- Saber que eres cómplice de la destrucción de la patria, que sepas que si no lo detienes o no te das cuenta que existe, nada va a suceder: «Símbolo desencarnado»
Por Alizbeth Mercado (@alizbeat)
Fotos: Alan de la V
Ciudad de México, México, 22/02/13, (N22).- “Es una metáfora para ver el desgaste de las instituciones y un rito fúnebre para la nación, no para denostarlo, sino para evidenciar la decadencia. El audio y el olor magnifican esta zona invisible”, declaró el artista visual Darío Meléndez, sobre su obra “Símbolo Desencarnado”.
A dos cuadras de La plaza del aguilita, en el barrio de La Merced, donde se encontró la señal dada por el dios Huitzilopochtli a los mexicas para fundar la gran ciudad de Tenochtitlan; los artistas Darío Meléndez, Omar Soto y Diana Bravo compusieron la exhibición “Símbolo Desencarnado”. Se trata de los cadáveres de un águila y una serpiente carcomidos por un grupo de larvas y otros insectos.
“Pensamos hacer una pieza de sitio específico, se nos ocurrió como coyuntura con el 24 de febrero, Día de la Bandera, y el mito fundacional del águila devorando la serpiente. Es una pieza en tres aspectos. Uno es la imagen en la pared, retomar una pieza litográfica del siglo XIX, dibujarla con Grana Cochinilla, ya que este material dio muchos recursos económicos a la Nueva España. La gente lo pudo borrar en la inauguración, y así se convirtieron en cómplices y quedó la impronta de las manos rojas como si fuera sangre. Funciona con la pieza putrefacta, encarnar este símbolo que fuera como espejo, la materia, ver qué sucedía, no hay proceso de taxidermia”, explicó Meléndez.
La idea primigenia de la pieza corresponde a Omar Soto, él creó dibujos de águilas que asemejan el imaginario del México siglo XIX. Darío Meléndez pensó en una visión tridimensional, un símbolo putrefacto. El águila se encuentra colgada de las alas, la serpiente estaba en su boca, ahora fue devorada por las larvas. Ambos cadáveres están dentro de una caja de vidrio sobre un mantel blanco. Al entrar en la sala, se percibe un olor rancio y una música estridente que fue compuesta por Diana Bravo.
“La pieza es un objeto real, no es una interpretación de la imaginación, entonces en vez de crear los sonidos con un instrumento lo que hicimos fue captarlos como grabación. Fue como captar una foto en vez de una pintura. Son los sonidos de los bichos cuando devoran carne, lo que hice fue captar el espacio donde estaban, quise proyectarlo en este espacio (galería), lo que sucede es que como es vacío, el sonido se proyecta y hace un efecto como si se estuviera en la caja con los bichos. Al final se detiene y sientes que se termina el espacio, se siente el vacío y asusta. Como la pieza responde a los problemas políticos del país, no te das cuenta cuando sube el volumen y te invade. Es una analogía a los problemas que no podemos detener”, explicó Bravo.
Para crear la música Diana encerró bichos en una caja y grabó el sonido que hacían mientras comían murciélagos muertos. Trabajó con un ingeniero que le ayudó a los aspectos técnicos. La primera mezcla fue una versión en 5.1 y la última versión fue estéreo, “para que no percibieras el sonido, para tener la percepción del espacio y el in crescendo”, agregó .
El objetivo de la pieza es crear una atmósfera envolvente para los sentidos que haga despertar la conciencia de los ciudadanos, saber que “eres cómplice de la destrucción de la patria, que sepas que si no lo detiene o no te das cuenta que existe, nada va a suceder».
“El punto es cómo ves emerger una ciudad o una potencia, que todo tiene etapas: crecimiento, esplendor, muerte y lo que está detrás. Nos interesa recuperar la parte poética del residuo, hay una suerte de sacralización, montarla con las alas abiertas colgada tiene una referencia católica muy fuerte. Esta práctica nos habla de cómo se entiende lo sagrado en México, el uso de las reliquias, cosas del pasado siguen operando”, puntualizó Meléndez.
Para Diana Bravo en el último sexenio la idea de la muerte fue muy evidente, no de valores solamente, sino de la muerte real, “nos acostumbramos a vivir con eso. Por ello el mantel blanco, pulcro, hay algo que se está muriendo. Son síntomas de una nación que está destruida pero a veces somos ciegos a estas cosas que nos están gritando”.
Esta muestra tiene idea cíclica del cambio, además parece un rito sobre la muerte y destrucción que puede dar como resultado otra vida, (aunque parezca paradójico).
“Me interesa la parte ritual del arte, porque recuperar esta parte del México profundo que trataron de ser recluidas a partir de la modernidad, y que buscan generar una especie de estandarización y por algo México está siempre volteando a ver hacia Europa o Estados Unidos, tratando de subsumir ese pasado poderoso que tenemos. El recuperar estas prácticas rituales, ponerlas en el campo del arte, creo que puede generar cosas. Creo que este podría ser un rito fúnebre, he estado cerca de personas que trabajan el Candombé, el Vudú y se emparentan con este tipo de trabajo, ritos de despedida”, abundó Darío.
Las larvas son un personaje inquietante para la pieza, su única función es comer carne muerta “no están matando al águila, entonces es como decir, ‘ya somos un cadáver que esta desapareciendo’, la pieza habla de cómo desaparecer un cadáver”, agregó Bravo.
La pieza es parte de un proyecto doctoral para la Academia de San Carlos, donde Darío es profesor. «Juega con la oficialidad del estado-nación y con el arte contemporáneo que generalmente es muy pulcro, muy bien peinado. Como el centro de la ciudad que hay una escenografía y lo demás está como el águila. Todo está pensado en esa relación de tensión entre la muerte y la asepsia apolínea, está presente por el espacio de la galería”, concluyó Meléndez.
Al final, sólo quedarán los restos de los cadáveres que se devolverán al Instituto de Biología y la Facultad de Ciencias de la UNAM. Las larvas volverán a una caja.
La exhibición termina el 24 de febrero en la galería Atea (arquitectura, talleres, espacio y arte), que está a cargo del colectivo Somos Mexas. El sitio está ubicado en la calle Topacio número 25 en La Merced.
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