El escritor portugués comparte sus reflexiones sobre el hecho artístico y su proceso como escritor vinculado a otras formas de conocimiento más allá de la literatura
Ciudad de México (N22/Huemanzin Rodríguez).- Frente a las noticias del horror que vivía Italia a principios de este 2020, cuando nada se sabía de la pandemia, hubo incertidumbre en el mundo a la espera del siguiente contagio. Eso vivió Gonçalo M. Tavares, participante del Festival de las Letras Europeas en la FIL 2020, uno de los escritores portugueses más destacados de su generación que, escribe sin pensar en el género literario y piensa que el lector tiene un trabajo tan importante como el autor. En conversación con Noticias 22 Digital, comparte su visión de la literatura, de la influencia del arte y la ciencia en su labor como escritor, del proceso creativo y su metodología para escribir. También habla de su último proyecto literario titulado Diario de la peste; y pone en claro que lo que menos busca son espectadores, prefiere actores de vida.
Participas en el Festival de las Letras Europeas que este año cumple su décima edición. Para comenzar, ¿qué han sido para ti estos últimos diez años?
Para mí como escritor ha sido un poco, no la continuación no mi escritura, pero sí de mis publicaciones. Porque yo he empezado a escribir desde los veinte y a publicar desde los treinta años. He escrito libros muy distintos. He escrito muchos libros de ficción, muchos más libros muy híbridos. Recientemente he escrito el Diario de la peste, que ha salido en muchos periódicos en lengua española, también en México. Para mí la escritura en los últimos diez años ha sido un trabajo diario, una necesidad, veo que ha habido una mezcla cada vez más grande entre los géneros literarios. Para mí, la escritura es una cosa potencialmente enorme, entonces me gustaría continuar haciendo un espacio para los siguientes diez años de trabajo. Es escribir de una forma libre, escribir en formas distintas, no estar cercano a una creencia de los géneros literarios. Todo lo contrario. Creo en el combate contra los géneros literarios.
Las letras portuguesas han pasado por un gran momento en las últimas décadas. ¿Qué opinión tienes de ellas?
Yo estoy dentro. No sé muy bien qué decir porque no soy un analista de los que se está haciendo. Además, yo soy un lector de clásicos, por ello no estoy tan dentro de lo que se está escribiendo. A mí me parece que hay muchos escritores en Portugal y en los últimos diez años han aparecido nuevos escritores como Bruno Vieira Amaral. Hay grandes escritores de la generación anterior como Mario Carvalho, Hélia Correia, Lobo Antunes, que continúa ofreciendo obras de calidad en los últimos años. Y hay otros escritores ganadores del Premio Saramago, que es un premio para menores de 35 años. Hay escritores muy buenos.
Los géneros nos ayudan a nombrar las cosas y así es como las personas no especializadas entienden de qué se trata aquello que ven. También sirven para clasificar libros en librerías. Más allá de eso, ¿por qué combates a los géneros literarios?
Entiendo lo que dices, es difícil hablar sin tener referencias. A mí me gusta mucho la idea de que la escritura es un verbo intransitivo. O sea, yo escribo, y punto final. La escritura no necesita de la pregunta: ¿qué? Por ejemplo, yo tiro algo al fondo del pozo, tengo que saber qué estoy tirando: ¿Una piedra? ¿Una botella? ¡Algo!… En la literatura no necesito saber qué es lo que estoy tirando, yo estoy escribiendo y punto.
De alguna manera para orientarnos, como si fuera una brújula, precisamos decir: estoy escribiendo novela, poesía, ensayo. A mí me parece que cada una de las opciones es una forma de retirar potencia del lenguaje. Porque el lenguaje es dinamita. Es algo explosivo, no es solamente una imagen, es la idea de que el lenguaje puede seguir por muchos caminos al mismo tiempo. Como una explosión. No es una implosión, es una explosión de ideas, de sonido, de narrativa, de pensamiento, de historias rápidas.
Ahora que lo preguntas, creo que los géneros literarios son como una implosión del lenguaje. Si yo dijera: sólo voy a escribir poesía, es como si ahora sólo pensara en algunas cosas del lenguaje. Si digo que voy a escribir poesía, estoy diciendo que no voy a pensar, pensar es para el ensayo, o narrar una historia porque eso es para la novela. No estoy en contra de los géneros literarios, porque ser creyente y ser un enemigo es una misa cosa. Es tener al centro a los géneros literarios. Te diría que no es mi asunto eso de los géneros literarios. Y pienso que intento escribir como alguien que no tiene una frontera alrededor de su alfabeto, donde el alfabeto es explosivo y puede mezclar en la misma frase ensayo, poesía y una pequeña narrativa. Me parece que la literatura es muy convencional.
Soy un creyente de la literatura y pienso, y hay ciertas cosas del conservadurismo que me parece están bien en la literatura, que por fortuna no es como la falsa locura del arte contemporáneo. A mí me parece que todas las artes visuales son hijas de Marcel Duchamp (1887-1868), del gesto de 1917 en donde a un urinario le puso La fuente. Yo diría que noventa por ciento del arte contemporáneo de 2020, es hijo Marcel Duchamp, instalaciones, performance, ready made, etc…
Si pensamos en literatura, en las vanguardias literarias y el 2020, yo diría que ni el diez por ciento de la literatura del 2020 es hija de las vanguardias literarias del siglo XX. Es como un uno por ciento o menos. Yo no estoy diciendo que las vanguardias son maravillosas o que descubrieron algo como la rueda o el fuego. Pero, como te he dicho, me gustan mucho ciertas convenciones, soy un lector —y también he escrito a partir de— los clásicos y respeto a muchos clásicos. Me parece que literatura tiene que ganar más libertad, no es nada más la libertad por la libertad. Creo que el lenguaje es una libertad mucho más grande de lo que pensamos. Y ese es el camino que intento seguir.
Entiendo lo que dices, pareciera que hoy la única forma en que la expresión artística sobrevive es si tiene el formato de industrias culturales. Cuando pasa eso, se convierten en un producto que debe de ser claro para que el consumidor no se confunda. Y el consumidor asiste a algo más cercano a un buffet.
¡Un buffet con alimentos muy parecidos! ¡Un buffet siempre con papas fritas!
Así es, con sabores que ya conocemos. Entonces la gente busca libros, películas y exposiciones que en el mismo formato recorren el planeta porque a todos nos gusta lo mismo.
¡Sí! Borges decía que le gustaba leer a los jóvenes y a los clásicos, porque las personas del mismo momento histórico estamos escribiendo algo similar. Por eso a mí no me gusta tanto leer lo que están haciendo las personas de hoy porque los libros son muy parecidos. Y es muy interesante que de pronto, lees a un clásico y resulta ser muy novedoso. Sobre lo que dices de la industria, a mí me parece que hay una forma de apropiación industrial de la cultural que es la forma de narrar una historia.
Sé que necesitamos más tiempo para hablar de esto. Por ejemplo, dejemos de hablar de literatura y ahora pensemos en el cine. Luis Buñuel y Salvador Dalí hablaban de que el cine puede ser imágenes choque. El cine ha sido apropiado por la narración. Vemos un filme para ver una historia. El cine no necesita ser una narración. Puede ser muchas cosas. Vamos al teatro y vemos una narración. Y en la literatura eso ha pasado también. La literatura puede ser muchas cosas. La misma narración puede ser más que contar una historia.
La narración continúa siendo algo muy seductor, por lo buenos motivos, pero también es seductor para la industria. Me parece que debemos de pensar, ¿por qué vivimos la supremacía de la novela? ¿Por qué la literatura ficcional es para contar una historia? A mí me gusta mucho, por ejemplo, la ficción de las ideas. No es filosofía ni es ficción, es imaginar ¿qué tal si esta idea fuera verdadera? A mí me gustan las ideas interesantes y no necesariamente verdaderas. Algo que, en el sentido más puro, no es filosofía. He escrito sobre eso, que podemos tener una ficción ensayística, en la enciclopedia Atlas. Del cuerpo y la imaginación (Universidad del Claustro de Sor Juana/Matadero. 2018). Podemos crear ficcionales, ideas que no son verdaderas, más sí estimulantes.
La industria siempre está intentando ver qué es lo que crea el fuego para intentar repetirlo. Y tenemos un fuego natural y otro artificial. Sin saberlo, de alguna manera todos nosotros hemos sido capturados por la industria. Por eso me parece muy importante que la literatura se mantenga en el espacio de la cultura, de la inteligencia, de la tentativa de pensar sobre otro punto de vista. O sea, una literatura individual en la que cada persona ponga su nombre y no ponga el nombre de una empresa o una industria.
Recuerdo, al escucharte, una discusión que hubo en el Quattrocento, entre poetas y pintores. Los poetas consideraban que era más importante su arte porque los pintores retrataban anécdotas y el arte es más que eso (algo que pienso mucho cuando veo películas). Los pintores se defendían diciendo que no era cierto, que al igual que en la poesía se yuxtaponían palabras, ellos lo hacían con los colores.
Así es, mira, algunos años atrás ya se hablaba de esto. Y sí, la pintura, inicialmente, tenía el retrato y la narrativa. ¡Eran historias! Ahora, estoy hablando desde un punto de vista europeo, me parece que en los países de América Latina, cuando voy a una librería de Argentina o de México —desafortunadamente hace un año que no voy por la pandemia—, los libro son muy distintos, tanto entre los escritores, como en sus formas; abres el libro y ves que eso es distinto. Es otra cosa. Me gusta mucho. La pregunta es, lo que me parece que aplica a cualquier tipo de creación, cuando tienes la creación en las manos: ¿qué es esto? Que la creación no sea algo totalmente familiar. Así que cuando hablo de una literatura conservadora, para mí lo es más la literatura europea, la estadounidense. ¡Claro que con muchas excepciones maravillosas! Creo que la literatura Latinoamericana tiene un nivel considerable de algo distinto, más que en la literatura europea. Nosotros, creo que estamos dominados por el efecto del siglo XIX.
Y como hablaste de pintura, la imagen, ya sea fotografía, pintura o dibujo, pertenece a la literatura. Eso me parece claro. Por eso no entiendo cómo es que la literatura ha pensado en el lenguaje, el lenguaje y el lenguaje. Desde hace muchos años el arte tiene palabras, el cine tiene palabras. Las fotografías pueden tener dibujos y letras por encima.
Cuando un libro tiene algunas fotografías y mucho texto, es un libro de literatura. Pero si tiene muchas fotografías ya es un libro de arte. Me explico: hay un gran escritor brasileño que se llama Nuno Ramos, que es también un artista contemporáneo muy bueno. Hace muchos años que lo conozco y por ello he leído los catálogos que había hecho como artista plástico. Él escribió textos absolutamente extraordinarios, de los mejores textos que yo he leído en lengua portuguesa. Pero nadie lo consideraba escritor porque sus textos estaban en un catálogo lleno de fotografías. Después ha hecho un libro solamente con palabras, y recibió un premio literario importante y a partir de ahí ha comenzado su carrera como escritor. ¡Me parece absurdo! Eso muestra bien cómo la recepción literaria está conectada con la idea de “no contaminación”, que me parece una idea decimonónica.
Evidentemente cuando uno te lee, no estás pensando sólo en literatura. Hay mucho arte, mucha ciencia. Se ven el cine y las artes plásticas, también está la música. Escribiste un libro que me gusta mucho Breves notas sobre la música & Breves notas sobre la literatura-Bloom (Matadero. 2018), en donde hablas de los instantes de la música y su percepción. Uso la siguiente figura, la del golpe, con él reconocemos el sonido. Pero el sonido no existe sólo porque lo escuchamos, existe por arsis y tesis. Si los libros son la representación del acento, ¿dónde está tu literatura en el silencio?
Sí, me interesa mucho la ciencia, el cine, las matemáticas, la filosofía, las artes contemporáneas. Soy una mezcla de todo eso. Y la música bastante, es otra forma de lenguaje.
Cuando me preguntas sobre eso que está antes de la literatura, te diré que no soy metafísico ni espiritual, yo pienso más en energía. Yo tengo una energía por día. Cada mañana sé que tengo una cantidad de energía y me pregunto qué voy a hacer con ella. Y parece claro resolver que, en tres o cuatro horas, me voy a acabar esa energía. Otras veces la energía dura todo el día. Así que mi gran pregunta es ¿qué voy a hacer hoy con esa energía que tengo? Es curioso, hay algo de atleta en el escritor, al menos para mí. Yo escribo mucho de mañana porque tengo mi cabeza muy acelerada, por eso duermo más temprano. Al despertar, tengo que tomar esa energía y canalizarla para la escritura. Así que, tener ganas o rabia, es lo esencial y es lo que está antes de la escritura. Yo no escribo sin rabia, sin energía, no escribo como un funcionario que tiene hacer algo. Yo no tengo obligación de escribir. Como puedes ver, mis libreros no están completos porque me acabo de mudar de casa, pero la mayor parte del tiempo estoy leyendo, pensando y la energía va en escribir.
Después de la escritura pasan dos cosas: por un lado, hay una alegría muy grande. Si escribo dos o tres horas, el día está lleno de cosas maravillosas. Salgo en la tarde muy contento. Y hay un cansancio muy interesante. Es de esas pocas ocasiones en que la alegría y el cansancio coinciden. Estoy muy cansado y muy contento. Es como si mi cuerpo dijera: trabajaste bien con la energía que recibiste. Porque la energía es algo que no dominas, a veces hay mañanas que tengo mucha energía y al día siguiente no tanta.
Ahora, ¿cómo canalizas tu energía? Es una decisión tuya. Podría hacer millones de cosas con esa energía, y con la decisión de cómo usarla me puedo enorgullecer, más no de la energía, porque no depende tanto de mí.
Me gusta lo que dices del escritor atleta, porque tiene que ver con cómo duermes, con cómo comes…
Cómo no gastas tu energía de forma inútil.
Pero, aunque dices que no ser metafísico, respondes con espiritualidad. Porque una cosa es cuidarse y otra canalizar la energía y convertirla en algo. A veces la energía aparece como rabia, otras como deseo, placer o simple felicidad. Pero ¿qué hacer con eso? Cuando hablas de la energía y su uso parece que te refieres al Qì y a las artes marciales
No es fácil responderte, pero entiendo lo que me dices. Cuando publicas un libro, hay una alegría muy física al momento de tener el material en las manos y no siento lo mismo cuando el libro va on line. Pero esta alegría no es comparable con el proceso de escribir. La gran energía está al momento de escribir. Hay días que escribo cuatro horas sin parar, otros días no tanto. Cuando escribo sin parar lo que escribo lo hago sin pensar, pese a que tengo fama de cerebral, en verdad no pienso, intento no pensar, no sé si se note eso. Ese momento es muy fuerte. Y muchas veces, como lo hablamos en otra ocasión, hace dos años, corto mucho. Esa es algo que no tiene la primera energía importante. El trabajo de cortar para, de cien páginas dejar diez, que es mi proceso, más corto, más corto y más corto, no tiene la misma alegría y es un trabajo más técnico. Nadie podría hacerlo, sólo puedo hacerlo yo y no hay forma de que escape de ello. No es algo grandioso. Al final, el libro es una mezcla de dos momentos muy distintos. Un momento de placer puro y otro en donde no sé de lo que estoy escribiendo y tampoco lo sabía antes de escribir. Y la técnica.
El cineasta independiente Jonas Meckas (1922-2019), decía que las obras de arte son las escamas de la piel muerta de una serpiente que ya no vemos. Y que eso sólo nos recuerda la serpiente que fue. ¿Esa idea aplica con los libros?
Es un poco como el teatro. A veces me invitan a ver los ensayos en medio del proceso. He visto, y quien sea actor o esté familiarizado lo sabe, ensayos que logran momentos de magia pura que no se consiguen en el estreno o en las funciones. Son cosas que no se repiten. El proceso, muchas veces tiene algo de extraordinario. Entiendo perfectamente la metáfora de las escamas.
Me divierte esto que dices de “no pensar”. En tus libros tienes ideas muy trabajadas, depuradas y ciertamente complejas (ahora que lo complejo se descalifica para producir cosas divertidas que consume el público). Pero tendré en cuenta esto que dices en la siguiente lectura de algo tuyo. Dices que quitas, cortas, acortas lo que escribes. Siempre he pensado que esa técnica está asociada a la imagen tradicional de esculpir. La obra ya está en el pedazo de piedra, de lo que se trata es de quitar bien y a detalle.
Si, porque yo veo al lenguaje como una materia bruta. Es curioso que la escultura funcione para la literatura. Es como si el texto ya estuviera ahí y hay que quitar aquello que salpica las cosas. A mí me gusta mucho una metáfora de Joseph Beuys (1921-1986), un gran artista alemán, teórico del arte, él decía que el trabajo del artista es un trabajo muy simple, sólo se trataba de tirar el polvo que está sobre las cosas. Decía que todas las cosas tenían ya un brillo, una luminosidad, que todas las cosas son potencialmente diamantes, pero muchas de ellas tienen polvo encima. Entonces no vemos ese brillo. Así que el trabajo del artista es el de un empleado de mantenimiento, es quitar el sofocante polvo del tiempo y descubrir el brillo de las cosas, así que, es un trabajo muy modesto. Ése es también el trabajo del escritor. Tenemos que tirar el polvo del lenguaje, el polvo que está sobre las frases, el polvo entre las palabras, limpiar los lugares comunes para que de nuevo la luz potente del lenguaje sea posible. Es curioso, ahora relaciono todo esto con la idea de Platón, de que nosotros sólo vamos a rememorar. Yo no he escrito un libro, solamente he recordado un libro. Y limpiar el polvo es revelar lo que ya estaba antes. En Grecia antigua, la verdad tenía que ver con revelar. Revelar no era hacer, porque la verdad no es algo que vas a hacer. Es algo que estaba tapado y vas a quitarle el polvo. Así veo a la escritura.
Beuys también decía que todos somos artistas hasta que llegamos a la escuela, donde se acaba la libertad y se estructura todo. Me gusta esto que dices, porque en el inicio de la filosofía las cosas ya estaban, ya existían, sólo se le revelaban a quien se detenía a observar. Y la genialidad era algo prestado. Cuando los doctores de la religión se basaron en los textos antiguos, cambiaron la revelación por epifanía, por actos divinos y de observadores nos convertimos en espectadores. Si para ti, quitar el polvo es lograr la literatura, ¿cómo piensas en el lector?
Si, hablé del trabajo del escritor, pero como has dicho bien, el lector tiene trabajo, no está desempleado cuando lee, está haciendo algo. Eso me parece muy importante, es fundamental, son dos personas que están haciendo algo. Uno ya lo ha escrito y quien lee está trabajando. El lector tiene que ponerle cosas al libro, ponerle capas. Me gusta la idea de “entre líneas”, o sea, entender algo que no ha sido dicho. Eso me parece que es mucho el trabajo del lector, el lector es también un escritor que escribe entre líneas del libro. Además, si tomas un libro, como éste que tengo aquí de Nicanor Parra, lo abres y hay mucho espacio en blanco. Mira, aquí hay mucho y tú puedes escribir entre líneas. Ese blanco es para el lector. En Portugal hay una historia de un reo, que la cárcel no tenía papel para escribir y fue en libros es donde escribió todo lo que necesitaba escribir. Porque el libro es también un cuaderno de apuntes, sólo que tiene unas manchas oscuras, en este caso, los grandes versos de Nicanor Parra. Así que la literatura es una relación doble.
Por eso creo, como decías, el trabajo del lector no contempla una narrativa. No la ve pasivo. Y un libro tampoco debe poner al lector en una posición confortable. El lector debe estar agarrado por el libro. Tú te das cuenta de esa actitud por la posición de una persona al sentarse, si es un espectador, que está a la expectativa, esperando, se le nota. El lector no es espectador, para mí esa es una diferencia radical, el lector actúa en el libro. Y me parece que uno de los efectos de la industria de la hablábamos es que, todos los asistentes a galerías, ferias, cines, teatros, librerías, sean espectadores como si no fueran actores de la vida. El arte no puede ser un intervalo que estas viviendo, no eres el espectador de un libro y al cerrarlo sigues con tu vida. Si eres un actor de la vida, al leer un libro, si es bueno, tienes un momento de los más intensos de tu vida. Ya habíamos platicado algo sobre esto, tú y yo recordamos perfectamente qué hacíamos cuando leímos La montaña mágica de Thomas Mann. O Crimen y castigo de Fiódor Dostoievski. Yo recuerdo la edad que tenía, qué hacía, cómo llego el libro a mis manos, por qué fue importante en mi vida y cómo es distinto a otros.
Sí, lo sé y lo recuerdo. Creo que la experiencia artística tiene un proceso biológico. Permea el cuerpo, se toma su tiempo. Te pide tiempo. Si nuestra capacidad lo permite, eso se refleja en algo, en una creación, una mirada distinta o una idea. Cuando no, creamos engendros. Y veces le pasa lo mismo, como a todo lo que el cuerpo no necesita. Sí, leer es un acto orgánico.
Si, eso es muy interesante. Cuando estás frente a un cuadro, sabes que pasa algo biológico, lo sientes. Coincido contigo.
Hablemos sobre tus Diario de la peste, que hemos podido leer en México a través de algunos medios de comunicación. Los escribiste este año y será tu próximo libro. ¿Cuál fue tu necesidad de escribir esta especie de columna diaria?
Yo he escrito los Diario de la peste, entre el 20 de marzo al 20 de junio, cerca de noventa días. Y después he parado. Ahora otra vez en Portugal estamos en semiconfinamiento, no tanto como en marzo.
En ese primer momento de marzo a junio, tuve un impacto enorme. En Portugal estábamos mirando los hospitales de Italia y las cosas terribles que estaba sucediendo y, de alguna manera, en marzo estábamos en pánico porque aguardábamos una ola tan terrible como en Italia. Yo estaba tan obsesionado con la pandemia que no conseguía leer nada. Tampoco conseguía escribir ficción, no podía, no lograba. Entonces, obcecado, vi que tenía que escribir sobre esto. Y empecé el diario como una necesidad absoluta, ha sido todos los días por compromiso personal.
Yo fui el quien se lo propuso al periódico de Portugal El Expresso. En el periódico me dijeron que podía escribir algunas frases por día: «Si un día no quieres hacerlo no hay problema». Y yo les dije: «No. Quiero escribir todos los días. Necesito escribir todos los días.» A veces escribí textos muy largos. Y hoy pienso que afortunadamente lo he hecho, porque pasó algo que nunca había hecho antes, que es estar conectado directamente con la realidad. He intentado hacer algo sin cualquier piedad, sin pensar que escribía para un periódico. Estaba haciendo algo que me parecía a mí, literariamente fuerte.
Pienso que frente a este hecho tan importante, donde he tenido la posibilidad de estar atento todos los días, el resultado puede que con el tiempo gane más fuerza. Yo no podría haber escrito hoy de marzo como he escrito en marzo. Yo estaba escribiendo directamente en la actualidad. Terminaba a veces a la medianoche, muy fatigado, al final de setenta días estaba muy fatigado. Pero siempre escribiendo de algo que había pasado una hora atrás. Eso ha sido una experiencia muy fuerte, habrá otras experiencias y más tarde se podrá hablar de una manera distinta. Pero esto me parece significativo, yo no diría que es como una guerra, pero tiene un impacto muy fuerte, físico, psicológico muy impresionante. Es absolutamente global, mucho más que las guerras llamadas “mundiales”, que no fueron mundiales; por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial tuvo su epicentro en Europa, pero en Portugal no digo que no haya pasado nada, pero no ha sido determinante. Lo mismo para otros países. Yo diría que la pandemia es, tal vez, el gran evento global que va a marcar generaciones. Yo y muchos otros ciertamente vamos a escribir sobre los efectos de la pandemia y probablemente de aquí a muchos años se podrán hacer cosas muy fuertes sobre ella. Más para mí, escribir los diarios ha sido muy importante en todos los niveles.
Yo escribía y la extraordinaria traductora Paula Abramo lo traducía de inmediato, ella ha traducido Una niña está perdida en su siglo en busca de su padre (Almadía. 2018). Ha sido un equipo muy bonito porque yo escribía y enviaba para Paula Abramo, para la traductora griega, para el traductor inglés Daniel Aldus, etcétera. Y Paula en una hora, hora y media, traducía el diario del día y lo enviaba a los periódicos de doce países de habla hispana. Así que yo recibía una retroalimentación de la gente que me leía en México, Cuba o Argentina, de cosas que estábamos sintiendo al mismo tiempo. Y eso ha sido una experiencia inolvidable. El Diario de la peste lo publicaré en Portugal probablemente el próximo año. Me gustaría que también se publique en México.
Esperemos que de esta pandemia, al final, salgan libros cada vez mejores y por encima de todo, una sociedad mejor. Tengo mis dudas. No soy un optimista. Pienso que el arte va a cambiar, la sociedad y el individuo también. Pero estoy más optimista con relación al arte.
Sí, ha habido otras crisis y no ha cambiado gran cosa. El poder se ajusta. El mercado igual.
La estructura social, económica, me parece que es más como una guerra. La pregunta es, ¿cuál es el producto que esta catástrofe puede originar? ¿Qué se puede vender de esta catástrofe? Eso trato de ver. Las personas se sienten mucha injusticia, porque es una injusticia generalizada. Es como Job de la Biblia, ¿qué he hecho para merecer esto? Todos nosotros sentimos esta pregunta ¿Por qué? Y eso va a llevar a un resentimiento, físico y de rabia. Espero que todos nosotros podamos resistir al resentimiento que tenemos. Sin embargo, tengo yo otra hipótesis, más optimista. Habrá una gran fiesta de alegría y reencuentro. Pienso que también eso podrá existir además del resentimiento. Habrá una fiesta por estar con nuestros padres y madres, etcétera. La fiesta será por reencontrar cosas muy simples. Vamos a ver qué pasa.
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