Recuerdos de mi inexistencia es la autobiografía de la autora considerada una de las voces más poderosas de la actualidad. Este es un libro sobre la voz y las consecuencias de la voz
Ana León / Ciudad de Mexico
Solnit es una de la voces más poderosas
Solnit es una voz que se alza con esperanza
Solnit es una voz esencial
Solnit es la voz de la resistencia
Solnit es una de las voces más afiladas
Solnit es una de las voces más mordaces
Solnit es una de las voces más rotundas
Solnit es una voz que lidera
Muchos adjetivos para una voz son los que le ha dado la crítica a la autora Rebecca Solnit (1961). Una voz a la que le tomó mucho tiempo tener lo que la autora considera debe tener una voz para ser una herramienta: audible, creíble y efectiva. Llegar a este punto, en donde otras voces la adjetivan con contundencia no ha sido un camino fácil y tiene mucho que ver con una exploración más hacia el interior que en sentido opuesto. Inició desde la no-existencia, desde la precariedad, desde la invisibilización; desde la imposibilidad de vivir bajo el propio nombre: la autora tuvo que rentar un departamento a nombre de su madre para poder conseguir un contrato de alquiler y vivía con miedo de que la descubrieran. Eran los años ochenta. Era la ciudad de San Francisco.
San Francisco y Rebecca Solnit han vivido procesos inversos, creo y pienso, cuando la joven de 19 años empezó a vivir esta ciudad por cuenta propia nada de la mujer que conocemos a través de sus libros existía aún, contrario a lo salvaje de esa urbe estadounidense y utópica de aquél entonces, de 1981, la Rebecca de ese año era una joven en busca de su voz, esa voz que deviene existencia y deviene mundo. Ahora, esa potencia salvaje y agitadora de conciencias reside en ella y no así en la ciudad que sigue habitando hasta el día de hoy. Por eso digo que ciudad y mujer han vivido procesos inversos.
Este es un libro sobre la voz y las consecuencias de la voz, ha dicho la autora. «Quién eres en el mundo es una decisión» y es una decisión en contínuo, en tiempo presente y sin fecha de caducidad. Escribir una autobiografía debe ser, creo, como columpiarse muy fuerte. Cuando te meces hacia adelante con toda la fuerza y echas la mirada atrás, el pasado aparece a toda velocidad. Y vas y vienes en ese movimiento pendular de la memoria en un presente contínuo. Y el vértigo está ahí, el vértigo de mirar hacia atrás y sentir que en cualquier momento el pasado puede desbordarse en el presente.
En la búsqueda de esa voz, Solnit, como lo ha hecho antes en otros de sus libros, como por ejemplo, el tan famoso —y con toda razón— Los hombres me explican cosas (Capitán Swing, 2016), pone sobre la mesa temáticas como la persistente desigualdad entre las mujeres y los hombres, la violencia basada en el género, la amenaza de la violencia constante bajo la que viven las mujeres, el peligro de «ser borrada», de desaparecer —en el discurso y la desaparición del mismo cuerpo— y el hecho de que la voz de las mujeres sea tomada a la ligera.
La narración corre mucho desde lo personal, pero también como experiencia colectiva, porque sus interés no es sólo mirar hacia adentro, sino «encontrar historias que no han sido contadas, ¿qué pasa cuando escuchas a la gente que no había sido narrada antes? Es mirar desde esas voces. Algunas de esas voces son también las de los hombres negros y homosexuales de los que vivía rodeada, amigos de cuya mirada, amistad y experiencias aprendió a no ajustarse a las normas sociales, ni a la opinión de la mayoría; aprendió el valor de la ayuda mutua y la resistencia a un mundo hostil.
Escribe Terry Tempest Williams en Cuando las mujeres fueron pájaros (Antílope, 2020), que «el lenguaje de las mujeres a menudo comienza con un susurro», y ese susurro para Solnit, me atrevería a decir, fue la imagen de cuerpo entero que le devolvió el espejo y que le hizo sentir no que el mundo se desvanecía sino que ella se desvanecía del mundo, como describe en el incio de esta autobiografía; una época en la que intentaba desaparecer y aparecer, protegerse y ser alguien. Cuarenta años después, la autora nos permite ser testigos de ese inicio y de la construcción de esa voz.
Recuerdos de mi inexistencia es publicado por Lumen y llegará a librerías mexicanas durante el mes de febrero.
Imagen de portada: Cortesía Lumen / Trent Davis Bailey