“América es una tierra de caudillos. Hasta hoy los estamos buscando y los estamos deseando”

El escritor cubano Rodolfo Alpízar Castillo se cuestiona por qué en América necesitamos tanto la figura del dictador, por qué, a pesar de la historia, volvemos a éste que promete “orden y control”, pero ¿bajo qué condiciones?

 

Ciudad de México (N22/Ana León).- Urgencio García y Alvarado es un coronel sin ninguna virtud. “Mi dictador es un hombre que no sirve para nada”, comenta el escritor cubano Rodolfo Alpízar Castillo sobre el protagonista de su novela La sublime embriaguez del poder, “pero los dictadores de casi toda la literatura sobre dictadores que ha habido en América tienen algo positivo, si no es un gran administrador, es un dios todopoderoso o es un hombre de mucha simpatía. Pues el mío no es nada de eso. El mío llegó a donde llegó por casualidad, pero no sirve para nada.”

Esta novela, que demoró diez años en publicar, tal vez más, y que vio la luz en 2009, apareció los primeros meses de este año en nuestro país bajo el sello Elefanta Editorial. En ella, Alpízar recrea esta figura desde el humor y la ironía, pero debajo de aquél caótico personaje se teje una trama más cruda, la de muchas dictaduras latinoamericanas sangrientas, caribeñas, protagonizadas por personajes como Anastasio Somoza (Nicaragua), Rafael Leónidas Trujillo (República Dominicana), Marcos Pérez Jiménez (Venezuela) y Fulgencio Batista (Cuba).

A este género que ha retratado a “vulgares usurpadores” que “buscaron darles vestiduras legales a sus regímenes” [como escribe Juan Bosch en Póker de espanto en el Caribe], abona Alpízar con la figura de su caudillo. En el género de la novela de dictador también han incursionado autores como Mario Vargas Llosa (La fiesta del chivo), Augusto Roa Bastos (Yo, el supremo) o Gabriel García Márquez (El otoño del patriarca). Respecto a esta novela charlamos con su autor, en su paso por la pasada FIL Zócalo que tuvo como invitadas de honor a las Letras del Caribe.

Desde tu perspectiva, ¿qué rasgos comparten las letras del Caribe, cuáles son los temas que han heredado a una región tan amplia como América Latina?

Para mí el problema está en que al hablar del Caribe nos olvidamos de que hay más de un Caribe: hay un Caribe anglófono, francófono, hispánico, yo conozco más, desde luego, el hispánico. Depende también si hablamos del gran Caribe o del Caribe insular. Para mí la expresión es muy ambigua porque si hablamos del Caribe insular están Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba, pero el Caribe es también un poco Venezuela. Hay una unidad básica que es la lengua que heredamos de España, la lengua y su cultura. Aquí en América se formó la gran mezcolanza. Esa gran mezcolanza nos ha dado esta cultura mestiza, y creo que sería una definición perfecta decir que somos una cultura mestiza lingüística y de todas las formas.

Tu libro, La sublime embriaguez del poder, lo publicaste en 2009, pero tengo entendido que lo empezaste a preparar diez años antes. En todo ese tiempo, ¿cómo fue mutando la idea de poder en América Latina hasta dar forma o decantarse en la figura del caudillo?

Fue mucho más tiempo. Mi dictador es un hombre que no sirve para nada, pero los dictadores de casi toda la literatura sobre dictadores que ha habido en América tiene algo positivo, si no es un gran administrador, es un dios todopoderoso o es un hombre de mucha simpatía. Pues el mío no es nada de eso. El mío llegó donde llegó por casualidad, pero no sirve para nada. Sin embargo, es una novela de principio a fin, con un mensaje antidictatorial, antimilitarista y, sobre todo, llena de humor de principio a fin. A pesar de lo cual me han dicho que es dura, porque hay una lectura que se le escapa a todo el mundo. […] Es crudo el humor.

Hay una novela incluida dentro de la novela, una mini novela, y esa novela es terrible porque al final, ¿qué es lo queda? Es terrible. Hay dictaduras que al combatirlas, lo que viene después, esa democracia, ¿qué es? Esa es mi inquietud. De todas maneras yo quería burlarme de los que escriben novelas de dictadores.

Eres lingüista, traductor y escritor, casi un arqueólogo de la palabra, urgas en su significado y das forma a través de la ironía, el humor y la burla a un personaje como Urgencio, con un potente sentido crítico.

Hace unos meses me hicieron una entrevista y precisamente hablé de mi concepción del tema. América es una tierra de caudillos. Hasta hoy los estamos buscando y los estamos deseando. Es increíble. Estamos en la infancia todavía. Necesitamos a papá y a mamá que nos dirijan. Es lamentable. El concepto democrático, verdaderamente, no está en nuestra sangre todavía y eso duele.

¿Es ésa una de las razones de que esta figura se ha mantenido o justo la queremos seguir manteniendo en el siglo XXI, que no hemos crecido ni alcanzado esa madurez como región geográfica?

Sí. En casi todos los países necesitamos al caudillo, lo añoramos, está visto. Quizás no sé si es todo el mundo pero los americanos o todos los hijos de España, porque bueno, en España todavía hay quien dice ‘ay, en el tiempo de Franco…’ y sabemos lo que fue Franco. Y aquí en América todavía hay quien está hablando de épocas pasadas “porque fueron mejores”, no son mejores. Hace tiempo en una entrevista a un señor en la calle le preguntaron: “¿por qué vas a votar por este señor?” y su respuesta fue: “porque va a poner orden y control”. Y yo me asusto, ¡orden y control es lo más importante!, ¡¿y la libertad, el ser libre, el ser uno mismo?! Eso es lo que habría que ver cómo se logra en libertad y parece que no nos alcanza la inteligencia, no nos alcanzan las fuerzas y buscamos al dictador que nos ponga orden y progreso. El progreso tiene que tener orden y tiene que tener control, ¡hombre, ¿y no puede ser con libertad?! Yo me pregunto por qué los americanos –nosotros somos americanos–, por qué necesitamos tanto al dictador.

¿Y te has respondido por qué seguimos buscando a esa figura?

Está en nuestra formación histórica. Esa manera en que nos hemos formado, en que hemos seguido siempre a alguien. Creo que estamos en la infancia, espero que eso pase. No estoy seguro de que lo vaya a ver.

La extremas izquierda en América son absurdas, apuestan siempre por lo peor. Si hay un candidato que va a buscar más o menos un entendimiento entre un lugar y el otro, ‘¡no, ése no!’, es preferible el otro el muy malo porque entonces podemos enfrentarnos, ¿no puede existir una cultura del diálogo, de entendernos? No estoy hablando de una pretendida unificación de los deseos de la derecha con la izquierda, no, pero hay medios que hay que buscar. Yo soy un poquito centrista, me parece, la idea me ha llevado al centro, era más izquierdista.

¿No te parece que esta idea de progreso bajo el que han organizado muchos gobiernos, tiene una cara más perversa?

Está la cuestión de si hay progreso o desarrollo que es una cosa muy diferente y nos estamos yendo por eso, y lo ves en todo el mundo caminando por ahí que tiene un reloj bonito, muy de última generación, y están viendo eso como progreso, pero no es desarrollo. Desarrollo es que nos desarrollemos como personas, como seres humanos. Yo no sé en estos momentos, estoy un poco escéptico, de adónde hemos llegado y adónde vamos.

Hace muchos años haciendo una traducción de un ensayo brasileño el ensayista al final decía que en las últimas manifestaciones que había visto en Brasil, la gente no estaba exigiendo ser ciudadanos, estaban exigiendo su derecho al consumo. Se nos ha impuesto la cultura del consumo. Es un triunfo de las fuerzas más oscuras de la humanidad el que todos tengamos que pensar en consumo. Nos han metido eso en la cabeza.

El Caribe ha sido escenario de diferentes dictaduras sangrientas orquestadas por estas figuras que relacionas con el absurdo, tu personaje ¿hace un guiño a Batista, por ejemplo?

Hice un guiño a muchos dictadores. Por ejemplo, él usa unos calzones rojos, eso lo leí en alguna parte, que un dictador de los años treinta, Machado, los usaba. Y lo usé y me gustó la idea. Pensé mucho en Trujillo, tremendo dictador, y Batista también. Quizás diríamos que esos tres modelos fundamentalmente. Y algo literario, también, los dictadores literarios me sirvieron para eso también.

La forma en que construiste la personalidad de este personaje me recordó un poco al trabajo de Juan Bosch en el libro Póker de espanto en el Caribe, que son Trujillo, Batista, Pérez Jiménez y Somoza. Construye esta figura no sólo desde los rasgos físicos sino también desde lo psicológico…

El mío es más un personaje literario. Tomo puntos de referencia pero es más un personaje literario. Yo hago literatura, incluso en la literatura histórica, pongo por encima de lo histórico la literatura. En este caso no es una novela situada en alguna parte del mundo, está en algún lugar que además dice que no es Cuba. Es un personaje totalmente literario, lo que pasa es que en América los dictadores son muy reales. Todavía están naciendo y la gente está votando por ellos.  

¿Por qué niegas la referencia geográfica?

Simplemente por universalizar, porque el concepto de dictador no es un concepto cubano, ni es dominicano, ni es mexicano. El dictador es un ente latinoamericano por excelencia. No mezclé ninguna realidad para hablar de este personaje, sino que mezclé la realidad para hablar libremente de lo que yo quisiera y además convertirlo. Hay mucha gente que es excesivamente realista al leer y exigen un realismo al autor que a mí no me da la gana aceptar, entonces si lo sitúo en Cuba tengo que hablar de la ropa cubana, de la comida cubana… Yo lo sitúo en un lugar cualquiera y puede andar a caballo, puede andar en automóvil. De hecho, lo sitúo en una época aproximadamente de la fecha de Machado, precisamente para tener distancia, porque la distancia es muy importante para poder hablar.

Volviendo un poco a la importancia que das a las palabras y yendo a un tema un poco más general, ¿cómo nombrar a Cuba hoy día, cómo enunciarla, cómo describirla?

Cuando lo sepa te llamo. No la he evaluado todavía. No debo hablar mucho de eso en este momento porque estamos en un proceso de discusión de la Constitución. Ninguno de los grandes intelectuales conocidos de Cuba, en este momento, he visto que se hayan pronunciado respecto a la Constitución, nos estamos pronunciando la clase media.  La alta aristocracia intelectual cubana no, o por lo menos yo no los he leído.

¿Crees que todavía, desde afuera, se tiene una imagen idealizada de Cuba?

Totalmente. La Cuba que yo conozco no tiene nada que ver con la Cuba de muchos amigos que llegan de pronto y se paran además a exhortarnos, ‘hagan esto, hagan lo otro’. Idealizada a favor y en contra, ideal no quiere decir que sea excelente. Hay personas que tienen una visión de Cuba como una dictadura terrible y no lo es. Y otras como un paraíso en la Tierra y menos lo es. Pero sí un país donde se pasa mucho trabajo para vivir, pero no es la gran dictadura, tampoco.

Hay una libertad de creación que quizá algunos queramos que sea más fuerte, pero está, existe. Porque, además, la libertad de creación no existe en ninguna parte del mundo, todos luchamos por ella pero no es tan exacta, no es tan canónica. Yo soy de los que luchan por la libertad de creación y todos los días me quejo, pero entiendo que en Cuba ya no es tan terrible como les tocó en los setentas, por ejemplo. Que hay gente escondida, agazapada que quisiera volver, sí. Es por eso que todos debemos hablar más y hacer más cosas.

Es lo que me llama la atención de las grandes figuras nuestras, dentro y fuera, que a veces están en el discursito ese de trincheras de acá y de trincheras de allá, y se olvidan de que ya esas dos trincheras no existen. Existe un algo intermedio sin nombre y tenemos que ver que salga algo bueno de ahí.

Hace poco tuve la oportunidad de platicar con el escritor cubano Carlos Manuel Álvarez y me decía que Cuba se vive en la urgencia, en esta urgencia de la vida cotidiana.

Totalmente. Es una urgencia tanta que creo que hasta el gobierno vive en eso. Creo que todo el mundo, desde el más simple ciudadano hasta el más alto dignatario, vivimos de eso. Estamos por lo urgente a veces más que por lo necesario. Es terrible. Todos estamos enfermos de urgencia. Tiene razón ese escritor que no lo conozco. ¿Y es joven? Los jóvenes tienen más claridad que nosotros, estamos más anquilosados.

 

Rodolfo Alpízar Castillo

La sublime embriaguez del poder

Elefanta Editorial

 

*Imagen: Rafael Leónidas Trujillo