Por Jacaranda Correa
-Abre bien los ojos para que no te pierdas el show– Le dice uno de sus secuestradores a Heli. De fondo, la monótona y decadente música de un videojuego cuyas escenas proyectadas en una enorme pantalla de televisión, parecen ser el presagio de lo que segundos después ocurrirá en tiempo real.
El show del horror está a punto de comenzar.
Los siguientes minutos son escenas de tortura explícita. Una larga secuencia sin cortes, tiempo real. Un adolescente es golpeado brutalmente con una pesada pala de madera hasta que la muerte lo sorprende, luego de que sus verdugos, entre ellos un niño de 15 años, le rocía gasolina en los testículos para luego prenderle fuego.
Silencio sepulcral en la sala. La escena produce un espasmo en los espectadores de la película. La violencia se incrusta en el estómago; imágenes comunes en el país de la barbarie: México.
En Europa la mayoría de los espectadores abandonaron la sala a la mitad de la escena. La prensa europea se dividió y una gran parte calificó a Heli, película de Amat Escalante, con la que ganó la Palma de Oro como mejor director en el pasado festival de cine en Cannes, como un filme bordado de violencia explícita innecesaria.
En el otro extremo , voces poderosamente conservadoras en México alzaron el tono para acusar a Amat Escalante de traidor a la patria.
Yo, un día después de haber visto la película, admito que no he acabado de construir una idea definitiva para explicar mis emociones y lo que Heli provocó en mí. Mientras tanto, sigo haciendo preguntas que comparto porque me parece que en estos tiempos no podemos ignorar lo que una imagen puede desencadenar y provocar: compasión, rebeldía, pero también odio, e incluso indiferencia.
Me resulta imposible no regresar a Mario Vargas Llosa con La sociedad del espectáculo o a Susan Sontag con Ante el dolor de los demás.
Acostumbrados en estos tiempos, México con particular atención, a la cultura del impacto, es decir, a la búsqueda de imágenes cada vez más dramáticas para representar nuestra pesadilla mexicana, los medios informativos, junto con los discursos políticos, han impulsado una normalidad en la que, como decía Sontag, “la conmoción se ha convertido en la principal fuente de valor y estímulo del consumo” y la antesala para construir una especia de “agonía de la ruina”.
Y traigo a cuento estas reflexiones, porque tuve la impresión después de abandonar la sala, que Heli me emocionó por la dirección de los “no actores” y “noveles actores”, por la recurrencia de los planos abiertos y largos que dejan espacio para que el espectador respire, por su espléndida fotografía y tiempo cinematográfico que me hizo recordar la primer película de Amat: Sangre. Sin duda, es un gran director, bien ganado el reconocimiento en Cannes.
No obstante, debo reconocer que el horror de aquellas secuencias tejiendo un acto de tortura en tiempo real, causaron un impacto fugaz en mí. Y ante ello, no tengo que reconocer sino el miedo a mi propia indiferencia, tal vez una suerte de blindaje emocional.
Frente a este hecho, no he dejado de preguntarme, ¿habré consumido demasiadas imágenes vacías de todo sentido y convertidas en rutina con el café nuestro de cada día que miro a través de los diarios como un acto de normalidad?
O es que simplemente ya no quiero ver más de lo que diariamente los emporios mediáticos, incluyendo la red, me muestran para constatar la miseria humana de éste, mi país. Cuerpos manejados como bultos, cabezas rodando por doquier, mujeres, hombres colgados de puentes, niños aprendices de sicarios, familias enteras partidas por la humillación de nuestros políticos y su guerra contra el narcotráfico en la que como bien retrata la película Heli, sólo parece un montaje absurdo mientras el show continúa.
Creo que será muy reveladora la recepción que el público mexicano dará a Heli, cuyo estreno en salas comerciales se tiene programado para el próximo 9 de agosto. Un público que a diferencia del europeo ha vivido en carne propia el miedo a esta violencia. Un público tan habituado a este tipo de historias e imágenes cuya banalización ha generado una suerte de voyerismo no sólo en los periódicos o los noticieros, sino en extensas cantidades de videos en youtube, sin olvidar el blog del narco. No es casual que una de las escenas de la película, esté inspirada en un video que circuló en la red mostrando el brutal entrenamiento de un joven soldado por parte del ejército mexicano.
Así es que mientras atiendo mi indiferencia y buceo en un mar de confusiones, pienso que quizá el argumento más poderoso de Heli sea mostrar con sencillez y elocuencia, que el robo de dos insignificantes paquetes de cocaína para huir de la miseria y la desolación, puedan ser los detonantes absurdos para una guerra y una violencia sin parangón. Una metáfora perfecta para un país que se hunde en las ruinas de una guerra cuyos hilos se tejen mas allá de los millonarios negocios de los cárteles, una guerra que se cocina de a poco en el interior de las casas, en miles de jóvenes, niños, hombres, mujeres y ancianos para quienes es mejor arriesgar todo, antes que seguir viviendo en la miseria y la ignominia.
13MAG