Colocan placa de acero firmada por la UNAM en el costado poniente del volcán Iztaccíhuatl, a 4 mil 634 metros sobre el nivel del mar. La placa recuerda la presencia de este cuerpo de hielo declarado oficialmente extinto
Karen Rivera / Ciudad de México
«A las generaciones futuras: Aquí existió el glaciar Ayoloco y retrocedió hasta desaparecer en 2018. En las próximas décadas los glaciares mexicanos desaparecerán irremediablemente. Esta placa es para dejar constancia de que sabíamos lo que estaba sucediendo y lo que era necesario hacer. Sólo ustedes sabrán si lo hicimos».
Estas son las palabras que se leen en la placa de acero firmada por la UNAM colocada ayer 21 de abril en el costado poniente del volcán Iztaccíhuatl, a 4 mil 634 metros sobre el nivel del mar. La placa recuerda la presencia de este cuerpo de hielo declarado oficialmente extinto y busca enviar un mensaje a las generaciones del presente y venideras sobre las consecuencias del cambio climático y la influencia de las actividades humanas en el deterioro del medioambiente.
«La elección del lugar fue justamente donde hubiera roca firme, pero también que hubiera una huella de la presencia de los glaciares, y esa era una roca donde se veían muy bien esas marcas que las conocemos con el nombre de estrías de glaciación y esas estrías las genera el hielo cuando se va moviendo y raya la roca, entonces ese lugar es especial porque es roca firme, pero también está mostrando la evidencia de la presencia del hielo glaciar», señaló Hugo Delgado, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM.
«Y yo creo que es muy importante ser conscientes de esto y creo que lo que hicimos ayer con toda la ceremonia es para dejar marca, dejar huella de que esto ahí estuvo, y que las generaciones que vienen puedan ver lo que existió y puedan tomar acciones para lo que viene», comentó María Paula Martínez, montañista y fotógrafa.
Por su parte, Anel Pérez, directora de Literatura y Fomento a la Lectura UNAM, señaló: «me parece que además de todo el terreno medioambiental y todo el terreno de los científicos, la literatura aporta también a la reflexión, la poesía aporta también en este caso, ayer leímos dos poemas de José Emilio Pacheco, uno muy interesante que se llama «Malpaís«, que evoca justamente a la cultura de la prevención y el cuidado del medioambiente desde la poesía y no desde la ciencia; que también es válido y me parece que es un discurso a considerar.»
Ayoloco era considerado uno de los pocos glaciares permanentes en México, su importancia radicaba en ser una fuente de generación de agua dulce que beneficiaba al sistema hidrológico y a los agricultores. Además, mantenía en equilibrio la temperatura, era un regulador climático.
Hugo Delgado: «Por otra parte, los glaciares por su color, ser blancos, reflejaban la radiación solar, entonces eran unos reguladores climáticos, al desaparecer los glaciares suceden varias cosas, es decir, ya esa agua que era un extra, una bendición para los agricultores, sobre todo, en la época de secas, pues ya no existe; por otra parte, la radiación solar ya no es reflejada, sino ahora es absorbida.»
Como parte del proyecto universitario “México 500”, Alrededor de setenta personas, entre vulcanólogos, montañistas y promotores culturales, recorrieron con la placa más de siete kilómetros hasta llegar al sitio central que vestía con más de cien metros de espesor de hielo a la llamada “Mujer dormida”. En palabras de Anel Pérez, la ceremonia que acompañó la colocación de la placa generó emociones similares al luto y evocó las nomenclaturas de esta montaña.
«La montaña del Iztaccíhuatl tiene dos sentidos: uno es el cuerpo de una mujer, y entonces decimos subí por la ruta de los pies o nos vemos en las rodillas o me cansé mucho en la panza, o sí llegaste al pecho, usamos la nomenclatura propia de una mujer y la otra son referencias a lo que vemos en las montañas, por ejemplo, la Cruz de Guadalajara, que es una cruz que se puso en el 68, después de una pérdida de muchos jóvenes en el 68 o 69 no me acuerdo. Y la placa de ayer me pareció que es una placa para deshonrarnos por la parte que nos corresponde, porque no toda la extinción del glaciar es por una condición humana, pero sí hay una que nos hace responsable, y esa placa para mí es la antiplaca», señaló Pérez.
«Fue un evento sumamente conmovedor, muy triste despedirse de un glaciar, porque fue como si le hubieran amputado una parte a nuestra “Mujer dormida”», concluyó María Paula Martínez.
Imágenes: Cultura UNAM, Geofísica UNAM, Literatura UNAM