¿Cómo surge el intercambio de materiales y las co-creaciones entre estos dos grupos? Un vistazo al pasado a partir de una película de Ripstein
Ciudad de México (N22/Huemanzin Rodríguez).- Como parte de las actividades que organiza el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) en torno a la exposición Un arte sin tutela: El salón Independiente 1968-1971, proyectaron la película La hora de los niños (1969), dirigida por Arturo Ripstein, resultado de la colaboración entre los grupos Salón Independiente y Cine Independiente de México.
“Cuando habíamos decidido qué filmar, cenaba unos tacos con Rafael Castanedo y platicábamos qué es el cine, y qué es lo que yo quería transmitir. Y lo que decía el cuento de Miret era el tiempo, ese tiempo exasperante. Y le dije a Castanedo: Yo lo que quiero en esta película, donde está un hombre que le reclama a un niño que ha estado muchísimo tiempo con él, es que se sienta el tiempo. Decidí filmar la película en estos términos. Y alargar, hasta donde fuera posible, cada una de las escenas.”
La cinta tiene largos planos secuencia sin movimiento y en muchas ocasiones sin actores. El espectador imagina lo que ocurre dentro de un departamento durante la noche como si fuera un mudo testigo de lo que pasa adentro. Tras la proyección de la película en el auditorio del MUAC, conversaron el artista Brian Nissen y el autor de la cinta, Arturo Ripstein. Nissen recordó los motivos que detonaron el Salón Independiente.
“1968 fue un parteaguas en México en muchos aspectos. El Salón Independiente se formó con un grupo de artistas que después llamaron la Generación de la Ruptura, un nombramiento que a muchos de nosotros no nos gustó. Sí buscábamos una distancia de la tiranía oficial y de la Escuela Mexicana de Pintura, pero nos pensamos más como una apertura que miraba más afuera como ya había pasado en otros países de América Latina. Tampoco era una novedad, porque Rufino Tamayo ya estaba muy abierto a lo que ocurría en el resto del mundo. Siqueiros lo acusó de traicionar a la pintura mexicana. Como generación nosotros nos sumamos a esas búsquedas más allá de México.”
“Ese año fueron los primero Juegos Olímpicos en América Latina y eso fue un reto para el gobierno que quería que fueran los mejores Juegos Olímpicos. El Salón Independiente fue resultado de una magna exposición que organizaba el gobierno. Muchos artistas de la plana mayor no quisieron participar por la represión vivida ese año, muchas manifestaciones estudiantiles habían terminado en represiones violentas y no quisimos participar y fundamos nuestro propio salón. En ese momento el mundo de la cultura estaba muy cercano: cineastas, escritores, artistas, directores de teatro. Por nuestras simpatías e ideas coincidimos con muchos y fue por eso que colaboramos con el grupo Cine Independiente de México.”
La colaboración entre Salón Independiente y Cine Independiente de México nació tras la documentación que hicieron los cineastas de la obra de los artistas. Entre los integrantes de Cine Independiente además de Ripstein, también estaban Rafael Castanedo, Tomás Pérez Turrent, Pedro Miret y Felipe Cazals. En una fiesta donde varios coincidieron es donde nació la colaboración: obras para subastar y así financiar las películas La hora de los niños de Ripstein y Familiaridades de Cazals, como cuenta Ripstein:
“Decidimos estos cinco que íbamos a hacer el Cine Independiente de México, era hacer cada uno de nosotros una película, Miret no tenía pretensiones de cineasta pero quería colaborar con nosotros. Turrent quería ser cineasta, nunca lo fue; Castanedo, al final decidimos hacer tres películas. Calculamos cuánto nos podrían costar las películas y calculamos que era algo así como 4 mil dólares, algo así como 50 mil pesos, más o menos. Después de filmar al Salón Independiente, antes de tener las películas planeadas, lo que hicimos fue caer como buitres a los pintores a pedirles a todos que nos regalaran obra. Prácticamente todos nos regalaron cosas formidables excepto, Tamayo, quien inmediatamente nos mandó al carajo. Nosotros nos pusimos Cine Independiente, porque le copiamos al Salón Independiente, y en lo que coincidíamos es que no teníamos apoyos gubernamentales, que era algo que pensábamos más para proyectar en museos o cineclubes, digamos que éramos independientes del éxito.”
La película La hora de los niños, basada en un cuento de Pedro Miret, fue filmada en los departamentos Condesa a finales de la década de los sesenta. El reparto estuvo integrado por Carlos Savage, Bebi Pecanins, Carlos Nieto y Marta Zamora. El asistente de producción fue Jorge Fons, el ayudante de cámara Toni Kuhn, la fotografía de Alexis Rivas, y el montaje Rafael Castanedo. La película fue estrenada en 1971 el Salón Rojo de la vieja Cineteca Nacional, entonces fue celebrada por el crítico de cine Emilio García Riera, sin embargo no todo el público compartió la opinión, como cuenta Ripstein.
“Esta es la primera vez que se la película se exhibe en una sala con público que no termina con estruendo, con gritos y pataleo. Una vez terminada la película la reestrenamos en el Auditorio Justo Sierra de la UNAM. Y a la mitad de la película empezó un escándalo que enfrentó a la mitad de la sala con la otra mitad, hubo bofetadas y trompadas, arrancaron butacas. Se puso desagradable. Unos gritaban ‘Vete a ver El arbolito de Navidad’, que era una película muy taquillera de entonces. Y los otros respondían con mentadas de madre. Yo salí como pude. Y eso más o menos solía pasar cada vez que se proyectó las siguientes ocasiones. Yo creo que tiene que ver con el tiempo, esa espera que produce angustia.
La película desapareció durante años, no había negativos. Y muchos años después, alguien que trabajaba en el laboratorio donde hicimos el revelado, me llamó y me dijo: Van a desmantelar el laboratorio y parece que ahí están las latas de tu película, ¿quisieras ver si podemos rescatarla?… Yo dije: ¡Sí! ¡Claro! Entonces entró alguien como un topo y se metió entre las latas, las encontró y me las entregó para mi júbilo. Yo lo primero que hice fue traerla a la Filmoteca de la UNAM en donde hicieron esta buena copia de cinta.”