El 68, palabra y poesía

Diferentes autores refieren al movimiento estudiantil, miran los hechos con sentido crítico pero también sensible

Ciudad de México (N22/Alizbeth Mercado).– La anécdota es conocida: el 4 de octubre de 1968, Octavio Paz dejó su cargo como embajador de México en la India a raíz de la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco. Desde su postura como poeta escribió ante el descontento el poema “Intermitencias del oeste (México: Olimpiada de 1968)”, que puede leerse en Ladera Este, libro de poemas que escribió entre 1962 y 1998.

Pero Paz no fue el único, Rosario Castellanos, Eduardo Lizalde, Rubén Bonifaz Nuño, Jaime Sabines, Thelma Nava, José Emilio Pacheco, Jaime Labastida, entre otros poetas “expresaron la indignación y supieron decir lo ocurrido con todas sus letras y señalar hacia la figura represora, avergonzarse y hacerse esa pregunta que está desde el poema de Paz, ¿por qué llegar a esa situación? […] la poesía cumple esa gran función de señalar, de sellar, digamos, lo que es el hecho histórico y acusar a las autoridades” dijo Alejandro Toledo (1), estudioso de la literatura del 68, como él mismo la ha tipificado.

La poesía destacó por su descontento homogéneo y politización, los escritores tomaron postura y el espacio privado –si podemos entender así la poesía–, pasó a ser parte de la vida pública. La lírica denunció y pasó a ser parte de la versión que arremetió contra la oficial.  “Los poetas ya marcan, digamos, lo que fue ese suceso histórico, las señas básicas de lo que fue una represión del Estado, porque había mucha confusión, entonces los periódicos hablaban de una batalla, de un enfrentamiento, fue un acto represivo. No es que hubiera dos grupos peleándose, sino que era simplemente el Estado masacrando a ciudadanos inocentes.”

De acuerdo con Toledo, la literatura del 68 se refiere a títulos que se escribieron desde 1971 –tres años después de los hechos debido a la censura– con Juegos de invierno, de Rafael Solana y “que se continuó [escribiendo] a finales del 1999 con Amuleto, de Bolaño, que trata de aquella mujer que se queda encerrada en los baños de la facultad de Filosofía y Letras de la Torre de Humanidades de 1968 durante la toma de Ciudad Universitaria”.

Mientras que algunas novelas, de acuerdo con Toledo, reforzaron la versión oficial como en Juegos de Invierno de Solana y La plaza de Luis Spota “es una de las más importantes que, al principio participa de la indignación y después crea a un funcionario del gobierno de Díaz Ordaz, para justificar el asunto y señalar al Estado como una víctima más de los sucesos del 2 de octubre”.

Una pieza que fue escrita antes, pero cuenta con ciertos símbolos que tenemos en mente al hablar de la ciudadanía y los estudiantes movilizados como la apropiación del espacio público es Palinuro de México, de Fernando del Paso “en donde el 68 apenas aparece en menciones y nada más es darle un trasfondo, pero que encarna muchas de aquellas inquietudes que tenían los jóvenes en los años sesenta.”

Otras novelas son La invitación y Crónica de la intervención, de Juan García Ponce, son “un gran mosaico ubicado en el 68 donde la vida privada de los personajes de García Ponce se confrontan con la historia patria, con lo ocurrido en el movimiento estudiantil y la matanza de Tlatelolco”. Las siguientes, hablan del movimiento de forma tangencial:  Si muero lejos de ti, de Jorge Aguilar Mora; Muertes de aurora, de Gerardo de la Torre; Con él, conmigo, con nosotros tres, de María Luisa Mendoza; Los símbolos transparentes, de Gonzalo Martré; Manifestación de silencios, de Arturo Azuela; y Que la carne es hierba, de Marco Antonio Campos. Los líderes estudiantiles también escribieron piezas como Pensar el 68.

Aunque, lo que más conocemos son los testimonios recogidos por Luis González de Alba en Los días y los años, y de Elena Poniatowska La noche de Tlatelolco; o Días de guardar, de Carlos Monsiváis, que confrontan la versión oficial, difundida por la prensa, y desde los libelos, que son textos que calumnian personas, ideas o instituciones.

“Es curiosamente este libelo que se llama El móndrigo, un libro que se hizo en la Secretaría de Gobernación, según Carlos Fuentes por el filósofo Emilio Uranga y que es una propuesta, una prolongación de la versión oficial que se difunde en la prensa en el 68 con la idea de que hubo un ataque comunista o extranjero al país y lo que hizo el gobierno fue apagar, digamos, esa revuelta por elementos extranjeros, esa fue la versión oficial y según Díaz Ordaz no había elementos para la protesta. La verdad oficial que finalmente era una mentira circuló de manera clandestina.”

El móndrigo tuvo tres ediciones y no se vendía en las librerías, sino que aparecía en parabrisas de autos, en los buzones de las casas, eran sembrados así. La editorial es inventada y el redactor es, posiblemente, Emilio Uranga, lo que hace es servirse de los reportes de la Dirección Federal de Seguridad para contar una historia interna del Consejo Nacional de Huelga, sosteniendo que los jóvenes habían sido preparados, convencidos de iniciar una revolución socialista y que incluso el 2 de octubre, ellos fueron los primeros en atacar a los soldados para provocar esa supuesta guerra socialista. Echeverría creía en la letra impresa, creía que estos libros iban a influir en la gente, en el pueblo.

Otros libelos publicados –que no se refieren exclusivamente a 1968, también se escribieron sobre los sucesos de Ciudad Madera en 1965 y el 10 de junio de 1971– son Jueves de Corpus sangriento, El guerrillero, de Ernesto Camarada y ¡Qué poca… madera!, de José Santos Valdés.

También existen las memorias de Gustavo Díaz Ordaz, que no han sido publicadas, pero Enrique Krauze hace referencia a ellas en un artículo publicado en Letras Libres, dice que el expresidente se “exonera de una responsabilidad histórica que él mismo asumió en su totalidad.” (2)

Pese a los intentos del gobierno por construir una versión oficial, finalmente, explica Toledo, la versión oficial, terminó por considerarse como era, desde el principio: absurda. Y la que se impone es la versión de los vencidos.

 

 

(1) Alejandro Toledo escribió junto con Marco Antonio Campos la antología Poemas y narraciones sobre el movimiento estudiantil de 1968, publicada por la UNAM en 1996.

(2) En junio de este año, Ciro Gómez Leyva dio a conocer la primera parte de las memorias en su noticiero, transmitido en Imagen Televisión.