor. Pero vale la pena volver a poner la lupa ahí pues recientemente imprimieron Chapeo, novela de Johan Mijail, activista y performer —y de la que hace un par de días compartimos un fragmento que puedes leer aquí—, y en los ya mencionados esfuerzos por hacer llegar al lector plumas como la de Mijail y otros autores que no caben en la clase literaria dominante —y de proyecto nacional— y aquellos otros que escriben desde la diáspora.
En Sin pasar por Go, su prologuista, Lorgia García Peña, resalta que en el caso de este proyecto, la antología funciona en sentido opuesto de como funcionan muchas antologías en las que «los saberes y textos excluidos son muchas veces los más interesantes y creativos». Entonces acá, lo que queda en las páginas es eso muchas veces excluido: las selecciones apelan a la diversidad generacional, sexo-genérica y geográfica.
Robando las palabras de Lorgia en el prólogo de Sin pasar por Go, y trayéndolas a este contexto, la mirada de la editorial, de su editor y de los autores con los que colabora, dan forma a un «archivo alternativo de lo posible y un acercamiento decidido y sincero a encontrarnos cara a cara con el mundo que tenemos».
Sea esta una especie de entrada a la conversación con su editor, Emiliano Becerril.
Como proyecto editorial, ¿de dónde nace el interés de Elefanta por dar forma a una colección centrada en la narrativa contemporánea del Caribe?
Por una cuestión de historia personal. Mi madre es veracruzana, y mi abuela y mi familia. Entonces, crecí dándome cuenta que el adn veracruzano dialoga mucho con el adn caribeño y a veces mucho más que con el poblano, por ejemplo, que está ahí a lado.
Y es que el Caribe fue una región central durante mucho tiempo, económica, cultural, que después de las independencias se fragmentó y cada fragmento ha tenido destinos muy distintos y, bueno, se rompió la comunicación. Uno puede pensar en el destino de Cuba, de Puerto Rico, bastante diferente; de República Dominicana, del Caribe Colombiano, etc.; me refiero al Caribe tanto de las islas como del continente.
Al mismo tiempo siento que la idea del Caribe mexicano como que está muy relegada en la identidad nacional, como que vivimos la hegemonía del mariachi y otras cosas —nada en contra de esas manifestaciones— y el Caribe está siempre como ahí, atrás.
A mí me interesa ponerlo sobre la mesa de lo que hay en México, pero también, por otro lado, la cultura caribeña es muy fuerte, tiene una constitución muy cosmopolita desde su origen, con una mezcla brutal que está en una completa negociación con muchísimas cosas. Si uno ve el Carbie actual y la situación en que está cada país son de mucha negociación económica y política. Por eso creo que vale la pena caribeanizar nuestra lectura. Por ahí, más o menos mi interés y mi visión de estrechar lazos, poco a poco.
¿En qué temas se están centrando estos autores? ¿Existe una diferencia temática entre los autores que escriben desde el país de origen y entre aquellos que lo hacen desde la diáspora?
Me costaría trabajo hacer una generalización. Poco a poco voy descubriendo con sorpresa positiva lo que se produce en el Caribe, tanto de la diáspora como de las islas, como continental. Yo siento que lingüísticamente también hay una especie de osadía, primero, desde la musicalidad del español. En la manera de escribirlo es difícil contener esa musicalidad y sí termina modificando un poco las formas en las que se escriben las palabras. Eso, siento, es algo que pasa seguido y me gusta, me gusta que el lenguaje se manosee y se cambie. Luego, justo la condición de movimiento que hay en el Caribe, de cosmopolitismo, también hace que el lenguaje sea medio pocho, un poco, desde un lugar político.
Y con las antologías, lo que me di cuenta —pero quizás eso es un fenómeno general, no tanto caribeño— es que la gente preguntaba que si podía mandar ciencia ficción o terror, que son géneros que siempre están muy relegados también de lo cotidiano, de lo “normal”, y vi que hay mucha ciencia ficción. De hecho, ahora estamos preparando un libro de Rey Andújar, que es dominicano y que él también aparece en la antología que hicimos de República Dominicana [con el texto “Caine”]. Ahora vamos a hacer este libro que se llama El germen de lo fatal que es un poco de ciencia ficción apocalíptica caribeña, un accidente nuclear y por ahí México y Dominicana.
También hay mucha poesía, es una región de mucho verso, si uno piensa también en Veracruz, todo mundo te dice versos.
Hay un condimento político muy fuerte si uno piensa en lo que se produce en Cuba, desde fuera a lo mejor con más libertad. De lo que se produce en Puerto Rico, pues viven sometidos a la voluntad gringa, entonces a fuerza se vuelve político, de resistencia. Y en República Dominicana también hay condiciones difíciles. Pero no quiero tirar generalizaciones que luego jueguen en mi contra.
¿Cómo mapeas estos autores?
La antologías me sirvieron mucho para hacer una especie de mini mini propedéutico para tener guías, para poder ir después jalándole el hilito. Y, por ejemplo, Mara Pastor [A toda costa. Narrativa puertorriqueña reciente], ella fue muy sensible con la forma en la que fue armando la antología porque no fue a publicar gente de un grupito nada más o de una generación. Un poco lo que platicamos era que hubiera un equilibrio de sexos y géneros; ella la hizo muy plural, fue un muy buen trabajo y eso a mí me ha ayudado a ir moviendo piedras por allá. Y luego cuando presenté la antología en Puerto Rico, pues ahí hay mucha gente. Y como, a lo mejor, no hay tanta ida y vuelta con una editorial mexicana en Puerto Rico y en Dominicana, pues me llegan cosas y voy viendo, voy leyendo, voy platicando y es un poco medio intuitivo.
Me llegan muchas cosas, pero también voy averiguando, como que ya traigo el radar. Veo pláticas sobre el Caribe, veo conferencias, hablo con los autores, me recomiendan cosas; poco a poco voy armando mi criterio.
Cuéntame un poco del proceso de Chapeo, que además lleva un prólogo de Iki Yos Piña Narváez y que aborda el colonialismo en el cuerpo.
Es un libro que a mí me gusta mucho. Johan Mijail trabaja mucho con el performance y con el cuerpo, sobre todo, y es una militante del cuerpo y es una disidente sexual. Así se define. No quiere una definición lapidaria sobre sí misma. Se habla como hombre, como mujer. También tiene un manifiesto antirracista y entre que trabaja con el cuerpo y desde lo afro. Y en este libro, chapeo es una palabra que usamos en el idioma español, pero que tiene acepciones muy diferentes en cada lugar. En República Dominicana la usan como… el equivalente sería aquí como jinetear, cuando alguien usa su cuerpo para obtener favores, estás chapeando. Pero hay libros y teorías enormes sobre el chapeo. Y acá es la historia de alguien que va chapeando en República Dominicana, en Santo Domingo, en una especie de road trip por Santo Domingo y al hacerlo va enfrentándose un poco a la vida urbana en Santo Domingo y a sus violencias y, además, es alguien que chapea, es un hombre que tiene sexo con otros hombres que ocultan que tiene sexo con hombres. Hay toda una violencia que va pasando ahí, en ese cuerpo, que va sobreviviendo en Santo Domingo; también desde lo afro, tiene un parte de su negritud muy presente.
Esto ya hace muy interesante el libro porque es muy duro y a la cabeza y, al mismo, tiempo yo creo que es un libro que tiene otras cualidades como el que incorpora mucho la musicalidad, todo el movimiento musical que hay en el Caribe desde el reguetón a todas sus derivaciones, pues son cosas que van en torno al cuerpo, de alguna manera. Y acá está muy presente todo eso, sobre todo porque es música urbana en general. De hecho, hay una especie de playlist que hizo Johan, que ya ni he escuchado bien; en el proceso de hacer el libro la escuchábamos.
Además, lo que tiene el libro es que incorpora lógicas de la religión afroantillana que también es una manera de pensar el mundo y estar en el mundo y acá está incorporado a la estructura de un libro y al personaje, como que se le meten entidades que se manifiestan a través suyo y cambia la voz del personaje y eso lo vuelve bastante loco en términos de estructura, porque entonces empieza a hablar en otros idiomas.
Creo que tiene mucha tela de dónde cortar.
Si desean una puerta de entrada a esta narrativa, cualquiera de las tres antologías publicadas por la editorial es una muy buena manera de hacerlo.
Imagen de portada: Ana León