Jonathan Anderson, director artístico de la firma, destaca la capacidad de la vencedora para «tomar la tradición, la artesanía, y volverla abstracta»
Redacción / Ciudad de México
La obra que se ha alzado este martes con el premio de la cuarta edición del Craft Prize de Fundación Loewe, el premio de artesanía de excelencia más importante del mundo, es una instalación que, en la distancia, parece una enorme nube rocosa colgada de la pared a medio metro del suelo. La cercanía, sin embargo, permite apreciar que, en realidad, se trata de una prodigiosa amalgama de bordados, encajes y otras labores textiles que, mezcladas y superpuestas, parecen casi borrosas, como si el tiempo las hubiera aglutinado de forma natural.
La pieza, llamada SHE, fue creada en 2016 por la artista china Lin Fanglu.
«Lo que llamó la atención al jurado fue esta idea de tomar la tradición, de la artesanía, y volverla abstracta», afirmó en una entrevista para el diario El País, Jonathan Anderson, director artístico de Loewe y miembro del jurado del certamen. «La escala de la pieza es muy poco habitual, y crea la sensación de ser absorbido por una especie de paisaje abstracto. Era algo que gran parte del jurado nunca había visto, y ese carácter novedoso fue muy importante a la hora de decidirnos».
Para Lin Fanglu, nacida en 1989, vivir en Pekín no es incompatible con dirigir la mirada al mundo rural. Para crear esta obra, acudió a Yunnan, una provincia montañosa del suroeste de China hogar de varias minorías étnicas. «Llevo años pensando en la artesanía tradicional desde la perspectiva del arte contemporáneo», explicó a El País. «He visitado muchas veces Yunnan, para entender las condiciones en que viven sus habitantes, y para comprender las técnicas tradicionales de teñido de la minoría Bai».
La obra premiada es el resultado de ese diálogo, pero también de una cuestión mucho más íntima: el gesto personal, físico, del artesano.
«El teñido o el punto son prácticas que aúnan racionalidad y sensibilidad, mente y cuerpo», explicó la artista, que pasó tres meses tejiendo, anudando, bordando y plegando algodón blanco hasta componer la pieza.
«La existencia de los individuos, las huellas de su cuerpo, la percepción de la naturaleza humana y la expresión de la voluntad y el ego se reflejan en los gestos de las manos, conectando cuerpo y arte. Hacerlo por mí misma me permite reflejar la realidad de mi espíritu».
SHE, por tanto, no es un muestrario de técnicas textiles rurales, sino una escultura que, colgada en el muro, permite hablar de conceptos e intimidad, de biografía y cuerpo.
Anderson apunta a su vez: «Está sucediendo algo muy fascinante en el mundo de la artesanía textil. Hay algo delicado y extraordinario en la capacidad de utilizarlo para crear formas como esta. Plantea nuevas preguntas y abre nuevas fronteras. Eso es lo que importa».
Junto a la obra de Lin Fanglu, el Craft Prize ha reconocido también el trabajo del chileno David Corvalán, que ha presentado una escultura de alambre de cobre y resina inspirada en el desierto de Atacama, y del japonés Takayuki Sakiyama, que evoca el movimiento del mar en una delicada escultura de esmalte de arena.
Con información de: El País.