Bibiana Camacho aborda en este libro un poco de la fragilidad que llevamos dentro y la idea de una soledad que aterra, una soledad poco entendida, una soledad que parece agrandarse cuando estamos más interconectados
Ciudad de México (N22/Huemanzin Rodríguez).- El amor es una convención, no se ama ahora como en tiempos de Rodolfo Valentino, es distinto a como ama Madame Bovary; hoy estamos lejos del amor de Tristán e Isolda. Pero algo es cierto, el cine, ese poderoso medio de entretenimiento de nuestro tiempo como lo fue la ópera a principios del siglo XX o la novela en el siglo XIX, ha mitificado el ideal amoroso. ¿Será por eso que hoy amar pueda resultar frustrante cuando la dinámica de vida actual nos lleva por caminos aislados hacia los laberintos interiores? Por esos senderos, no ajenos del todo, transitan los personajes de Jaulas vacías, libro de cuentos de Bibiana Camacho (Ciudad de México, 1974), editado por Almadía.
«Es un reflejo de una fragilidad que todos llevamos dentro y que todos tratamos de solidificar, porque si no lo hacemos, no podemos funcionar en lo cotidiano, en las tareas.»
Tus personajes son sólidos y de pronto, ante una frase, una imagen, un hecho estallan en pedazos.
No lo había pensado, pero es cierto, necesitan un pequeño estímulo, a veces uno más grande para que esa fragilidad salga a flote y puede ser como locura, como una presencia, de oír voces, de ver seres que no existen. Son como de cristal y andan ahí caminando tratando de sortear obstáculos para no romperse, pero de pronto aparece uno con el que no pueden.
Lejos están del horror lovecraftiano, sin embargo, pienso en el horror cósmico del que hablaba, ese que nos recuerda sabernos solos en el universo. Tus personajes están rodeados de personas, pero se sienten profundamente solos.
Es el mal contemporáneo, estamos hacinados. No cabemos en el metro, en el transporte, a veces hasta en las calles y en lo virtual donde parece que nos queremos o parecemos unidos por gustos afines, pero la realidad es que no es así. Cuando llegamos a casa y nos despojamos de todo te das cuenta que estás solo. Basta apagar el celular para sentirlo. A veces puedes sentirlo entre la gente.
Tus personajes al quebrarse liberan sus demonios. En un sociedad reprimida eso podría parecer terrible, pero no a todos los protagonistas de tus cuentos la vida se les sale de control, unos pocos parecen dispuestos a poner la mesa y brindar con sus demonios internos, aunque eso no signifique ninguna mejora.
Es reconocer a los demonios internos y hacer las paces al menos por un tiempo, después no sabemos qué es lo que va a pasar. Seguramente volverá el caos, pero de eso se trata la vida, son oleadas que te suben y bajan; a veces te llevan a infiernos ajenos.
La escritura de tus cuentos es muy gentil, son fáciles de leer en un lenguaje próximo. Ahora en el centenario luctuoso de Amado Nervo, me recordó lo que decía, «escribo para que me lean rápido y fácil». Actitud que suele desdeñarse desde cierto sector de las letras.
Sí, a mí me gusta el lenguaje directo. Como lectora disfruto mucho algunos lenguajes barrocos, pero sólo los maestros hacen eso. A mí no me interesa experimentar con eso porque me gusta ser más directa y sé que no tengo esa maestría para el lenguaje barroco. Tengo que reconocer eso. Con relación a Nervo, él tiene temas tan actuales como la locura, el doble y la represión auspiciados por el corsé de la sociedad de su época, que tampoco ha cambiado mucho, es cierto que podemos reconocer algunos cambios, pero no son tantos como creemos. El lenguaje lo prefiero siempre más directo y frontal.
La mayoría de tus personajes son femeninos.
Como mujer es un terreno que conozco mejor, a partir de eso mis personajes derivan de mí, no todos son yo pero de alguna forma todos lo son. Es el universo femenino que tengo y que puedo expresar. También abordo el universo masculino, pero menos. En estos cuentos los personajes masculinos son más bien un estorbo. Es simplemente por la experiencia.
La selección de los cuentos que hiciste para publicar este libro, ¿a qué corresponde?
Eran varios cuentos los que tenía, hice una revisión un poco al azar y quité los que no me gustaban, los que no estaban logrados, los que eran realmente malos. Y al final cuando vi lo que quedó, me di cuenta que sí hay un hilo conductor, me di cuenta que uno de ellos es la soledad. No solo la soledad, también el lado oscuro del ser humano. Estas obsesiones, estos gustos culposos que todos tenemos pero que escondemos bajo el tapete para poder fluir en sociedad como se espera que fluyamos. Todos tenemos eso, en algunos se detona de maneras monstruosas y en otros de maneras más sutiles, pero no quiere decir que eso sea menos monstruoso que lo otro que es más grandilocuente.
¿Para escribir hay que girar a la mesa de noche, abrirla y hurgar entre algunos traumas y otros tantos miedos?
Sí, siempre. Yo llevo un diario desde los 14 años, ahí están las libretitas. No recurro a ellas, pero de pronto las veo y recuerdo ciertas cosas. Algunas las desarrollo, otras se quedan en el tintero y otras, empiezo a escribir un cuento y descubro que esa idea o imagen del principio cambió y resultó otra más profunda que no estaba consciente en el escritorio de trabajo. No es algo que hago a propósito, pero sí es algo que está ahí siempre.
¿Qué personaje te resultó más complejo en el desarrollo?
El personaje femenino que es acosada por el personaje “H”, como cuando estás con amigas y te dicen que sus ex parejas las han buscado y no saben decirle no. Es algo que no es tan simple. Hay una psicología. Este personaje es un acosador, pero no la toca, no intenta violarla, ni matarla, pero su sola presencia constante enterándose de todo lo que hace, su supuesta amabilidad, cuidándola según él, le crea un conflicto enorme, porque a pesar de que ella le dice “No”, no puede salir de la dinámica. Ese personaje me costó mucho trabajo y terminó un poco desbordado.
El otro personaje que me costó mucho trabajo pero que me divirtió mucho trabajarlo, es un personaje femenino que tiene a su amigo-mascota-elefante llamado “Simón” que vive con ella. Me parecía muy divertido un ser impresentable. ¡Imagínate, invitas a tus amigos a tu casa y de pronto te sale un elefante! Igual platica y bebe vino. Se me hizo divertido, pero es un delirium tremens, es algo más grande que está contenido. Es divertido y es angustiante.
¿Por qué escribes?
Justo hace unos días en la noche me pregunté eso, un sueño incómodo me despertó y me levanté, entre las cosas que pensé estaba esa pregunta: ¿Para qué escribo?… Cuando ves lo que ocurre en nuestro entorno, sabemos que las cosas no están bien. Se nota que el calor ha aumentado, eso del cambio climático lejos está de ser un mito o un futuro preocupante, año con año sentimos más calor. Entonces empiezo a con ese horror frente a la idea de futuro. Entonces es cuando escribo. Me calmo escribiendo.
Yo creo que el arte en general, en este caso y en particular para mí la literatura, no ayuda a solucionar nada, ni a decirnos cuál es nuestro lugar en el mundo, pero nos permite integrarnos, a no sentirnos tan solos.
Mi aspiración con estos cuentos es que alguien, o algunos en el mejor de los casos, pudiera sentirse identificado con esa soledad, con ese vacío, con esa necesidad de decir: Sí, estoy solo y por eso mis demonios de pronto salen a pasear y a veces regresan; y saber que no estamos tan solos, que la literatura nos lleva a otros mundos en donde quizá nos podemos ver reflejados.