Un estudio publicado en la revista Nature dio a conocer esta conexión genética; el hallazgo confirma la hipótesis de contacto entre nativos de la Polinesia y América del Sur
Ciudad de México (N22/Karen Rivera).- La hipótesis de un posible contacto entre las poblaciones de La Polinesia y América Latina hace más de 800 años se confirmó con la exploración que realizó un grupo de investigadores encabezados por Andrés Moreno de la Unidad de Genómica Avanzada del Cinvestav y de la que formó parte la antropóloga mexicana Karla Sandoval, quienes hallaron vestigios genéticos de poblaciones indígenas americanas en comunidades polinesias.
«El análisis se centra en tomar muestras de ADN de la población actual y entonces aplicar herramientas de informática que primero generan datos de todo el genoma de los individuos. A partir de ahí tuve el análisis computacional y comparamos los perfiles genéticos de los individuos, en este caso de la Isla Rapanui, y al saber que es una zona y una isla con una gran mezcla genética, pues es indispensable comparar esos con las posibles contribuciones de otras poblaciones del mundo», detalla el genetista de poblaciones, Andrés Moreno.
Esta investigación requirió más de seis años de estudio y el hallazgo fue publicado en la revista Nature. Para lograr sus objetivos, los investigadores mexicanos realizaron un muestreo en la Isla de Pascua, en Chile, territorio que tiene un origen polinesio y que se habitó, a partir de la expansión de los polinesios que se dio hace más de cuatro mil años. Con ayuda de la Universidad de Oslo y de la Universidad de Oxford, realizaron estudios genéticos a más de 800 habitantes de diferentes islas de la polinesia y grupos de América Latina, con un técnica que les permitió tener una referencia de entre 20 y 26 generaciones atrás.
«El hecho de encontrar vestigios genéticos demuestra que una vez pobladas sí hubo contacto genético que data de aproximadamente 800 años atrás, lo cual no tiene precedentes puesto que los contactos recientes que se conocen en la zona son de épocas coloniales, por ejemplo, la llegada de los europeos en el Siglo XVIII. La señal inicial que detectamos de hecho venía compartida desde México hasta el norte de Perú y Ecuador y la logramos acotar a que la mayor afinidad genética viene de poblaciones indígenas de Colombia», comenta Karla Sandoval, profesora Visitante de la Unidad Genómica Avanzada. «Hay que recalcar que estos resultados también pueden reforzar su identidad, pero la identidad que ellos sienten como grupo o de manera individual, es una construcción social, cultural, en este caso también puede ser genética», detalló.