La doctora en ciencias históricas, cuenta la vida de Yuri Knórosov, el investigador ruso que descifró la escritura maya.
Huemanzin Rodríguez/Ciudad de México.
En los años 50 del siglo XX, un investigador soviético desarrollaba su teoría de la semiótica étnica, lo que le permitió a finales de esa década, sin nunca haber estado en el continente americano, descifrar la escritura maya. Él era Yury Knórosov y su vida extraordinaria ha sido recuperada en el libro El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov: El destino de un científico, publicado por Akal. La autora es Galina Ershova, quien fuera íntima colaboradora de Knórosov desde finales de los años 70 hasta la muerte de éste en 1999. Desde Moscú, Ershova, directora del Centro de Estudios Mesoamericanos “Yuri Knórosov” de la Universidad Estatal de Rusia de Humanidades (RGGU), cuenta parte de los veinte años que significó escribir esta biografía.
«En realidad, quien me dio el toque de trabajar en el libro, fue el mismo Knórosov, cuando en los últimos años de su vida me empezó a relatar algunos datos sobre su vida. Porque a veces, su vida es casi fantasmagórica. A veces hay muchos mitos y relatos que a veces una se pierde. Había unos puntos que, para él, tenían una importancia muy grande y consideraba mejor dejar su palabra sobre lo que habían sucedido. Cuando él se murió, fue muy duro porque cuando se va una persona cercana, uno empieza a entender el valor de lo que tenía cerca. Entonces pensé hacer el libro de su vida, pero me costaba mucho hacerlo. Además, había algo adentro de mí que no reflexionaba, había cosas que debía averiguar. Y en esos años, de verdad, se revelaban cosas. Así que busqué a las personas que lo conocieron de joven y que entonces trabajaron con él, porque yo lo conocí ya de edad, en 1978. Cuando la gente me empezó a relatar detalles, se habrían espacios y espacios que no me imaginaba. Y en muchas ocasiones, cosas que yo estaba segura significaban algo, resultaron no serlas. Fue toda una investigación. Ya trabajando en el libro, descubrí cómo era su familia. En el siglo XIX su familia era militares y servían a Rusia, ese tipo de cosas nos surgen de repente, eso es lo que uno lleva en la sangre, la identidad histórica de pertenecer a un país. Entonces, empecé a recopilar materiales, que a veces, unos contradecían a otros, pero poco a poco se esclarecían los espacios. Incluso en los últimos momentos surgieron unos temas increíbles que ni me imaginaba. Entonces decidí que después de 20 años había que terminar el libro, salió gordo, pero se ve el panorama de Rusia y cómo nace este personaje.»
Una de las cosas que me sorprendió de este libro, a pesar de lo cautivante que puede ser la sola figura de Knórosov, es el contexto histórico ruso. Es así como entiendo el título de su libro, hay una genialidad del protagonista que lo conecta con la literatura —que adoraba Knórosov— y otros diversos momentos no cronológicos del conocimiento. Como una buena imagen para describir a su libro se me ocurre la de un gran tapete tradicional de diversos colores y nudos, donde cada hilo lleva a otro.
Si, es como un gran tapete o alfombra, esa fue una intensión interna. Como he viajado mucho por América Latina, he visto que en su mayoría la gente no conoce a Rusia ni a su historia. Pasa lo mismo con los rusos, aquí creen que los mexicanos andan en sombreros grandes, beben tequila, son machos y nada más. Mi intento es presentar a Knórosov como una persona que no salió de la nada, en verdad su desarrollo es lógico con relación a lo que pasaba en Rusia, que es un país con una historia riquísima, con un desarrollo de la ciencia y el conocimiento riquísimos que podía dar al mundo a genios. La educación de Knórosov es un gran ejemplo de ello, su historia está entrelazada con la identidad rusa. La identidad rusa es una obstinación que tenemos, todas las peleas rusas han sido por defender un territorio. Y han sido guerras permanentes, todos los países de Europa se ha declaro “amigos” y han querido entrar en el territorio, matar, robar y extraer. Lo sabemos bien. Eso genera una relación específica con el mundo.
En ese sentido hay algo que yo siempre admiraba en Knórosov, su posición hacia las personas, absolutamente él siempre respetó a todas las personas. Incluso a la gente que yo sabía que era mala, él decía: “No, si no nos hizo algo malo no tenemos nada que decir.” Por eso lo que dices es cierto, se tejía un campo enorme y él era el campo, tenía la capacidad de meterse en sus pensamientos y reconstruir hechos históricos como si él hubiera participado. Una se quedaba boquiabierta escuchándole. La Historia estaba en él mismo. Por eso escribí el libro de esa manera, desde sus antepasados y Rusia en un historia compartida, si no, no se podía entender nada.
Recuerdo que, cuando Knórosov vino a México en la segunda década de los 90, se decía que él había sido un joven adolescente del Ejército Rojo que en la toma de Berlín rescató un libro de las tantas hogueras donde se quemaban documentos, y ese libro era sobre los mayas, de ahí su vocación. Una romántica mentira que hasta ahora se reproduce en páginas electrónicas. ¿Cómo fue entrar en la vida real de alguien como él, que era muy celoso de su espacio íntimo y al mismo tiempo se contaban mitos sobre su persona?
Tengo que decir que es cierto, era muy complicado, porque esa historia de los “libros malditos” es dramática. Ni siquiera había nacido yo cuando surgió el tema de que él poseyó ciertos libros. No sé por qué el misterio de publicar en una revista ordinaria de la URSS, una historia romántica en la toma de Berlín, no hay nada como tal. Y luego hay otra historia en donde dicen que una bibliotecaria le regaló unos libros entre ellos el dichoso libro maya. ¡Es una tontería absoluta! ¿Qué bibliotecaria regala libros de una biblioteca? Después, ya en mi presencia hace más de veinte años, llegó un periodista estadounidense y le preguntó eso que me cuentas. Knórosov, cuando entraba en cólera, no discutía, no decía nada, se quedaba callado. En esa entrevista, el reportero hablaba así, como hablan los gringos, feliz de la vida aseverando cosas. Knórosov, se quedó callado y enfurecido dijo: “¡Quién puede imaginar que, en una guerra de ese calibre, yo estaría buscando libros!”. Esa era una historia “bonita” para periodistas que repetían todo el tiempo. Yo tuve que investigar la verdad de esos “libros malditos” sobre los mayas. En primer lugar, antes de poseer esos libros alemanes, Knórosov ya había descifrado la escritura maya. Los “libros malditos” de la leyenda de Knórosov estaban en todas las bibliotecas, era algo común y corriente en esas décadas. En la Biblioteca Nacional, a cien metros de donde él estudiaba, estaban los libros sobre los mayas. Cuando él descifró la escritura maya, los libros se los regaló el director del Instituto de Etnografía, quien era el encargado de revisar las piezas extraídas de Alemania durante la guerra, para su restitución —aunque los alemanes no han devuelto lo que poseen que sustrajeron de otros países y sabemos dónde lo tienen—. Esa es la verdad de la leyenda, pero más allá de eso, se debe reconocer el trabajo que hizo Knórosov. En la biografía hay más historias así. Si desmitificas lo que es real, la revelación es mayor. Por eso decidí titular su biografía: El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov: El destino de un científico, porque las personas extraordinarias tienen biografías extraordinarias; no como yo, que soy una persona común y corriente, a los genios les pasan cosas misteriosas, cosas que uno no entiende, cosas que no le pueden pasar a una persona normal. Esas historias, son las que me llevaron al título del libro.
Cuando supe de Knórosov, fue por el revuelo de su presencia en los años 90. Entonces yo era muy joven. Traté de encontrar algo de su obra más allá de lo que se había dado a conocer y traducido al español, pero fue imposible. Lo último que obtuve después fue el Compendio Xcaret de la escritura jeroglífica maya (Ed. Universidad de Quintana Roo/Promotora Xcaret S.A. de C.V. 1999). En 2013 estuve en Rusia y ahí tuve referencias a otras obras de Knórosov más allá de los mayas, que junto con lo que ahora leo en su libro, descubro que fue una persona interesada en el ser humano. Tiene teorías sobre la comunicación o sobre la presencia de los incas en Polinesia —algo que en los años cuarenta también buscó demostrar el aventurero noruego Thor Heyerdahl (1914-2002)—. Comento esto porque, de alguna manera, Knórosov razonó más allá de la forma en que Europa ha escrito la Historia del mundo y lo difícil que aún es en el siglo XXI, publicar y pensar fuera de esa estructura.
Tienes toda la razón, Knórosov nunca siguió un esquema, aunque no tomaba una postura política, él decía que tenía que seguir todo lo que se tenía que seguir. Romper esquemas era su mentalidad. Para él no existía el mundo separado en sus estereotipos. Se fascinaba tanto con el nieto de un astrónomo asiático, que como de un astrónomo maya. Para él, eran sus amigos, él estaba más allá del tiempo/espacio y se sentaba junto a ellos. Le gustaban las personas que investigaban las leyes del universo, de la naturaleza, que inventaban las escrituras y sociedades. ¡Eso le encantaba! Todos somos algo único y él era parte de eso. Yo lo miraba, cuando caminaba por las zonas arqueológicas en México, mientras fumaba, en ese momento él era un sacerdote de esa cultura. Hablaba entre iguales. Sin bailes ni actos teatrales de quienes han hecho de su herencia un espectáculo. Él adentro, en verdad lo sentía, tenía la capacidad de entender lo que nos une a los seres humanos. Así rompía los esquemas, para él no había necesidad de definir la nacionalidad de la persona. Buscaba aquello que atravesara la Historia humana.
Knórosov es un traductor, pero su materia es la escritura de una cultura que existió hace siglos. Sin embargo, en la lectura de su libro, me parece que lo presenta más como un traductor del espíritu humano.
Si, la idea del traductor me permite hablar sobre su teoría de la semiótica étnica. Justo por eso, por los problemas de la traducción. Si recuerdas, en el libro cuento cómo nos conocimos a finales de los 70, yo era una joven universitaria de licenciatura y antes de tomar una decisión para seguir estudiando lo visité y me pidió que tradujera los Cantares de Dzitbalché, descubiertos en Campeche en 1942, presumiblemente escritos en 1440. En Rusia, poetas que no hablaban español, hacían traducciones frase por frase y arregladas “poéticamente”, eso encolerizaba a Knórosov. Decía: “¡Para qué publicar esas porquerías inventadas que no reflejan nada, y no transmiten ni el contenido o el espíritu maya!”. Porque la traducción no es palabra por palabra, como ahora que hace el Google, diciendo idioteces totales. El trabajo de traducción de los textos mayas está más cercano a entender a la poesía japonesa.
Es muy interesante ver cómo los textos antiguos tienen traducciones diferentes a lo largo del tiempo porque se dejan de entender las imágenes de aquel entonces. Ocurre lo mismo con los textos bíblicos, actualmente no se entiende lo que se decía entonces, porque se ha tratado de entender todo desde nuestro punto de vista del presente y no en la época en que se cree fue escrito el texto.
Es un gran tema, porque la traducción, transmitir textos antiguos de otras culturas, con otro sistema de visión, de imágenes, de relación de asociaciones e imágenes es un arte de verdad.
Por eso le daba ira ver que se publicaran en ruso los “textos mayas” que no eran mayas. Yo poco a poco entendí este problema, la vida cambia y hay que tratar de transmitir la idea de esos tiempos y no inventar lo que creemos.
De la obra de Knórosov poco publicada y sin editar al español, ¿cuáles serían los textos más importantes de conocer?
En general, a las editoriales no les interesaba publicar los textos de Knórosov, decían que es muy complicado. Las editoriales ahora sólo piensan en costos de producción. Ya no son los tiempos en que algo se editaba para que la gente tuviera educación. Sí se deben editar los libros Knórosov, pero eso hay preguntárselo a las editoriales.
La vida de Knórosov estuvo marcada por el ascenso al poder y la muerte de Stalin. El reconocimiento le llegó ya mayor. Usted nos cuenta lo orgulloso que fue de Rusia, pero también la padeció.
Él tenía miedo, tuvo sus problemas, no lo dejaban hacer el doctorado, primero de manera oficial. Después no tenía trabajo, después tuvo miedo de que lo metieran preso, porque dijo que Engels no tenía razón en su definición de lo que eran las sociedades indígenas. Por un lado, eso lo detenía. Por otro lado, tuvo la historia trágica de inicios de los 60, cuando le empezaron a salir acusaciones de todo tipo, de parte de gente malvada de los servicios de seguridad. Pero su calidad como persona le permitió continuar.
Amante de la literatura desde niño, Yuri Knórosov tuvo una visión integral del conocimiento, siempre desde una perspectiva humana, es decir, la persona es parte del proceso histórico. De alguna manera, así es como ha escrito su biografía, llena de guiños a la historia y la literatura.
Él siempre proponía volver a ese antropocentrismo histórico, porque la Historia no existe fuera de nosotros. Nosotros nos estamos encerrados en un manicomio, estamos viviendo en este mundo y por eso nosotros somos parte de eso. Para él, algo que no pasaba por su alma, perdía valor. Sin alma nada tiene valor en la vida. En él todo sí pasaba por su alma. Así salieron las teorías del entendimiento. Él decía que la teoría de la comunicación la aprendió con su gata Asya, cuando ella se comunicaba con su cría. Sobre eso, muchos lo miraban como un loco.
¿Cómo fueron los últimos años de Knórosov?
Él murió en el año 1999, para Rusia la década de los 90 fue algo realmente trágico, porque toda esta globalización que cayó encima y destruyó a la Unión Soviética, destruyó a un país, su pensamiento, la identidad de las personas. Entonces, sinceramente, no entendíamos lo que pasaba —ahora ya vemos muy bien cómo se hacen estas “revoluciones de colores”—. Entonces, aquella experiencia era novedosa, y lo mismo llevaba al país a una destrucción económica como espiritual a una destrucción en todos los aspectos de la vida. Knórosov vivió sus últimos años viendo cómo se destruía al país que él quería mucho. En esa época todo lo que se contaba de Rusia era malo: “Todos son comunistas son retardados mentales y en las calles andan osos tomando vodka.” Parecía que era obligatorio reproducir todas estas imágenes, incluso hoy no podemos escapar de esos fantasmas. Para Knórosov fue doloroso porque él nunca habló de su patriotismo, pero por los comentarios que me dio, sé que le dolía mucho todo lo que estaba pasando.
Yuri Knórosov finalmente conoció Guatemala y México en 1994, él decía que su corazón era mexicano. Ese mismo año recibió la medalla Orden del Águila Azteca, la más alta condecoración que el gobierno de México entrega a un extranjero, en reconocimiento a sus aportaciones para entender mejor, parte de los orígenes de este país.
Imagen de portada: Monumento a Yuri Knórosov en el Centro de Estudios «Yuri Knorosov» de Mérida, Yucatán. Tomada por Salvador Álvarez Hernández.