La cinta de David Pablos ha llegado a Netflix. Esto es lo que debes saber antes de verla
Ciudad de México (N22/Redacción).- El 18 de noviembre de 1901 el país se escandalizaba pues una redada policial dejaba al descubierto a un grupo de hombres homosexuales de la élite mexicana. José Guadalupe Posada dio cuenta de este hecho en una viñeta que título Los 41 maricones.
Este hecho fue retomado por el cineasta David Pablos para hablar de la represión que ha sufrido la comunidad LGBT desde el porfiriato y lo plasma en la película El baile de los 41, y que ahora llega a la plataforma de Netflix.
«A mí no deja de sorprenderme que ver a dos hombres besándose sea más polémico que ver imágenes de asesinatos que día a día que vemos en este país, imágenes de tortura, a mí eso me sorprende profundamente y digo, hay cosas que no han cambiado tanto del porfiriato hasta nuestros días», señaló Pablos.
El filme toma como hilo conductor el matrimonio arreglado entre Ignacio de la Torre y la hija del presidente Porfirio Diaz. Esta es la oportunidad que el joven político necesita para escalar rápidamente. Sin embargo, esconde un oscuro secreto, pertenece a una organización clandestina que se presume fue fundada por Maximiliano de Habsburgo, el último emperador de México.
«Lo de Maximiliano, ese un guiño que nos pareció simpático, hay muchos rumores de una supuesta homosexualidad y nos tomamos una licencia de dar un guiño a un posible origen a este club clandestino de homosexuales.»
Aunque la película se toma esas libertades, detrás hay una gran investigación histórica que sirvió para reconstruir los hechos, pero también para recrear visualmente la época. La directora de fotografía Carolina Costa, hace un trabajo estupendo, nos muestra un mundo de excesos, escenas estilizadas que parecen más una ensoñación, e imágenes abigarradas iluminadas a luz de las velas.»
En primer plano encontramos Mabel Cadena, Alfonso Herrera y Emiliano Zurita y, a su alrededor, a un grupo de actores que en cada escena que aparecen ofrecen un pequeño destello.
«Hubo un proceso de taller actoral con todos, de que hicieran equipo de que se creara una dinámica, una confianza que permitiera que el trabajo en set fuera muy fácil. Yo creo que si se logró esto, esta intimidad de la película. Y si fue tan fácil filmar esta película pese a la locura técnica, fue porque en la parte humana estábamos más en sintonía y estábamos todos muy conectados.»
Al final, la película termina más hablando de un triángulo amoroso que de la represión que sufría la comunidad homosexual a principios del siglo XIX.
Con información de: Julio López