La historia del mítico bandolero australiano del siglo XIX, Ned Kelly, adaptada por Justin Kurzel al cine, nos lleva por un camino de violencia y sangre en la construcción de la identidad masculina de la época: ¿qué es, qué hace y qué define a un hombre?
Ana León / Ciudad de México
Australia, 1867. Un hombre escribe a su hijo y, al mismo tiempo, escribe su biografía. La historia de su vida. Sus propios términos. Sus propias palabras. En una tierra yerma la violencia impera y “un hombre” debe forjar su identidad en medio de la desolación absoluta y el dominio de otros sobre sí. ¿Qué es un hombre, qué es una mujer en una tierra con dueño y leyes arbitrarias?
El narrador advierte «nada de lo que verá a continuación es real», pero ¿qué es real? ¿para quién es real? Irlandeses llevados a Australia en el siglo XIX buscan cómo forjarse un destino o una vida (lo que sea que eso signifique) en esa tierra que hasta ahora sigue siendo extrema, paradisíaca y distópica al mismo.
Ned Kelly aprendió desde pequeño que la sangre era la tinta de su historia y que a la muerte había que burlarla cada día. Su padre, un hombre anodino, casi invisible en su familia, muere. Él es vendido por su madre a un bandido quien le enseña a matar, la ley del más fuerte. Regresa a casa sólo para reclamar a su madre el haberlo vendido, para irse después y dejarla a ella y a sus hermanos menores a merced de su propia suerte.
Vuelve muchos años después, luego de conocer el amor de la verdadera amistad, para hacerse las mismas preguntas frente a la violencia de su propia familia y de la sociedad a la que pertenece: ¿qué es, qué hace y qué define a un hombre?
Sus hermanos por su parte, forman parte de una banda de asaltantes que enfundados en vestidos, roban. «Los hombres se asustan más con lo que no entienden», le dice uno de sus hermanos a Ned. Y es así como en esta cinta de Justin Kurzel –que llega a través de Cine Caníbal a las salas de nuestro país—, una adaptación de La verdadera historia de la banda de Kelly, de Peter Carey, la búsqueda de sentido, de identidad y de vida, se convierten en eje de la historia. Robar y asesinar, en la única vía posible: «somos hombres robados en una tierra robada».