Símbolo de la resistencia pública y de la justicia, fue pionera en la defensa de los derechos de la mujer. Murió el pasado viernes a los 87 años
Ciudad de México (N22/Redacción).- Ruth Bader Ginsgburg, la segunda mujer en ser nombrada a la Corte Suprema de Estados Unidos, falleció el pasado viernes 18 de septiembre a los 87 años. Tras su partida, deja en el país de norteamérica un inmenso legado con su lucha para defender los derechos de la mujer que ha permeado e influenciado a generaciones posteriores.
La histórica jueza se convirtió en un icono cultural, debido a que su vida fue un ejemplo a seguir para una gran cantidad de feministas que encontraron en ella la esperanza de un mejor mañana. Ginsburg fue víctima de discriminación por cuestiones de género en practicamente todas las etapas de su carrera profesional, por ello, protagonizó la lucha por la igualdad de género,incluso antes de que fuera nombrada por Bill Clinton como jueza de la Corte Suprema en 1993.
En los años sesenta fue aceptada en la Facultad de Derecho de Harvard, siendo una de las primeras mujeres que ingresaron a dicho instituto. Su camino por los pasillos de esa Facultad fue bastante duro, lleno de discriminación y menosprecio, sin embargo, eso no la detuvo; en aquella época solo tres de cada cien profesionales del derecho y menos de doscientos de los diez mil jueces del país eran mujeres.
Ruth Bader se casó con Martin D. Ginsburg, quien fue diagnosticado con cáncer por lo que tuvo que irse a Nueva York, lugar en donde Ruth continuó sus estudios en la licenciatura de derecho en Columbia. Fue ahí dónde volvió a enfrentar discriminación por motivos de sexo debido a que no pudo conseguir un trabajo como abogada en una firma de Nueva York.
No obstante, eso no la detuvo hasta que en 1969, fue ascendida a profesora titular y comenzó a trabajar como voluntaria en la American Civil Liberties Union (ACLU), donde más tarde dirigió el Proyecto de Derechos de la Mujer.
Entre sus primeras actividades en la ACLU, participó en el escrito que se presentó en el famoso Caso Reed Vs. Reed, el 22 de noviembre de 1971; en donde abordó que la discriminación basada en el género era inconstitucional debido a que niega la igualdad de protección.
Esta sentencia renovó un siglo de jurisprudencia estadounidense y la totalidad del pensamiento político del siglo XX, que excluía, bajo el argumento de que era por su propia protección, a las mujeres de la vida pública del país.
La Corte siguió el escrito de Ginsburg y dictaminó por primera vez que la discriminación basada en el sexo violaba la cláusula de igual protección de la Decimocuarta Enmienda. Dos meses después de su primer gran triunfo, Ginsburg se convirtió en la primera mujer que ocupó una cátedra completa en Columbia.
Fue ahí en ese lapso donde comenzó a ejercer en mayor medida su profesión, ya que enfrentó seis casos de disrcimanción de género ante la Corte y de los cuales ganó cuatro. Asimismo, en 1996, en el histórico caso de Estados Unidos. Vs. Virginia, anuló la política de admisión exclusiva para hombres del Virginia Military Institute, ya que al no admitir la inscripción de estudiantes mujeres, violaba la cláusula de protección igualitaria.
Una de las acciones más importantes que realizó, fue lograr la constitucionalización de la emancipación de la mujer, lo que representó una de sus batallas más complicadas en su carrera.
Durante las últimas dos décadas, la jueza Ginsburg luchó contra el cáncer de colon (diagnosticado por primera vez en 1999), el cáncer de páncreas (2009), se sometió a una cirugía cardíaca (2014), sufrió lesiones por caídas (2012 y 2018), se sometió a una cirugía por neoplasias malignas (2018), y recibió radiación cuando regresó el cáncer de páncreas (2019).
Su lucha contra la incapacidad de las mujeres para la vida pública se erige como un monumento al poder de la disidencia contra un sistema profundamente patriarcal.
Sobre la popularidad de la jueza, Dahlia Lithwick escribió en The Atlantic:
«Hoy, más que nunca, las mujeres ávidas de modelos de influencia, autenticidad, dignidad y voces femeninas ensalzan a una jueza octogenaria como la encarnación de la esperanza de un futuro fortalecido».
Imagen de portada: Andrew Lassetter