«Proyecto Manhattan», el eco de las voces femeninas involucradas en la historia de la bomba atómica

En su más reciente libro, Elisa Díaz Castelo da forma a un escenario polifónico donde desde la poesía, y con elementos de la dramaturgia, se da voz a varias mujeres involucradas en el proyecto que evoca su título

Ana León / Ciudad de México 

¿Sabías que el Proyecto Manhattan dio como resultado la construcción de la primera bomba atómica? ¿Qué otras historias además del proyecto científico y la empresa bélica están engarzadas a este proyecto? ¿Qué cuestionamientos se pueden hacer desde la poesía a la ciencia? ¿Qué parte de lo poético impregna lo científico? 

Proyecto Manhattan (Antílope, 2020), el libro de la poeta mexicana Elisa Díaz Castelo nos lleva por una serie de monólogos poéticos que dan voz a esos personajes femeninos que estuvieron involucrados en dicho proyecto, consciente o inconscientemente. 

La voz central aquí es la de Jean Tatlock, psiquiatra, comunista, reportera y escritora estadounidense quien sostuvo una larga relación con el físico nuclear Robert Oppenheimer, director del Proyecto Manhattan y creador intelectual de la bomba atómica; gracias a ella, Oppenheimer llegó a John Donne y a su poema “Trinity”, mismo nombre con el que bautizó la primera prueba de la bomba

Elisa Díaz Castelo

«Me pareció una exploración más interesante donde también había un contrapunto más grande en el título, donde uno espera que se trate del Proyecto Manhattan desde el punto de vista de la historia de los hombres involucrados en el proyecto y que en realidad fuera un libro que tratara sobre esta historia muda o invisible que es la historia de las mujeres [que estuvieron involucradas en el proyecto] hasta hace muy poco tiempo. 

»Jean Tatlock era una lectora muy asidua y era particularmente fanática de John Donne. Ella le presenta a John Done a Robert Oppenheimer. Cuando ella murió, Oppenheimer le puso el nombre a la primera bomba atómica “Trinity”, que es un poema de John Donne para conmemorarla a ella que acababa de morir seis meses antes. 

»Las implicaciones éticas de que la primera bomba atómica se llame así por un poema religioso de John Donne que habla sobre la trinidad, me parece escalofriante y evocativo, también.»

Otras son las voces que monologan junto a las de los personajes antes mencionados. Éstas son las de Kitty Oppenheimer, Leona Woods y Las mujeres de Oak Ridge, a éstas últimas, jóvenes contratadas por una fábrica, se les enseñó a aislar el isótopo de uranio para construir la bomba. Mientras trabajaron nunca supieron lo que en realidad estaban haciendo. 

«Me pareció que éticamente es súper reprochable que a una serie de personas las hayan convertido en instrumentos para crear un arma de destrucción masiva y quería tratar de darle voz a ellas desde la frustración, desde el enojo, a veces desde el orgullo, también siento que puede haber muchas reacciones. Leí muchas entrevistas con estas mujeres y son muy variadas sus respuestas. Hay quienes se sienten traicionadas. Hay quienes se sienten orgullosas.»

Ninguna de las voces dialoga entre sí. En el libro cada entrada es precedida por una didascalia que plantea un escenario irrealizable. Aunque a través de esta polifonía se cuenta una historia, el aislamiento de los personajes en cada entrada nos lleva a pensar en una desertificación emocional a la luz del proyecto científico en el que se vieron involucradas. 

«Quise que fueran personajes todos involucrados en un mismo proyecto y que se incluyeran también las didascalias, las acotaciones de teatro, pero yo lo que quería hacer es que esas acotaciones fueran imposibles de realizar, que esa fuera la premisa, que fuera muy surreal el mundo que se plantea desde las acotaciones y cómo esa exploración iba a afectar la voz de los personajes. 

»También me interesaba el diálogo entre las acotaciones y las voces de los personajes, más que el diálogo entre los personajes, porque la idea es que los personajes nunca interactúan y eso fue una manera de subrayar la soledad en la que se encuentran.»

Mientras escribía este libro, Elisa se preguntaba por qué estos científicos habían decidido construir la bomba atómica sabiendo lo que estaban haciendo, me refiero a sus implicaciones. Una pregunta que permea cualquier creación científica y tecnológica hasta la actualidad: PODEMOS, PERO ¿DEBEMOS? ¿Qué cuestionamientos se pueden hacer desde la poesía a la ciencia, a la ética en su aplicación y a sus efectos mortíferos?

«Tratar de establecer un diálogo entre la ciencia y la poesía puede sacar a la luz nuevas áreas de ambos campos. Y eso es lo que me interesa mucho, cómo establecer ese diálogo transforma cada una de las fuentes originales. 

»Siempre me ha interesado la ciencia, he escrito un par de libros que se vinculan de una u otra forma con temas científicos. El primero, Principia (FETA, 2018), es una aproximación múltiple a distintos temas de la ciencia, de distintas disciplinas, y lo traté de aterrizar todo dentro de lo poético. Y en el segundo libro que se llama El reino de lo no lineal (FCE, 2020), hay una serie de fragmentos en los que exploro posibles definiciones de la palabra vida. Creo que esto es una continuación de ese interés que he estado trabajando desde la trinchera de la poesía desde hace varios años.

»Claramente sí, hay una búsqueda ética, una pregunta sobre las razones éticas de construir esta bomba y creo que se puede explorar tanto desde lo filosófico como también desde la poesía, que puede tener en momentos una vena filosófica. Pero no quería hablar desde mi punto de vista, porque además tampoco soy una experta. Más bien quería poner a los personajes involucrados a monologar y a cuestionarse de forma independiente sobre la bomba atómica y sobre su necesidad, su origen. Y también, crear una especie de metáfora entre la vida y la muerte de Jean Tatlock y la Bomba Atómica.»

–¿Tu interés por Jean Tatlock es anterior a este libro?

–Justo fue durante la escritura del libro que empecé a leer sobre la vida de Oppenheimer y ahí fue cuando descubrí a Jean Tatlock. Es una injusticia que no se le conozca más en el mundo. Ella tiene muchas cartas, muchos diarios y es el personaje principal del libro.

–¿De dónde viene tu interés por la ciencia? 

–Yo siempre lo atribuyo a que mis padres son médicos. Crecí escuchando ese lenguaje. Pero más adelante, cuando comencé a escribir, hubo un punto en que me sentí un poco atrapada dentro del medio de la poesía en esta cosa endogámica en la que muchos poetas leemos sólo poesía y los poetas sólo se leen entre sí. Empecé a buscar otros lenguajes y voltee a ver a la ciencia, también porque siempre me ha parecido que la ciencia, sin quererlo, al escribir sobre ciertos fenómenos que quizás no puedes explicar todavía, lapsa en lo poético, especialmente en el campo de la cosmología. Entonces, quería aproximarme a esos términos y reescribirlos. También porque me interesan mucho los lenguajes formales, muy pre hechos, que parecen ser muy áridos, pero yo siento que tienen muchísimo potencial y la ciencia es uno de estos lenguajes. 

–Está también el tema de la instrumentalización de las mujeres, me refiero a la historia de las mujeres de Oak Ridge que, sin saberlo, aislaban el isótopo de uranio para construir la bomba atómica. 

–Eso me pareció terrible en cuanto leí sobre este caso, son estas mujeres que muchas de ellas eran adolescentes, todavía estaban cursando la preparatoria, y las contrataron para trabajar en una fábrica apoyando el esfuerzo de guerra, pero sin decirles qué estaban haciendo. Ellas hasta muchísimo tiempo después se dieron cuenta. Les dijeron que estaba aislando el isótopo de uranio necesario para construir la bomba atómica. 

Y no quería sólo hablar sobre las mujeres siendo instrumento de los hombres, sino también de una situación sobre cómo el capitalismo, una de las bases es deshumanizar al otro, convertirlo en un mero instrumento, creo que eso se vuelve muy patente en este caso.

Imagen de portada: Foto tomada el 16 de julio de 1945. Vista aérea después de la primera explosión atómica en el sitio de prueba Trinity, en Nuevo México / AP