Una entrevista con el escritor sobre los libros publicados, la literatura en América Latina y la selección que hacen los grandes conglomerados editoriales
Guadalajara (N22/Huemanzin Rodríguez).- Una plática con el escritor en el marco de la pasada III Bienal Mario Vargas Llosa.
¿Qué le parece un encuentro de estas características que nos reúne hoy?
Hay una red de encuentros en América Latina, en hispanoamérica, de escritores, escritoras, que demuestra que la literatura es un activo permanente en la literatura y en la existencia de América Latina y de España, como sitios literarios privilegiados, y estos encuentros dan la oportunidad del diálogo entre escritores frente al público. Es una manera, también, de abrir el interés de la gente frente a los libros y oír a los escritores hablar de sus propias obras y también de los problemas contemporáneos.
La Bienal tiene como uno de sus ejes el concepto de frontera, ¿cómo definiría la frontera?
Hay un multiplicidad de conceptos sobre la frontera: las fronteras físicas que hoy son tan importantes porque este es un siglo marcado por las migraciones no sólo en América Latina sino también en el mundo, en el mundo hay más muros que nunca. Muros naturales y muros artificialmente levantados para detener estas olas migratorias que lo que demuestran es la gran desigualdad económica y social que existe entre unos territorios y otros. Pero también están las fronteras intelectuales, las fronteras espirituales que no permiten lograr este tipo de integración. En tiempos de la globalización debería corresponderse con la globalización económica y tecnológica, una globalización espiritual, me parece que ese es un tema de la literatura y de la sociedad.
Me parece que lo que mejor hemos globalizado son los miedos.
Es que el miedo está en la cavernas del ser humano, en las cavernas más profundas del ser humano y la demagogia de determinados momentos de la humanidad lo que hace es sacarlas a flote de nuevo. Es lo que pasó en Europa en los años veinte, treinta, y en el mundo entero, cuando se empezó a exacerbar el sentimiento antijudío y desembocó en esta terrible catástrofe de los años cuarenta del nazismo, del fascismo. Hoy en día el miedo al otro, el terror frente a lo que el otro trae consigo, su cultura, su modo de vestir, hasta su modo de comer, sus modales, lo que es extranjero y lo que nos enseña el discurso demagógico que nos induce a rechazar. Ese miedo es peligrosísimo, ese miedo llega a las catástrofes como ya lo hemos visto, sobre todo cuando estos miedos son levantados por causas religiosas, por causas raciales, entonces la humanidad entra en encrucijadas muy difíciles de resolver.
En términos de actitud, escribir, crear una novela, un ensayo, ¿es una actitud política, un acto político?
Yo diría que antes que nada es un acto de libertad. No lo vería como un hecho político, como un acto político desde la perspectiva ideológica porque entonces me parecería un fracaso de antemano. Trata de vender la idea de un sistema político, de una ideología liberadora que aparezca desde las páginas de una novela es mutilar las posibilidades de la novela. La novela es un espacio crítico múltiple. Los personajes encarnan distintas tendencias, distintos modos de pensar, de sentir, de ver el mundo y si alguien impone un molde, un cepo ideológico sobre las páginas que está escribiendo entonces mutila a los personajes, y sus posibilidades de acción y de libertad. Me parece que la novela como instrumento de propaganda política es de por sí ya un fracaso.
Que la novela refleje situaciones políticas en la lectura del lector porque se atiene a los espacios de realidad sobre los cuales los personajes andan, eso es inevitable, porque cada novela es hija de su propia circunstancia, pero eso corresponde al lector dilucidarlo de acuerdo a lo que tiene entre manos al leer una novela.
Sé que es escritor, no crítico, pero me hace pensar mucho cómo a la distancia hemos entendido que la novela francesa y la novela rusa nos ayudaron a entender gran parte de finales del siglo XIX, como la novela estadounidense gran parte de la primera mitad del siglo XX y América Latina reinventándose en un proceso desde principios de ese mismo siglo, pero que de alguna maner años sesenta hasta los años noventa, ¿en qué momento nos encontramos, ha cambiado la industria editorial, ha cambiado nuestra forma de comunicarnos?
La novela es un hecho sociológico. Y ahora que me estás mencionando a la novela francesa y a la novela rusa del siglo XIX o la novela de la primera década del siglo XX en EEUU, son novelas que reflejan las maneras de vivir, los grandes fenómenos sociales y no podría ser de otra manera porque el mundo está sufriendo transformaciones muy grandes empezando por la era industrial, la invasión de la máquina, de las textileras en la vida de las personas, eso desordena la antigua organización social, introduce elementos y eso va a dar a la novela, sin olvidar que la novela está construida con base en personajes no en hechos sociales, ni hechos políticos. cuando uno lee a Balzac, puede ver un mosaico de la sociedad palpitando; cuando lee a Tolstoi también es la sociedad la que está hablando o cuando lee Zolá a finales del siglo XIX, reflejan todos estos grandes hechos sociale sin dejar nunca de ser novelas. La novela latinoamericana pasa por ese mismo tamiz, así como en el pasado tuvimos una novela bananera, o una novela de las dictaduras militares y se les debe llamar así, la del hombre contra la naturaleza, civilización vs barbarie, es porque eran grandes ciclos de la historia de América Latina. Hoy en día, quién puede ser ajeno a una novela al narcotráfico, a las migraciones, a la corrupción, a la desigualdad social, son los grandes fenómenos que mueven la historia de América Latina.
Esto para mí no son reglas porque la literatura no acepta reglas, yo hablo de los fenómenos que son visibles, pero también una puede ser ajena a los fenómenos visibles y ser una gran novela. El asunto es ver a la novela como una obra de arte consumada.
¿Como la novela total?
La novela total siempre ha sido una gran ambición de América Latina. Creo que heredamos un paisaje tan vasto, tan inmenso, un continente tan inaprensible que siempre aspiramos a la novela total.
Cuando uno lee las novelas que se están escribiendo ahora, cuando lee las novelas de sus colegas de América Latina, ¿qué le dicen?
Me comunican una América Latina que para mí tienen distintos comportamientos que las novelas logran percibir en sus distintas dimensiones. Y hay distintas maneras de interpretarlo y de entenderlo. Lo que escucho es un coro de voces que están sonando por distintas partes y através de todos voy construyendo esa sinfonía que me da el sentido de la América Latina y, sobre todo, porque tenemos una sola lengua y ésa es una gran ventaja.
¿Cuáles son sus intereses como creador en la novela?
No hay que olvidar que yo pertenezco a una generación que está colocada en el filo de esta navaja, entre lo que podemos llamar la cultura de ayer y la cultura de mañana, entendiendo el hoy como una gran precariedad. Yo vengo de las raíces de esa cultura que se valió a sí misma sin la gran transformación tecnológica que estamos viviendo. Lo importante para mí es, sin dejar mi propio territorio que es la cultura del siglo XX, entender el otro territorio y traspasarme hacia él. Y eso tiene que verse en la literatura, apropiarse de los medios tecnológicos de la era digital. Ignorarlos es la ceguera, es quedarse en la oscuridad de las cavernas. Ver cómo estamos viviendo un cambio de civilización totalmente distinta que afecta no sólo las maneras de comunicarse, de vivir y sino que afecta los valores morales, éticos. Hay una gran transformación social en la que apenas estamos entrando: los modos de las relaciones sexuales, los conceptos de género, las maneras distintas de ver el mundo.
¿Nos cambia el idioma, el idioma es algo vivo?
Cambia mucho el idioma. Nosotros hablamos una lengua contaminada, me gusta decir. Nunca hemos hablado una lengua pura, ni existe una lengua pura. Esa sería una pretensión banal y absurda. La lengua es muy dinámica y cada generación va introduciendo nuevos términos. Hay un envejecimiento rápido de la lengua para dar paso a nuevos términos. Y así es la dinámica del lenguaje. Hay que estar abiertos a ver el lenguaje como un fenómeno vital.
¿Cuál es la responsabilidad al momento de escribir y cuál es la responsabilidad cuando eso se publica?
Yo creo que la primera responsabilidad es con la literatura misma. La literatura no es un oficio superficial sino un oficio de fondo. Creo que un libro madura en la propia escritura y está listo para publicarse cuando yo considera que la tinta se ha secado lo suficiente. Nunca corro a publicar porque estoy haciendo falta en los estantes de novedades de las librerías, no veo a la literatura como esa banalidad. No veo a la literatura por sus afectos comerciales. Claro, mis libros tienen que venderse para llegar al lector, eso es imprescindible, pero no estoy preocupado por estar siempre en la cartelera.
Hace unos días hablaba con David Toscana y él decía que la mayor frontera que hoy tiene la literatura es con el lector, ¿cree que habrá que encontrar nuevos mecanismos para encontrarse con el lector?
Yo creo que la responsabilidad permanente de la literatura ha sido siempre con el lector. La literatura sin lectores no existiría. Creo que nadie escribe para sí mismo. Uno escribe para el lector y tiene un diálogo constante con ese lector invisible. Entender que lo que tengo de frente es un lector inteligente, perspicaz, exigente, que no me va a dejar pasar una y frente al cual yo tengo una responsabilidad. No estoy frente a un lector superficial. Y me hago cargo de esa responsabilidad.
Recién se conmemoran 200 años del nacimiento de Walt Whitman y él escribió mucho sobre la idea de democracia, pareciera increíble que un autor de hace 200 años tuviera esta crítica, a partir de la literatura, de incidir en el EEUU que le tocó vivir. Conforme pasan los años parece que las utopías van derrumbándose.
Creo que Whitman tiene un lugar entre los padres fundadores de EEUU, Jefferson, Washington, Lincoln. Whitman es de los fundadores de lo que es el ser estadounidense, esta idea profunda de democracia abierta, de la democracia que echa raíces en el pueblo. Y esas ideas fundamentales sobre la democracia expresadas a través de su poes+ia inmensa, inconmensurable, que habla de todo que se inscribe dentro de los grandes constructores de lo que es la nación de EEUU. Ese es el lugar de Whitman.
En el caso de su literatura ¿hay algo que tenga que ver con esa idea de democracia?
La literatura para mí es democracia en sí misma, en tanto la literatura es un espacio de libertad, es una expresión de la democracia. Y mi aspiración es siempre llegar al común de los lectores, no tener lectores elitistas, sino ser leído por todos y que la literatura actúe como una palanca de construcción del futuro.
¿Cuál cree que sea en este momento lo que más le interesa de la literatura?
La posibilidades que la literatura tiene siempre de reflejar las sociedades a través de los individuos. La literatura tiene para mí el papel de transformar el número estadístico en individuos. Uno puede hablar de los fenómenos de la inmigración y decir: 5o mil inmigrantes llegan a Tijuana, a Ciudad Juárez en busca de la frontera con Estados Unidos, pero lo importante es acercarse a los rostros de esa multitud que es un número, verlos de cerca, ver el drama personal que viven, esos niños que viajan sin padres, esos inmigrantes campesinos pobres que nunca han salido de sus aldeas y de repente se encuentran enfrentados al “sueño americano”. Lo que dejaron atrás, lo que les espera en el futuro. Ahí están las historias y uno tiene que buscar las historias siempre.
¿Esas historias también lo transforman?
Al escritor terminan transformándolo porque las historias tienen que impresionar primero al escritor, tocarlo en lo profundo y luego pasar a escribirlas.
Es decir, las historias vienen primero de las tripas y después…
Desde dentro, sí. Tienen que estallar dentro de uno y para transformarse en historias que vayan a dar al papel.
Hay un anuncio de posibles acuerdos y apoyos entre EEUU y México para desarrollar Centroamérica, ¿qué le parece esto?
Ojalá se concrete, ya vivimos hace quince, veinte años esta posibilidad, el famoso Plan Puebla que nunca se concretó en tiempos del presidente Vicente Fox, que a mí me pareció que era muy pertinente de la integración centroamericana a través de la creación de estructura, de ferrocarriles, de puertos, y esta vieja idea de detener las migraciones a través de desarrollo en el sur de México y en Centroamérica tiene una lógica aplastante, lo importante es cuántos recursos se destinan a eso. Y tampoco se va a resolver en un par de años.
También tiene que ver con un reconocimiento no sólo de su talento sino de la publicación de ciertos grupos editoriales con proyección internacional que permite que nosotros podamos leer a un escritor en otro país que no ha nacido, pero eso no pasa con todos los escritores.
No pasa en ninguna parte del mundo. La escritura literaria no es un oficio de miles, la del lector es un oficio de miles, pero la del escritor es el oficio de una minoría. Y esa minoría hay que hacer que llegue a las editoriales, a las bibliotecas, que se lean, que circule. Venga de donde venga. Porque también hay escritoras mexicanas muy valiosas que no llegan a Centroamérica. Eso es lo que hay que resolver.
Me hace pensar un poco en Los demasiados libros, de Gabriel Zaid…
Es que tampoco podemos decir “que no se publique tantos libros”. Mientras más libros se publiquen, más se habla de la salud de una cultura. Yo creo que, para mí es un fenómeno muy saludable que en México se publiquen tantos libros, aquí publican tanto las universidades, los consejos municipales, los estados, el gobierno federal apoya a la publicación del libro, ojalá eso no termine nunca. Están los libros que publican las instituciones, los libros de las editoriales privadas. Este es un país que publica muchos libros, ojalá se leyeran más de lo que se lee, porque México no está entre los países con más lectores en el mundo, lo que es una gran contradicción, teniendo una oferta editorial tan grande y a precio tan accesible, porque aquí los libros no son tan caros como en otras partes de América Latina.
Imagen: Melissa Fernández