De la mano del género del cuento extraño, fantástico y de horror, el escritor mexicano publicó Nadie encontrará mis huesos donde fusiona el miedo y la distopía
Ana León / Ciudad de México
La literatura fantástica siempre ha ejercido una atracción irresistible para el lector. La puerta de entrada a este mundo siempre está ahí entreabierta, esperando que alguien la cruce y transite por lo desconocido, lo inexplicable, lo sobrenatural. En la antología realizada por Rodolfo Walsh, Antología del cuento extraño (El Cuenco de Plata, 2014), en las palabras preliminares, Daniel Link escribe: «la literatura fantástica (o maravillosa o el fantasy: dejemos de lado las clasificaciones rigurosas) permite, como el ajedrez, un cierto olvido de las propias condiciones de existencia, la suspensión de la agobiante realidad…». Sin embargo, para el escritor mexicano Enrique Urbina (Ciudad de México, 1993), es todo lo contrario, el género permite acercarse a la realidad del día a día de otro modo. Tal vez no así en la vida, pero sí frente a la literatura, siempre resulta tentadora la posibilidad de habitar, momentáneamente, historias siniestras.
En Nadie encontrará mis huesos (Paraíso Perdido, 2020), Urbina da forma a un libro de cuentos que se introducen en el género de lo extraño o lo fantástico con particularidades propias. Lo perverso y los guiños postapocalípticos se funden en cada uno de sus relatos.
Aquí una conversación con el autor.
¿Por qué nos atrae tanto lo fantástico y el horror?
En un primer momento podríamos cuestionarnos, frente a estas realidades aterradoras, que si uno no quisiera vivir en ellas, ¿por qué las consumimos? Creo que va un poco más allá, que todos estos géneros no los consumimos para alejarnos de la realidad sino para acercarnos a ella. Al acercarnos a la realidad que vivimos día a día de otro modo, podemos sentir más. Todos estos géneros nos permiten volver a despertar nuestros sentidos y volver a despertar nuestras emociones. Exacerbarlas o llevarlas a otro nivel para que cuando regresemos o nos alejemos de estos productos, hayamos cambiado en algo nuestra aproximación a la realidad y no nos hayamos alejado de ella.
¿Y a ti como escritor qué te atrae de este género? Anteriormente ya habías escrito sobre el miedo.
El horror me interesa mucho, de hecho me parece que es muy cercano también a la poesía, en el sentido de que el horror trata sobre cosas que están más allá del lenguaje. Cuando vemos un monstruo o cuando hay una entidad que nos da miedo, nos da miedo en el sentido de que no podemos explicarla, definirla bien e intentar hacerlo también es terrible porque nos damos cuenta que hay cosas que no vamos a poder entender jamás, nuestra mente humana no da para eso. Y esa contradicción esencial es lo que me interesa explorar.
Al aproximarme al horror me interesa desenterrar esta lógica ilógica. Descubrir a la realidad esta serie de hechos alucinantes.
Está en casi todos los relatos está la idea del cuerpo y su devastación, ¿hay una intención?
Creo que sí hubo una intención, justo por “Nadie encontrará mis huesos”. Es una devastación pero a través de la naturaleza, eso se mantiene en todos los relatos. Lo que intentaba era crear puentes con lo inenarrable —que lo mencionábamos ahorita—, entonces el único puente que creo que puede existir entre ese horror que está más allá del lenguaje en nuestro día a día, es el cuerpo. Porque el cuerpo también está un poco más allá del lenguaje: podemos describirlo, pero la sensación está más allá de las palabras. Cuando hay un encuentro entre lo indescriptible y el cuerpo, pues es a través de la muerte y se regresa a la naturaleza. Y esa también es otra cosa, pensamos aquello que está más allá del lenguaje como algo que no es nuestro, que no podemos aprehender, pero en realidad sí, porque nosotros también somos parte también de ese ente y de esa monstruosidad indescriptible. En el cuerpo creo que es donde eso se refleja.
¿Con que autores dialogas en estos cuentos? En el sentido de tus influencias.
Creo que los precursores de Lovecraft, Algernon Blackwood y Arthur Machen, que los dos tienen su propio estilo, pero ambos exploran este tema de la naturaleza como el espacio de lo fantástico; Blackwood con su cuento muy famosos de “Los sauces”; y Arthur Machen —que es con quien yo me identifico más—, explora los seres fantásticos y el horror a la luz del día, como en su cuento de “El pueblo blanco”, donde una niña se encuentra a estos seres del bosque que se la llevan a su país y no es nada lindo. Por el lado de los argentinos, definitivamente Borges creo que va a estar en muchos de nosotros, pero me interesa mucho lo que hizo Silvina Ocampo, porque además de tener esta imaginación animista, sus cuentos parecen cuentos de hadas, ese tema de los cuento de hadas también me interesa mucho.
Hay algunos otros, por ejemplo Jeff VanderMeer con Aniquilación, que me parece la hicieron una trilogía, él también trabaja mucho este espacio natural y prístino como algo terrible.
Mencionaste en una entrevista que en tus cuentos se aborda una realidad tóxica que vinculo con esos escenarios distópicos que creas.
Así como Mariana Enriquez decía que uno de sus libros era un libro de cuentos crueles, a mí me gusta decir que Nadie encontrará mis huesos es un libro de cuentos tóxicos porque funcionan en varios niveles, como bien dices, varios de esos cuentos suceden en escenarios distópicos donde todo es fosforescente —así me lo imaginé—, radioactivo y que la vida fuera en sí misma tóxica y que la gente está acostumbrada a respirar esa toxicidad como aquí en la ciudad de México. Pero también a otros niveles, me gusta pensar que son cuentos tóxicos porque intoxican al lector en este tema del horror y del género fantástico; que intoxican su realidad para volver a encontrarse con ella de otra forma. Un poco como intentar generar un poco de alucinación a través de la experiencia lectora.
También porque ahí eché, sí referencias literarias, pero también de videojuegos, de series, de caricaturas y todo eso también creo que hizo que la estructura de los cuentos no fuera tradicional, están fragmentado casi todos. Y eso también tiene que ver la forma en la que consumimos.
Están cruzados en muchas cosas: en cuanto a temas, en cuanto a narración, en cuanto a estructuras y referencias.
¿Cómo fue la construcción y el uso del lenguaje en cada cuento? ¿Cómo fue ese trabajo?
Primero fue uno de diversión, experimentación y reflexión. Me gusta pensar estos cuentos como espacios vacíos que fui explorando y llenando. Tenía varios elementos preestablecidos como es los personajes y como la naturaleza, pero si yo quería llevarlo un poco más allá, que el lector sintiera un extrañamiento de sí mismo, para mí el lenguaje era lo primero que se tenía que modificar. Por eso hay unas palabras que cambian; hay otro en donde el narrador es un ente sin género, narra tanto en masculino como en femenino. Todo eso era como un ataque, pensar en un ataque constante, ¿a qué?, al lenguaje y a cómo estamos acostumbrado a leer cuentos.
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