Una conversación con Jimena Hogrebe, arquitecta que construye puentes entre la realidad y la ficción de la ciudad en la literatura y su práctica profesional
Texto: Ana León
Entrevista: Ana León / Huemanzin Rodríguez
Escribe Daniel Múgica en el prólogo al libro de Ítalo Calvino, Las ciudades invisibles, en la colección Millenium, que «en la literatura lo que no puede existir se puede ver». Yo agregaría que también habitar y transitar. Incluso más: nos permite volver a aquello que un día existió y que ahora ya no.
Un ejercicio similar nos propone la arquitecta y docente Jimena Hogrebe con Geografia narrativa de una ciudad. Seis mapas, seis novelas y una misma ciudad cuyas capas de lectura, que transitan entre la ficción y la realidad, se despliegan ante el lector. La ciudad, en espacios acotados como colonias, un par de cuadras o una sola calle, muestra su parte más externa y permite al lector/caminante hurgar en su interior tanto como su curiosidad lo impulse y preguntarse: ¿qué es hoy la ciudad para nosotros?
Transitamos por las calles que registra una de las seis novelas que compone este pequeño atlas, La gota de agua de Vicente Leñero [El complot mongol (Rafael Bernal), El vampiro de la colonia Roma (Luiz Zapata), Santa (Federico Gamboa), El guardián de la calle Ámsterdam (Sergio Schmucler) y Las batallas en el desierto (José Emilio Pacheco)] y la ciudad se revela voluptuosa, herida, olvidada, atestada de memoria.
El andar nos permite resignificar aquellas calles por las que hemos transitado con la venda de la inercia y de lo cotidiano en los ojos, y reconocerlas, tal vez resignificarlas. Es la misma ciudad y al mismo tiempo es otra. Cada subjetividad añade una nueva capa de lectura, un nuevo estrato a esa urbe que contiene nuestra vorágine y nuestra velocidad, y sobre la que escriben nuestras pasiones y consumo rampante.
La lectura entonces nos propone ir más lento, transitar la ciudad real, pero leer aquellas ciudades invisibles que se crean a través del tiempo y de la imaginación del autor. Sea entonces cada novela un punto de partida para romantizarla y mirarla con ojos alegres, o recrudecerla, ver sus fracturas y espacios en decadencia.
En una conferencia dictada por Ítalo Calvino el 29 de marzo de 1983, el autor señalaba: «un libro (creo yo) es algo con un principio y un fin (aunque no sea una novela en sentido estricto, es un espacio donde el lector ha de entrar, dar vueltas, quizás perderse, pero encontrando en cierto momento una salida, o tal vez varias salidas, la posibilidad de dar con un camino que lo saque fuera». Con la ciudad pasa lo mismo.
Sigamos el juego que nos propone Hogrebe: «conocer la ciudad leyendo, para después conocer lo leído en la ciudad» y particularicemos, esto como una especie de resistencia frente a ese modelo de ciudad global. Tal vez así, como escribe Hogrebe en el texto que acompaña este atlas, podamos imaginar y plantear mejores futuros para la ciudad y sus habitantes.
La escritura como una metodología de diseño arquitectónico
HR: Se ha catalogado a las humanidades como aquello que ocurre en el mundo de lo subjetivo, cuando en realidad por humanidades debería de entenderse al conocimiento como algo integral. Es una de tantas consecuencias de la Revolución Industrial en donde hemos sido determinados como piezas de una maquinaria que en el conjunto generamos un beneficio mayor, que no significa bien común. A Publio Terencio Afro (¿194 a. C.?/159 a.C.) se le atribuye la frase «Soy un hombre, nada de lo humano me es ajeno», algo que en la era de la información a veces parece demasiado lejano. A través de este trabajo que haces, pienso en lo difícil que ha sido describirnos a nosotros mismos en esta ciudad. Por su puesto que se ha narrado mucho a la Ciudad de México, pero en esas evocaciones hay varias zonas sin ser narradas, o que fueron narradas en otra época. En más de una ocasión me he preguntado sobre las identidades en las colonias en donde parece que nada ha pasado antes de hoy. ¿Cómo configurar a una ciudad cuando esos referentes que están en los nombres de los barrios, calles y alcaldías, no se reflejan en los entornos actuales?
JH: Me parece interesante que antes de esta entrevista escogieran hacer un recorrido con mapa en mano de La gota de agua, porque, aunque está en la zona central se desvía un poco de lo que normalmente se narra, incluso en las crónicas. Tal vez ahora empieza a haber más literatura de otros lugares de la ciudad, pero en general ha sido el Centro Histórico, lo que lo rodea y lo que se va más hacia el Poniente. El Oriente está abandonado. Me parece interesante lo que preguntas, porque abre este cuestionamiento sobre, si no se habla de algo ¿cómo es que ese algo existe? ¿Cómo es que las palabras le dan existencia algo? Obviamente existe toda la ciudad, pero al no nombrarla, al no escribir sobre ella, al no diseñarla, pareciera que ciertas partes pierden valor o pasan desapercibidas. Desde esta perspectiva a nivel urbano, si vemos el diseño de la ciudad en la zona Oriente, vemos que no hay diseño, todo está muy improvisado. O la periferia de la ciudad que es autoconstruida, ahí tampoco hay diseño, sí lo hay, pero es intuitivo, sin una planeación.
En la literatura es evidente que la zona central es la más diseñada, la que ha sido más importante para el turismo, para la economía, para la inversión inmobiliaria y la especulación. Mientras que toda la periferia que no ha sido nombrada, de la que no se ha escrito, desde la arquitectura y el urbanismo tampoco ha sido atendida. Es interesante cómo diversas disciplinas al mezclarse, reflejan la misma condición de la realidad.
AL: ¿Qué motiva este proyecto? ¿Cómo nace ese interés por vincular la arquitectura con la literatura?
Son motivaciones diversas que se juntaron. Por un lado, un interés personal desde siempre por la literatura y, visto desde la arquitectura, por cómo la literatura construye espacios. También, cómo a través de las palabras se pueden ir construyendo escenarios, construcciones, etc. Por otro lado, yo me dedico a escribir sobre arquitectura y tengo una cercanía con el lenguaje que me parece muy importante, de cierta manera yo entiendo la arquitectura a través del lenguaje. Además, soy docente en un par de universidades, entonces, veo cómo los alumnos cada vez están menos preparados desde las palabras. A veces no tienen las palabras para explicar algo que quieren lograr con un proyecto. No saben escribir. Siempre me enfrento con esta frustración de los profesores de ver que esto es importante y no lo practican.
Digamos que estos tres caminos me llevaron a plantear este proyecto.
Éste es un resultado particular de un proyecto mucho más grande que busca entender al ciudad a través de sus letras. A veces trabajo con crónicas; esto de lo que vamos a hablar hoy es específicamente con ficción, con novelas. Y también es un proyecto en el que yo exploro la escritura como una metodología de diseño arquitectónico.
AL: Cuando mencionas la escritura como una metodología de diseño ¿a qué te refieres con eso? Porque no se escribe mucho sobre arquitectura y lo que llega al común de la gente muchas veces se queda sólo en la difusión y no se aborda desde una perspectiva crítica.
Justo uno de mis intereses en relación a la escritura es cómo hablar de arquitectura de manera más profunda, pero con un lenguaje más cercano a la gente en general. Es una disciplina súper importante para todos aunque no le prestemos atención, es donde nos movemos, es lo que le da forma a nuestra vida.
A partir de identificar que la literatura especializada de arquitectura es inaccesible y lo que se escribe de difusión es bastante superficial, pues es donde yo me he movido, tratando de hacerlo tal vez más significativo, más accesible.
El buscar la escritura como una metodología de diseño ha sido un interés personal para tratar de imaginar la arquitectura de una manera en la que se le pueda hablar, por ejemplo, al cliente, sin tener que mostrarle un plano, porque los dibujos de arquitetura son muy abstractos. Tú le enseñas una planta a un cliente y no sabe lo que está viendo. Tal vez entiende un render, pero un dibujo técnico es muy complejo. Ahí se me ha hecho bien interesante pensar cómo le puedo explicar a un cliente a través de palabras lo que me estoy imaginando para su casa o para lo que me contrató.
Si tú puedes estructurar las ideas de un proyecto con palabras, pues vas a poder diseñarlo y tal vez imaginarlo de una manera más completa, porque las palabras te permiten imaginar formas, ambientes, texturas, historias que van a pasar en la arquitectura, distintos escenarios que, tal vez, los dibujos no permiten porque son muy estáticos y el lenguaje es un poco más maleable. Me parece que el lenguaje permite imaginar arquitecturas que pueden llegar a ser reales o ser utópicas como estos lugares que sólo existen en la imaginación, pero que sí habitamos, también.
HR: He estado varias veces en Bogotá y ahí conseguí el libro Guía literaria de Bogotá. Un recorrido personal de Antonio Caballero (Ed. Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara. 2007). Es una guía como las turísticas de Peugeot, pero que parte de la literatura. Entonces me pregunté por qué no había una guía así de las ciudades en México. Años antes, en 2001, ahorré para ir a España para vivir el Año Gaudí, que tuvo exposiciones en Madrid y obviamente en Barcelona. En la ciudad donde vivió, estaba el Gaudí Bus, lo abordabas, te colocabas los audífonos y recorrías Barcelona desde la vida y obra de Antoni Gaudí. ¿Por qué en México no tenemos eso? Con estas preguntas llegué a Henry David Thoreau (1817-1936) sobre su caminar que rechaza a la ciudad, luego a Charles Baudelaire (1821-1867) con su flâneur que abraza a la ciudad al igual que Walter Benjamin (1892-1940). Así he vuelto la mirada a la Ciudad de México, que no es una ciudad hostil para caminar. ¿Cómo apropiarte de una ciudad que en su diseño y desarrollo ha rechazado a los peatones? Las aceras no son para los peatones, menos para niños y ancianos. Incluso la ciclopista no es para ciclistas. Sabemos que el desarrollo de la Ciudad de México en las últimas dos décadas busca cumplir con una agenda política internacional, que en ocasiones acierta, pero más allá de eso está la eficiencia. Baudelaire decía en el Spleen de París «Las ciudades cambian más rápido que el corazón de los mortales», así hemos visto cambiar a la Ciudad de México más cercana a una ficción de ciudad de primer nivel, distinta a las ficciones literarias que la han descrito. Con esto en mente, al recorrer la colonia San Pedro de los Pinos siguiendo la novela de Vicente Leñero, que nombra a la casa número 77, vi que la numeración había cambiado. No sé si la casa número 77 de la novela es la misma que hoy veo. Así que me quedo en un punto de tensión entre la ficción literaria de la ciudad y la ficción de urbanismo de la ciudad, en medio quedamos los que construimos la ciudad más allá de los gobernantes.
JH: Me parece interesante abrazar a la ficción, ya sea la de nosotros mismo o la de un libro, en cierta manera toda versión de la Ciudad de México es subjetiva. Por ejemplo, leer estas seis novelas es descubrir una visión particular de cada escritor que le suma capas a mi versión. La mezcla entre la ficción idealizada y la realidad, de cierta manera, vuelve más humano vivir la ciudad. Me parece interesante aceptar que vivimos en una ciudad caótica, muy mal conectada en donde, como dices, el peatón es ignorado por completo; pero a la vez está llena de vida, de Historia, de diversidad y experiencias. Por ejemplo, cuando entras a la colonia San Pedro de los Pinos, la vida de barrio es increíble, el problema es salir y conectarte con otro lugar. Lo mismo pasa con las colonias Condesa y la Roma, aunque estén gentrificadas, hay una riqueza espacial y de vida. Esta mezcla de ficción y realidad es la que me llama la atención.
Ahora, desde un punto de vista crítico, nos autovendemos la idea de que nuestra ciudad es de una manera especial, porque nos movemos de manera limitada. Si le preguntamos a alguien que transita cuatro horas para llegar a su trabajo en la ciudad, tendrá una visión distinta de ella, que nosotros si caminamos de una colonia a otra. Esta visión de la Ciudad de México que, por ejemplo, en publicaciones la coloca con los mejores restaurantes, es una visión privilegiada. Es esa visión de la que nos enteramos porque pertenece a una gente que tiene voz y accede a los medios de comunicación. Si nos vamos a los barrios autoconstruidos del Poniente, por nombrar alguno, aunque la gente siente un arraigo por el lugar en donde vive, su visión no coincidirá con esa que se vende en el extranjero. Si uno lee las crónicas de los siglos XVIII o XIX, sí hay una intención de mostrar a la ciudad como es, pero también es una narrativa ficticia con una visión del conquistador o del burgués.
Es cierto que vivimos en una visión ficcionada de la ciudad, que existe por un interés económico, pero a veces me pregunto si ese “realismo mágico” de la literatura, no tiene que ver con la forma en la que América Latina se ha descrito a sí misma.
AL: Tomando en cuenta esto que mencionas de la relación entre ficción y realidad, la subjetividad de quien escribe, me gustaría hablar del valor del registro que se hace de estas múltiples capas con las que se va construyendo la ciudad desde la literatura en relación a la formación en la arquitectura. ¿Es un registro válido?
JH: En mi experiencia en la arquitectura, durante mi formación y tal vez mis primeros años de vida profesional, sí había referencias a la literatura. Siempre ha existido ese interés de la arquitetura por relacionarse con otras artes y por usar lo que las otras artes ofrecen para informar la arquitectura. Pero hasta hace pocos años se volvió una especie de metodología de la investigación de la arquitectura.
Yo empecé este proyecto en 2015, y cuando lo empecé había muy poca literatura de arquitectura y literatura, ciudad y literatura, como que apenas estaba empezando a haber formalmente una investigación académica que relacionara estos temas. Y del 2015 para acá ha crecido muchísimo. Creo que justamente se empieza a ver que relacionar estas disciplinas abre posibilidad a la diversidad, a las distintas maneras de entender el mundo, a la sensibilidad.
Lo que sí se ha usado mucho en la universidad ha sido recrear ciudades de las novelas con los alumnos. [Ítalo] Calvino es uno de los ejemplos, a cada alumno le toca recrear una de sus ciudades [Las ciudades invisibles, 1972]; Juan Rulfo con Pedro Páramo (1955 ), era tratar de recrear Comala. Sí ha habido esos intentos, pero como tal, una metodología para la arquitectura, desde mi perspectiva, está empezando a existir desde hace poco.
HR: En una ciudad tan grande como ésta es muy difícil encontrar mapas de ella. Cualquier gran urbe desde hace siglos tiene mapas disponibles para cualquier interesado. La Guía Roji, que no era propiamente un mapa, solventó esta responsabilidad que le pertenece más al ayuntamiento y delegaciones, ahora alcaldías. No hay mapas a la venta del Bosque de Chapultepec o los Viveros de Coyoacán, no hay mapas de barrios o colonias. Desde que apareció Google maps, hemos confiado en que el mapa de nuestro entorno está alojado en el disco duro ubicado en alguna parte del mundo, si el navegador está mal, llegamos mal y la gente no entiende que está mal porque sólo ve el navegador. Me preocupa que la memoria del individuo sobre su ciudad la delegue a una aplicación. Con los mapas se hace Historia. Por ello, celebro estos seis planos de barrio que editas para leerlos como mapas y como una provocación literaria.
JH: Se me ha recomendado mucho, lo he pensado y tal vez suceda, hacer una aplicación para teléfono inteligente. Yo necia he insistido en hacer mapas, puedo hacer la aplicación, pero quiero mis mapas. Quiero que sea tangible, con zonas delimitadas porque la ciudad es tan grande que te pierdes en el scrolling. Me parece importante que exista el registro físico, aunque después pueda haber o no una aplicación. Estoy de acuerdo que por muchas razones, los mapas físicos son muy importantes.
AL: ¿A qué responde la selección de las novelas y los espacios de la ciudad elegidos?
JH: La verdad fue un poco el azar, porque estos son experimentos que estoy empezando a hacer. Ya se han hecho en el mundo, ya se han hecho mapas de novelas, pero en la Ciudad de México, por lo menos hasta donde yo he investigado, no había pasado que se pusiera en papel, digamos. Mucha gente conoce estas novelas. Se citan. Se sabe que están. Pero, por lo menos hasta lo que yo he visto, nadie lo había plasmado en un sistema o en una representación gráfica.
Es un primer experimento quise hacer algo fácil de manejar, de cierta manera, para poderlo controlar mejor. Entonces, lo primero que hice fue “¿qué novelas son cortas?”, porque si se fijaron en el mapa, son las citas transcritas por mí. Es un trabajal (sic) de búsqueda y de selección. La primera en la que pensé es Las batallas en el desierto, que es una de las más obvias y la puedes leer en cuarenta minutos, y como las leo varias veces y las vuelvo a visitar, necesitaba que fuera eficiente. Empecé por ésa y así me fui, de las que sé que hablan de la ciudad, cuáles son cortas, que tengan una distancia temporal: Santa es de principios del siglo XX y El guardián… de principios del siglo XXI; que por lo menos haya esa diversidad y que me permita ponerlo a prueba seis meses, a ver qué tal funciona.
Ahora que ya lo tengo más manejado, tal vez me atrevería a buscar novelas un poco más largas o un poco más difíciles. Este es un proyecto que estoy desarrollando como parte del Sistema Nacional de Creadores y uno va poniendo objetivos por año, yo había dicho que esto lo iba a hacer en un año, entonces tampoco me podía complicar para no llegar.
Al tener el paquete completo dije: aquí no hay ninguna escritora, qué paso. Entonces, estoy planeando que la siguiente serie sea de puras escritoras y que eso presente una visión femenina/masculina de la ciudad y comparar.