Los siguientes poemas de la autora californiana, forman parte del libro 50 estados. 13 poetas contemporáneos de Estados Unidos, publicado por Antílope
Caitlin Makhlouf
«Los poemas en prosa toman prestada la cadencia del habla humana. Es natural, más un flujo de conciencia. […] Creo que la prosa tiene su propio sentido, incluso cuando no hay ningún sentido. Eso me gusta. Me hace las cosas más fáciles.»
Los siguientes poemas de Caitlin Makhlouf (Los Ángeles, California, 1982) y la entrevista posterior, forman parte del libro (una edición bilingüe) 50 estados. 13 poetas contemporáneos de Estados Unidos, publicado por editorial Antílope, quien nos comparte este fragmento. Y que responde a una selección y traducción del poeta, traductor y crítico cultural argentino Ezequiel Zaidenwerg.
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This Is Me
This is me, standing here before you, doing everything I can to attract your attention. That said, I was not the girl who, mere seconds ago, took off all her clothes and, despite the cold, in a trance, levitating, speaking in tongues, neck twisting uncontrollably, recited you the recommended dosage for esomeprazole. Well, okay, it was me, but as a sophisticated version of myself that you, in any case, wouldn’t appreciate. The girl you see, standing before you now, is me — or at least a more tolerable rendering. Look: here is my hand, with scarlet nails, beneath the spotlights, conveniently surrounded by a black cloak of darkness. It holds a top hat. At first, I thought of maybe pulling out a rabbit. Or a rose. But roses bore you. Other things excite you: blood, for instance, which is the same, or almost, as roses. I thought, then, in emerging from the hat myself, barely clothed in a Mexican sombrero. “Hi, I’m Delores. Or Diego. Or was it just The Ego? I don’t remember. After all,” I’d tell you, “what’s in a name?” But the idea bored me since it first crossed my mind. And besides, you’ve always got to give the audience what they want. And so here I am again, with my hand inside the hat. And it’s pulling out half a body — mine — sawed lengthwise. Didn’t expect that old trick, did you? I hope you’ll forgive me for not choosing someone to help me from the audience. You can’t have everything: the blood and the saw, rabbits and roses. Be grateful that there’s blood. Although it doesn’t ooze. It forms a ruby clot that reeks a little. Don’t complain; blood’s like cheese: the more it smells, etcetera. And here’s my heart, like a bland, red fruit. All right, enough. Before I go, I’m going to show you a new trick. Like knotting balloons into shapes — a flower, a dachshund — I’m going to mold my ribs and tendons into something like a lyre or a harp, but which almost makes no sound. Wait; I’m going to play you a little song. Technically, though, I’ll sing it a cappella. Be patient. We’re almost done. Here comes my mount: this is me, astride the crazy pony of anxiety. Hung from its mane.
Ésta soy yo
Ésta soy yo, parada frente a ustedes, haciendo lo posible por llamarles la atención. No era yo, no obstante eso, la que hace unos segundos se quitaba toda la ropa y, a pesar del frío, en trance, levitando, hablando en lenguas, mientras giraba sin control el cuello, les recitaba la posología del esomeprazol. Bueno, era yo, pero en una versión sofisticada que ustedes, sin embargo, no sabrían apreciar. La que ven, parada ahora frente a ustedes, soy yo —o al menos una adaptación más tolerable. Miren: he aquí mi mano, con las uñas rojas, bajo los reflectores, convenientemente rodeada por un manto negro de oscuridad. Sostiene una galera. Al principio, pensé en tal vez sacar un conejo de adentro. O una rosa. Pero a ustedes las rosas los aburren. Otras cosas suscitan su entusiasmo: la sangre, por ejemplo, que es lo mismo, o casi, que las rosas. Pensé, luego, en yo misma emerger como una Venus de la galera, apenas ataviada con un sombrero mexicano. “Hola, soy Delores. O Diego. ¿O era The Ego, a secas? No me acuerdo”, les diría. “¿Qué importa el nombre, al fin?”. Pero la idea, desde el instante mismo en que empecé a concebirla, me aburrió. Y, aparte, al público hay que darle lo que pide, siempre. De modo que aquí está, de nuevo, mi mano en la galera. Lo que saca de su interior es medio cuerpo —el mío—, serruchado en un corte sagital. ¿A que no se esperaban ese viejo truco? Espero que sepan disculparme que entre la concurrencia no eligiera a alguien para asistirme. No se puede tener todo: la sangre y el serrucho, el conejo y la rosa. Y agradezcan que hay sangre. Aunque no mana. Forma un coágulo de rubí un poco hediondo. No se quejen, la sangre es como el queso: cuanto más huele, etcétera. Y he ahí mi corazón, que es como la mitad de un fruto insípido y rojo. Bueno, basta. Antes de irme voy a mostrarles una nueva gracia. Como quien anudando globos forma figuras —una flor, perros salchicha—, les voy a modelar con mis tendones y mis costillas algo que parece una lira o un arpa, pero casi no suena. Esperen, que les toco un rato una canción. Técnicamente, de hecho, se la canto a cappella. Sean pacientes. Ya falta poco. Ahí viene mi montura: ésta soy yo, trepada al poni loco de la ansiedad. Colgada de sus crines.
Globus Hystericus
Ladies and gentlemen, my honorable audience: I stand before you today not merely with the petty goal of rubbing all my talent in your noses, like the people who keep trying to potty-train their puppies, and fail; in fact, I’ve come to see you with an incredible offer: it involves a machine that, after a few arduous screeches, transforms anxiety into physical objects. There is, in any case, a catch, like the oracle, ever-oblique, proclaiming its sentence: this is a nonfigurative apparatus. For instance, you, blonde girl in the seventh row, your expression reveals what kind of alchemy you anticipate from my machine, in exchange for the tension gnawing at your insides: a hut in the shade of a banana tree against the bank of a murmuring river. (No, don’t tell me if I’m right. It doesn’t matter.) The result, however, could easily be different: a ’57 Ford Edsel, with a few minor scratches, but in mint condition otherwise. And another example: you, hypochondriac seated in the first row, on the verge of panic, clutching the seat — I know you long to transform the balloon that beats inside and squeezes at your throat into a triumphant blimp crossing a stormy sky amid bolts of fire — no, don’t get your hopes up: easier for the machine to offer you, in exchange for your evanescent symptom, a wheel of anthropomorphic cheese; with holes or without them, it’s all the same — or maybe… No, this time I can’t see clearly. Anyway. I suppose you’ll want to know, my venerable colleagues, ladies and gentlemen of the jury, how the gadget works. The mechanism is a bit old-fashioned, a thing of cogs and belts and pulleys. But don’t go thinking that it’s driven by a hamster with gym clothes, a bandanna, and futuristic shoes, running or pedaling, crazed and sweaty. Inside, you’ll see that there’s a faceless homunculus, motionless, unsettlingly calm, that will take on your features bit by bit until it has, finally, replaced you.
Globus Hystericus
Damas y caballeros, respetable público: me presento hoy ante ustedes no sólo con el fin algo mezquino de restregarles todo mi talento en el hocico, como a los cachorros a quienes una y otra vez sus amos intentan enseñarles etiqueta —y fracasan; de hecho, vengo a verlos con una oferta revolucionaria: se trata de una máquina que trueca, tras algunos chirridos trabajosos, la ansiedad en objetos materiales. Hay una salvedad, de todas formas: como el oráculo que, siempre oblicuo, dictaba su sentencia, este aparato es no figurativo. Por ejemplo, vos, rubiecita de la fila siete: la expresión de tu cara me permite ver qué clase de alquimia esperarías de mi dispositivo, a cambio de esa tensión que te carcome desde adentro: una choza a la sombra de un banano junto al cauce de un río rumoroso. (No, no me digas si acerté. No importa). El resultado, sin embargo, bien podría ser muy diferente: un Ford Edsel 57, con algunos rayones, pero en excelente estado amén de ese detalle. O una toga de satén transparente. Y otro ejemplo: vos, el hipocondríaco que está sentado en la primera fila, al borde del pánico, aferrado a la butaca, sé que querrías transformar el globo que late en tu garganta y que la oprime en un triunfante zepelín que surque un cielo de tormenta entre relámpagos de fuego —no, no te hagas ilusiones: más fácil que la máquina te entregue a cambio de tu evanescente síntoma una horma de queso antropomorfa, con o sin agujeros, es lo mismo —o quizá… No, esta vez no veo claro. En fin. Supongo que querrán saber, estimadísimos colegas, damas y caballeros del jurado, cómo funciona el artefacto. El mecanismo es un poco nostálgico, y se basa en correas, poleas y engranajes. Pero no se imaginen que lo impulsa un hámster con equipo de gimnasia, bandana y zapatillas futuristas, corriendo o pedaleando enloquecido y sudoroso. En su interior, en cambio, verán que hay un homúnculo sin rostro, inmóvil, en perturbadora calma, que adquirirá de a poco sus facciones y al fin acabará por reemplazarlos.
You Left
You left to skate across the scabs. You left to hike around the bush. To postpone. You left to repopulate Kentucky with rabbits. You left to reconsider, to recalculate, to mask the S&M in “activism”. You left to clear your mind, to bust your ass 24/7. You left to reassess. To ascertain the concept of the “commune”. On the transnational highway of white privilege, you left to steer your social drive in a rental car —Thelma & Louise
May Alcott. “No phone reception”, “in the middle of nowhere” —with your sporadic texts in neo-Braille, you left to mince your words like meat. You left to be who you are. You left to be yourself. Who you should be, if you had been who you thought you were or thought you could be. You left to deftly pack up everything in boxes, suitcases. To trick your stomach full. You left with your bags of tricks and your organic smoke bombs. You left to find your forest fire. Toward your national park. Into your rangers’ arms.
Te fuiste
Te fuiste a patinar sobre las costras de la herida. Te fuiste a caminar. A dar rodeos. Posponer. Te fuiste a repoblar Kentucky de conejos. Te fuiste a reevaluar, rizar el rizo. A enmascarar las letras S & M de “activismo”. Te fuiste a despejar, a deslomarte 24/7. Te fuiste a digerir. A dirimir la idea de “comuna”. En la autopista transnacional del privilegio blanco, te fuiste a manejar tu afán social en un auto alquilado —Thelma & Louise
May Alcott. “Sin señal en el teléfono”, “en mitad de la nada”, por mensajes en neo-Braille erráticos, te fuiste a sopesar, como quien pesa carne, tus palabras. Te fuiste a ser quien sos. Quien deberías ser, si hubieras sido quien pensaste que eras o podías ser. Te fuiste a embalar con eficiencia todo en valijas, cajas. A engañar el estómago. Te fuiste con tus bolsas de trucos y tus bombas de humo orgánicas. Te fuiste hacia tu incendio forestal. Hacia tu parque nacional. Te fuiste hacia los brazos de tus guardabosques.
21:1
Ripples over the skin of water. Stretch marks. And Jesus said unto his disciples: By my tattoos thou shalt know me. A wreath of thorns around the arm. “For he first heaven and the first earth were passed away.” And a cobweb of thistles on the elbow is a net where the anchor found its gauntlet: sea. The sea, “there was no more sea”: seagulls hanging over the desert. An offshore platform with no shores. What does oil dream of, fat water? He said: Feet. Wet wood. Thou shalt know me by my planks. Saint on board. A falcon on light’s back is like a child who’s sipped on vinegar. That leopard is a fig tree—bursting with flesh. Water, an arch on pulpy meat, he said, over the plank. Dreams hanging in the resin. And Jesus said: ripples under the skin of wood.
21:1
Surcos sobre la piel del agua. Estrías. Y dijo Jesucristo a sus discípulos: Me reconoceréis por mis tatuajes. Ramillete de espinas en el brazo. “Porque pasaron la primera tierra y el primer cielo”. Y una telaraña de cardos sobre el codo es una red en donde el ancla encontró un guante: mar. El mar, “el mar no existe más”: gaviotas cuelgan sobre el desierto. Plataforma marina sin orillas. ¿Con qué sueña el petróleo, agua gorda? Dijo: pies. Madera húmeda. Por mis tablones me reconoceréis. Un santo a bordo. Un halcón en la espalda de la luz es como el niño que bebió vinagre. Ese jaguar es una higuera: estalla de carne. Agua, un arco sobre pulpa, dijo, sobre la tabla. Cuelgan sueños en la resina. Y dijo Jesucristo: surcos bajo la piel de la madera.
¿Cómo empezaste a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o un gusto adquirido?
Hmmm, de hecho fue una especie de acto de rebeldía. Mi papá era bastante religioso y cuando vivía con nosotros nos impuso la religión a mi mamá y a mí. Mucha poesía coránica. Dios esto, Dios lo otro. Nos despertábamos y lo escuchábamos recitar. Ponía cassettes en el auto. A mí me molestaba porque estaba en la secundaria y no me dejaba escuchar la música que quería en la radio. Además, era chica y no me gustaba demasiado hablar en árabe. No me importaba mucho la cultura. La verdad, lo único que quería era estar con mis amigos. A mi mamá no le jodía tanto porque había estado un tiempo en el Cuerpo de Paz, en las afueras de Beirut. Ahí conoció a mi papá, creo que le recordaba aquella época. Era una poesía hermosa. A veces me la hacía recitar, sus partes preferidas. Así que mi idea de la poesía era muy religiosa, formal, estratificada, y nunca en inglés. Además de, qué sé yo, Robert Frost y Shakespeare, no me enteré de que había gente que seguía escribiendo poesía en inglés hasta el final de la secundaria.
En cuarto año, tuve un profesor buenísimo de literatura. Sí, ya sé, increíble. Se apellidaba Vaddock y nos habló de los poetas Beat. Me parecieron muy cool, Ginsberg y los demás, porque escribían sobre las drogas y sobre la ciudad, cosas que yo estaba empezando a descubrir. Sé que mi viejo se habría enojado mucho si se hubiera enterado de que estaba leyendo esas porquerías. A ver, a mí me gustaban, pero creo que era más que nada una cuestión de rebeldía adolescente. Me parece que en mi primer libro todavía se ven señales de eso. Trataba de evitar cualquier cosa que pudiera considerarse sincera de manera profunda. Algunas partes son incluso irreverentes… Buena parte de ese libro era aún una reacción contra mi papá. No hablaba inglés muy bien, así que en parte era poder hacer uso de algo que mi viejo no sabía manejar ni controlar…
Después, en la facultad, empecé a leer más a Ashbery y a Philip Whalen. Ahí es cuando empecé a tomármelo en serio, y pensé: “Ah, esto es lo que se puede hacer con el lenguaje, lo que el lenguaje me permite hacer”.
¿Cómo empezaste a escribir?
Fue en ese mismo curso de la secundaria. Como tarea extra para subir la nota, podíamos escribir tres poemas al estilo de los Beat. Yo necesitaba levantar mi promedio, y además el tema me llamaba la atención, así que hice el intento. Al final escribí como cinco o seis. A Vaddock mis poemas le parecieron bastante buenos para una chica de cuarto año. Me dijo que siguiera escribiendo y me dio un par de libros más para que leyera.
¿Y después seguiste leyendo y escribiendo? ¿Fue una progresión natural? ¿Quiénes fueron tus primeras influencias?
Empecé y dejé muchas veces. Sobre todo durante la facultad e inmediatamente después. Tengo bastante déficit de atención así que me distraía mucho, pero siempre volvía. Tuve una época en que me obsesioné con escribir obras de teatro, pero no obras normales… Cosas muy experimentales, muy activas. Pero nunca conseguí que me montaran ninguna, probablemente con razón. Creo que a veces tenés que explorar otras formas artísticas, así que empecé a probar varias cosas más, pero de todos modos siempre leía poesía. Philip Whalen y Ashbery, como dije antes, pero también Frank Stanford. Sus poemas me parecían relocos. Tenían mucha libertad, pero también había en ellos una pasión muy sincera. Estoy segura de que los Beatles, los Doors y Um Khatoum me deben haber influenciado tanto como cualquier escritor, no necesariamente en el estilo, pero sin duda fueron un aporte creativo. También mucho hip-hop, Mos-Def, los Fugees.
En términos de la pregunta sobre si fue una progresión natural, de verdad creo que la poesía es la forma de expresión más natural que hay, en contraste con, qué sé yo, la escultura o la pintura. La poesía y el canto le resultan bastante naturales a todo el mundo. Así que, una vez que empecé, tenía una especie de energía propia que no era opresiva y que no me exigía obsesionarme, sino que de hecho me sentía impulsada a seguir escribiendo.
Dijiste que en una época escribías teatro, y sin duda esa influencia se ve en tu primer libro, que es muy teatral. Por lo que vi en YouTube, sos una poeta que además hace performances. ¿Cómo empezaste con eso?
Bueno, en casa la poesía era en la misma medida una tradición oral y una práctica escrita, si no más. La poesía se recitaba, se cantaba. Hay una tradición muy rica, viste, de cantar el Corán, con diferentes estilos, que tiene su propia crítica y su propio mercado de consumo. Cuando empecé con esto, pensé que si quería ser poeta iba a tener que ponerles el cuerpo a mis poemas. Ahí reside la mitad de la fuerza. Hay que usar todas las herramientas a tu alcance para comunicar, el cuerpo, la cara, las manos, especialmente la voz. ¿Por qué limitarse a las palabras? ¿Por qué no creer en lo que hacés al punto de vivir ahí? Cuando empecé a escribir, ya conocía la potencia de la performance. Eso sumado a mi amor por el teatro hizo que hacer performances de mis poemas fuera una consecuencia natural. No sé, tal vez vivo engañada y soy una actriz fracasada. En cualquier caso, para la gente es mucho más divertido ver una performance que una lectura… Vos viste lo aburridas que pueden ser, especialmente cuando ponen esa voz de poeta, insoportable. Cada verso parece sacado de Por quién doblan las campanas.
¿Cómo es tu proceso de composición? ¿Escribís tu poemas pensando en una performance en particular? ¿O el resultado final determina la performance? Creo, además, que tus poemas toleran muy bien una lectura tradicional y silenciosa…
Sí, bueno, claro que la toleran, pero son mucho mejores si les pongo la voz. Sin lugar a dudas… pero no sé. A ver, escribo… Mirá, escribo porque la gente es pelotuda. Y yo soy una pelotuda, y tenemos que repetirnos las cosas un millón de veces de un millón de maneras diferentes para ver si por casualidad nos quedan en la cabeza, ¿viste? Creo que hay un cambio de tono en mis poemas, y sin duda estoy más seria que antes. Es rarísimo, pero me parece que estoy empezando a concebir la poesía como algo del orden de lo sagrado, y si es así de todos modos sigue teniendo que ver con que pienso que la gente es pelotuda. A veces necesitás un lugar donde reírte de o con ella, y otras veces necesitás un lugar para lamentarte o lidiar con un montón de cosas… No sé.
Pero el contenido son los poemas. No la emoción ni el performer. No, los poemas para mí siempre son lo principal. La performance es el recipiente, pero el poema es lo que le ponés adentro, ya sea agua, alcohol o nafta. Así que podrás querer bautizar a la gente, ponerla totalmente en pedo o prenderla fuego, pero lo vas a lograr con los poemas… La vida líquida que hay en ellos. Está bien, fue una comparación medio boluda, pero vos me entendés. A ver, podés tomar jugo de naranja de una manguera de jardín, pero hay otras formas más eficientes, una taza, una jarra, qué sé yo… Capaz una copa de champagne… De eso se trata un poco la performance. La performance es el aparato… buscar la mejor manera de expresar un contenido.
Yendo específicamente a tu poesía, ¿por qué casi siempre escribís poemas en prosa?
¿De verdad querés saber por qué? Viste cómo leía Sylvia Plath sus poemas… quería evitar caer en eso… No, pero en serio, creo que escribir en prosa es mucho menos pretencioso. Creo que los poetas le prestan demasiada atención a la disposición en desmedro de la producción, quiero decir, a cómo sonaría el poema cuando se lo lee en voz alta. Los poemas en prosa toman prestada la cadencia del habla humana. Es natural, más un flujo de conciencia. Claro que hay puntuación que te da pistas, pero el lector puede ponerle su voz al poema de la manera que más le guste, rápido, lento, a los gritos. Para mí es importante porque, viste, vengo coqueteando con la idea de darles mis poemas a actores y actrices como si fueran monólogos, y para eso se necesita una libertad que no te da la versificación tradicional. Si pones dos palabras por verso, obvio que todo el mundo va a leer el poema súper lento y pausado como si fuera una endecha fúnebre. Eso no pasa con la prosa.
Además, creo que la prosa me permite hacer funcionar más cosas. Fijate Amberes de Bolaño o cualquier cosa de Charles Simic. La mayoría de las veces funciona porque es prosa, y uno puede hacer sus propias asociaciones en vez de depender de la versificación y la disposición tipográfica. Creo que la prosa tiene su propio sentido, incluso cuando no hay ningún sentido. Eso me gusta. Me hace las cosas más fáciles.
“Ésta soy yo” y “Globus Hystericus” tienen en común un tono muy sarcástico, y parecen pensados para la performance, para mí con influencias teatrales. Pero “Te fuiste” representa un fuerte cambio de dirección, aunque me recuerda a la spoken word poetry, por las aliteraciones constantes y los juegos de palabras. Me encanta cómo repetís los sonidos de la M, la S y la K, especialmente en ese verso que dice “te fuiste a enmascarar las letras S & M de ‘activismo’”. También me gusta la repetición de ass/reassess/ascertain (N. del T.: intraducible en castellano), básicamente le estás diciendo a esa persona que es un ass (idiota)… ¿Este poema fue una divisoria de aguas en tu poética? Además, está dirigido a una mujer…
Ah, ¿así que querés saber si soy lesbiana?
Sí, el poema está dirigido a una mujer: está dirigido a mí misma. Y sí, fue una divisoria de aguas. Fue el primer poema que de verdad escribí sobre mí misma y mi relación con mi infancia y mi rechazo por muchas de las cosas con las que me crié. El último verso, “hacia los brazos de tus guardabosques”, habla de hecho de mi regreso a mi padre. Una especie de rechazo, un abandono, un gesto de rebeldía, para luego volver a un lugar seguro, al que pone los límites. Y también medio que el poema muestra la bronca por ese retorno. El título, “Te fuiste”, fue fundamental, porque hablo de mí misma pero también es un poema que escribí cuando mi papá se murió. Y antes de eso también nos había abandonado a mi mamá y a mí, así que todo lo que hice en la secundaria y en mis veintipico fue una respuesta a la relación con mi papá. Decirle estúpido a mi papá también era acusarme de estúpida a mí misma. Así que, no sé, cuestiones personales. Pero el poema no está dirigido a una amante, sino hacia mí, como una forma de mirarme a mí misma de manera honesta por primera vez. Ponerme los puntos para, de alguna forma, redimirme más adelante en el libro.
¿Y qué pensás de “21:1”? Cuando me mandaste algunos poemas inéditos, me sorprendió la temática religiosa de varios. Busqué en Google los versos que me parecían citas de la Biblia, y descubrí que eran del Apocalipsis. ¿Encontraste a Dios? ¿Cómo pasás de escribir poesía performática a poemas religiosos?
Tu pregunta presupone que hay una distancia enorme entre la performance y la religión, pero de hecho no es así. En ambos casos, son prácticas rituales, que implican un diálogo o al menos la consciencia de otra persona o grupo de personas que pueden o no responder. En el caso de la performance, se trata del público. En el de la religión, es Dios, Alá, una divinidad, etcétera. Hacés chistes, gritás, llorás, te ponés en pelotas, tratás de provocar al público para suscitar determinada reacción. Con Dios es igual, rezás de cierta manera, ayunás, sacrificás un cabrito dos o tres veces por año. Creo que es el mismo impulso.
Usé el Apocalipsis en los poemas nuevos porque tiene una mística, una visceralidad y un simbolismo que me interpelan como artista y me estimulan en mi búsqueda. Vos viste, langostas con cola de caballo que lanzan fuego por la boca y qué sé yo qué más, son imágenes muy radicales. Pero también hay en el texto una confianza y una intimidad de las que podría decir que estoy celosa. Es una historia hermosa y extraña y tremendamente terrorífica. No quiero interpretarla. Sólo quiero explotarla. Pero sin duda respeto mucho la Biblia más allá del texto. Creo que se ha convertido en algo sagrado para mí, incluso si lo es sólo en un sentido artístico.
Viste, qué sé yo, no sé si las personas encuentran a Dios alguna vez, eso nadie lo sabe. Quizás Dios las encuentra a ellas… Ja, ja, estoy hablando como una persona religiosa… ¿Si encontré a Dios o a un dios? No… pero lo estoy buscando, creo que mi tendencia al sarcasmo tiene que ver con una devoción por la verdad tan poderosa que no puedo estar a la altura, y por eso elijo evitarla. Pero con estos poemas nuevos, me aburrí de hacer el numerito de siempre, por así decirlo. Quería ver qué pasaba si probaba un poco de sinceridad, ¿me explotaría la cabeza? Más o menos… pero fue así… ese cambio en mi poesía fue lo que me llevó a investigar el cristianismo y el Islam, y no al revés. Me imagino como una detective privada o como una policía que vigila un barrio tomado por pandillas, camino por ahí para reconocer el terreno y aprender sus reglas. Sé lo que quieren las pandillas enemigas y qué defienden, pero no me visto con los colores de ninguna, o tal vez me visto con los de las dos. No sé.
¿Cómo llegaste a publicar? ¿Cómo te llevás con el mundo institucional de la poesía?
¡Muerte al sistema! No, qué sé yo, me preguntás por mi relación con el mundo institucional de la poesía… Tengo un montón de amigos y colegas que vienen especialmente de la spoken word y del activismo, y también otros del ambiente de la vanguardia, pero en gran medida lo que sostiene el mundo institucional de la poesía en Estados Unidos es un nepotismo de mierda. La gente que gana premios, que la publican, me parece que en general es gente que publica a sus amigos. Así que las publicaciones medio que funcionan como Twitter, se gestionan en gran medida a través de contactos personales con un posteo ocasional de algún famoso. No me malinterpretes, soy parte de esta institución y tengo amigos que probablemente hayan hecho lobby para que se publicaran mis poemas, pero creo que buena parte del mundillo de la poesía se beneficiaría de abrir su contenido y repensar su público. Me la paso repitiendo eso y creo que a muchos editores les molesta, pero bueh.
El primer poema que publiqué apareció de hecho en una edición especial de poetas árabe-estadounidenses. Estoy segura de que yo fui la única que no escribía sobre la patria, el exilio o la identidad. Yo estaba boludeando, así que me sorprendió mucho que me publicaran los poemas. En ese momento todavía estaba muy copada con el teatro y la dramaturgia y la performance. En fin, la revista me publicó dos poemas. Los dos estaban llenos de juegos de palabras como “Te fuiste”. El libro nuevo que estoy escribiendo tengo la esperanza de que me lo publique Fence. Sería mi editorial soñada, al menos para este proyecto. Son un poco engreídos pero publican un montón de cosas de vanguardia buenísimas y fascinantes.
¿Qué has estado leyendo, y quiénes son los poetas que te han inspirado últimamente? ¿Quiénes son tus poetas estadounidenses jóvenes preferidos? ¿Cómo ves el estado actual de la poesía estadounidense? ¿Cómo ves el futuro?
Últimamente estuve leyendo a Simone White… su libro Unrest. Me inspira un montón. Cada poema que escribe es distinto así que leer sus libros implica mucho trabajo, pero su forma de componer, la parataxis, es muy ingeniosa. Sí, me gusta mucho ella y también Don Mee Choi. La amo. También amo a Eileen Myles. Leerla me da ganas de escribir un poema largo. Por ahora no tuve mucho éxito, por ahí sea mi próximo proyecto. También estuve leyendo muchas traducciones, los fragmentos de Safo de Anne Carson, los poemas de amor de Qabbani, tanto en inglés como en árabe, ah, y las traducciones de Catulo de Mike Lala. Todavía no sacó un libro pero voy leyendo los poemas a medida que se los publican. Es un poeta estadounidense joven que me gusta mucho. ¿Quién más? Roger Reeves, Sally Wen Mao. Ella es tremenda. Su primer libro se llama Mad Honey Symposium y lo publicó Alice James. La intensidad de sus poemas me da miedo, lo cual es bastante increíble. Ella es una bestia. Creo que la poesía estadounidense se está revitalizando, y creo que en eso es muy única porque es un país enorme y muy diverso, hay un montón de voces que se frotan y se chocan unas contra otras, y para eso está la poesía. Los últimos años los poetas estadounidenses negros la vienen rompiendo. Así que hay diferentes voces y diferentes experiencias y técnicas y tradiciones que finalmente están recibiendo atención y reconocimiento. Pero a la vez esa diversidad también les impide a los poetas estadounidenses mirar hacia afuera y leer lo que está pasando en otros lugares del mundo. Nada es perfecto. No sé cómo va a ser la poesía estadounidense en veinte años, pero espero que clave las garras en otros géneros artísticos, teatro, artes visuales, composición. Y a la vez espero que se ponga a escarbar en su propio corazón y encuentre un lugar para el activismo y la política. Eso le daría a la poesía más fuerza y más vigencia para un público totalmente nuevo.
Agradecemos a Editorial Antílope por compartirnos este fragmento