Beethoven, la creación en el silencio

“Músicos y Medicina, historias clínicas de grandes compositores”, un libro que nos ayuda a explorar las enfermedades y la trayectoria de compositores como Bach, Mozart, Wagner, Verdi y Beethoven

José Meléndez / Ciudad de México

Este año se conmemoraron los 250 años del nacimiento del músico alemán Ludwig Van Beethoven. En realidad la celebración se basa en la fecha en que fue bautizado, y eso ocurrió el 17 de diciembre de 1770. No se sabe con exactitud la fecha exacta de su nacimiento, ésta pudo haber sido un día o dos antes de su bautismo.

La obra de Beethoven ha tenido repercusiones profundas ya no se diga en el mundo  musical (por ejemplo con el grupo británico The Beatles), sino a niveles culturales más amplios sobre todo en el siglo pasado. Así es como el séptimo arte y la literatura, han podido hablar de una u otra manera del genio de Bonn.

Uno de esos casos literarios es hecho por el médico Adolfo Martínez Palomo que, a su manera, nos lo ha presentado en uno de los capítulos del libro Músicos y Medicina, historias clínicas de grandes compositores, editado por el Colegio de México. Como su nombre lo indica, el libro habla de los casos clínicos de los más grandes músicos que se han dado. Bach, Mozart, Wagner, Verdi, sólo por mencionar algunos y por supuesto Beethoven, que es el que ahora nos interesa.

En su capítulo Beethoven, la creación en el silencio, desde temprana edad, el músico padeció de viruela, misma que quedó manifiesta en las numerosas huellas que le marcaron el rostro de manera definitiva. Por otro lado, padeció de molestias abdominales (diarrea y cólicos) y de fiebre. Estos cuadro se presentaron de manera intermitente el resto de su vida. Beethoven la llamaba “mi enfermedad habitual”  y había ocasiones en que tenía que guardar reposo por semanas enteras antes de poderse reincorporar a su actividades habituales.   

Sin embargo, en el caso particular de Ludwig se le recuerda por su padecimiento de sordera, condición por demás complicada para un músico. Es en el verano de 1796, cuando contaba con 23 años que se manifiesta esta condición. Al regresar una tarde a su casa, Beethoven, quien se encontraba acalorado, decidió abrir puertas y ventanas, además de quitarse a ropa (menos los pantalones) para poder refrescarse. Como consecuencia de esta acción, Beethoven contrajo una enfermedad (probablemente tifoidea) que poco a poco le quitó el sentido del oído.

Varias con las misivas que escribió a diferentes personas que dan cuenta de su progresiva condición y de las consecuencias que trajo, primero emocionalmente y después en su trabajo.

Para Maynard Solomon, uno de los mejores biógrafos del músico, comentó:

«El cierre gradual del contacto auditivo de Beethoven con el mundo, inevitablemente produjo sentimientos de doloroso aislamiento. Pero la sordera no alteró y, de hecho, tal vez incrementó sus habilidades como compositor. En última instancia, Beethoven transformó todas sus derrotas en victorias… hasta su pérdida de la audición fue, en alguna forma su impulso creativo».

Contrario a lo que muchos de sus biógrafos del siglo XIX y posteriores, Beethoven no murió en el abandono ni en la ruina, sino rodeado de su familia y su deceso tuvo un gran impacto en músicos como Franz Shubert y, por supuesto en la sociedad vienesa, así como en toda Europa. A su funeral asistieron 30, 000 personas con lo que demuestra (aparte de una gran popularidad entre sus contemporáneos) que su música ya era más que apreciada.