¿Hemos leído lo mejor de la literatura latinoamericana del siglo XX? Ellas nos demuestran que el mapa está incompleto
Ciudad de México (N22/Ana León).- Son ellas. Las hijas, las nietas literarias, las que han hecho el trabajo. Son ellas las que han reclamado y alzado la voz para exigir el lugar que debió dársele a una generación de escritoras latinoamericanas del siglo XX y que les fue negado. Son ellas las que han construido redes de colaboración para, en una labor arqueológica, mapear su obra. ¿La semilla? La inquietud de Socorro Venegas, editora y directora general de Libros UNAM, compartida con Jorge Volpi, al frente de Cultura UNAM, fue la que inició el tejido de esta red de lectoras, de autoras, de especialistas, que ha cruzado el continente y el océano Atlántico para saldar esta deuda, para correr el velo patriarcal que había hecho a un lado su trabajo.
Son ellas el cúmulo de voces silenciadas. Son ellas las dueñas de tantos y tantos manuscritos rechazados condenados a vivir en un cajón de escritorio. Son ellas, muchas de ellas, las que silenciaron su propia voz frente críticas malsanas. Son ellas las que también asumieron su identidad literaria, poderosa, contundente, sobrada de cualidades de fondo y de forma, las que se bastaban a sí mismas aunque el canon no las viera o, más bien, no quisiera verlas, porque como dice Socorro Venegas, no vivían en una cueva, no estaban escondidas, eran mujeres parte de una activa vida cultural, artística, intelectual, académica, bastante pública. Todas ellas son las Vindictas, las que hoy se rebelan y cuestionan el canon, las que esparcen esa alerta para no volver a omitir; y, sobre todo, las que hoy vuelven a la luz.
Desde el 25 de noviembre, día significativo, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, circula la más reciente entrega de esta colección, la antología Vindictas Cuentistas Latinoamericanas, que estrecha lazos con el sello independiente madrileño Páginas de Espuma. Su editor, Juan Casamayor y Socorro Venegas, antologan esta última entrega.
Frente a esta experiencia, Juan Casamayor —que junto con Socorro Venegas conversaron conmigo ese 25 de noviembre—, me contaba que esta empresa literaria los enfrentó a un mapeo sesgado, «de pronto hablábamos de un canon del cuento donde faltaba la mitad. No se podía hacer una antología de las cuentistas latinoamericanas porque no las había o estaban invisibilizadas. Por lo tanto, lo que ha habido que hacer es un esfuerzo de selección, lectura, investigación. Luego hay algunos criterios muy de editor: una escritora por país, que ya era una tarjeta de visita para quien se acercara a la lectura. Y luego también, un criterio importante, más allá de la calidad individual de cada cuento, es que queríamos que la antología funcionara como funciona un libro de cuentos, donde en el fondo los cuentos conviven entre sí, dialogan entre sí. Y entonces muchas veces la selección de un texto, tenía que ver no sólo con su calidad, sino con cómo entablaba un diálogo con el resto de cuentos.» Para él, este proyecto ha jugado con dos extremos: dificultad y belleza.
Socorro Venegas es enfática al señalar, como lo ha hecho antes con el lanzamiento de las novelas con las que se le dio el banderazo de salida a esta colección, que esta antología es una oportunidad para «descubrir escritoras que han permanecido al margen, que han permanecido silenciadas por condiciones machistas, por una mirada masculina que ha configurado un canon donde ellas han quedado fuera.» Pero ahora, lanza una pregunta relevante: «¿de verdad hemos leído la mejor literatura latinoamericana del siglo XX? Esa pregunta significa un desafío y significa que es importante que hagamos esa revisión, porque nos estamos perdiendo la mitad de la creación de este continente.»
Hace varios días me quejaba amargamente en Twitter de lo difícil que es conseguir en México libros de una de las autoras argentinas que a mi parecer es de las imprescindibles, Selva Almada. En el marco de la FILO me pude hacer de su primera novela, El viento que arrasa (2013), que publicó el sello bonaerense Mardulce. Aunque ha sido publicada también por Random House [Chicas muertas, El desapego es una manera de querernos, entre otros textos], una vez que se termina el primer tiraje acá, es difícil volver a hacerse de ellos. Almada no es la única de esas autoras sureñas (vivas y muertas, que debo confesar me vuelan la cabeza), difíciles de conseguir. Están también Mariana Enriquez (muy distribuida Nuestra parte de noche, su más reciente novela, y están empezando a llegar con más frecuencia sus libros de cuentos luego de este tremendo estruendo); Ariana Harwicz, Mónica Ojeda, María Fernanda Ampuero, Gabriela Wiener, por mencionar algunas. Y de otras, anteriores, Idea Vilariño (poeta), Marosa Di Giorgio, incluso Alejandra Pizarnik que sí gozó de más visibilidad que sus contemporáneas, por mencionar otras autoras que no figuran en esta colección, sigue siendo difícil encontrarlas. ¿Qué está sucediendo entonces que el gesto no es un hecho sólo del pasado, sino que permanece en el presente?
«Eso es lo que nos da la señal», apunta Socorro, porque también los temas, el reclamo político sobre el cuerpo, no ha mutado mucho. «Que esta antología sea posible, que una colección como Vindictas sea posible, no significa que ya superamos los problemas, los prejuicios; no significa que ya evolucionamos y nos somos una sociedad machista, lo que significa es que siempre está el riesgo del retroceso, que siempre está allí la posibilidad de que vuelvan a ser silenciadas, invisibilizadas. Es un hecho histórico que se les ha invisibilizado, pero no es del pasado. Para que una antología como ésta sea innecesaria en el futuro, hoy tenemos que ir construyendo ese camino.»
«Aquí tu reflexión cae primero sobre un tejido real donde muchas veces, al día de hoy, a 25 de noviembre, y hoy es una fecha muy importante, sigue habiendo prácticas en el ámbito de la cultura que llaman la atención», apunta Casamayor, «paneles de festivales y encuentros literarios donde encontramos dieciocho hombres y dos mujeres. Cada vez estamos consiguiendo que esto ocurra menos, pero sigue ocurriendo. Y luego la circulación de las las escritoras por parte de la industria editorial es un factor mucho más complejo que solamente eso, pero es verdad que podemos estar, como dice Socorro, nuevamente en un peligro de que se reproduzcan situaciones del pasado. Entonces, hay que hacer un sobre esfuerzo, hay que hacer una cultura de la atención y de la vigilancia para que esto no pase.»
Cuando Socorro lanza esa pregunta, si hemos leído la mejor literatura latinoamericana del siglo XX, es inevitable pensar en el llamado Boom Latinoamericano. Ese movimiento en el que se aglutinaron grandes y muy buenas plumas, pero ahora se hace más evidente, porque lo sabíamos ya, que no son las únicas. Hablemos entonces de desestabilizar el canon.
«Ni todo lo que brilla es oro, ni todo lo que explota hace ¡boom!», enfático apunta Juan, «es decir, no todo lo que se escribió hizo ¡boom! El boom es un invento de la industria cultural, de la industria editorial catalana, de una gente que hizo una labor magnífica, pero eso no quita que hubiera escritoras en esos mismos años, en esas mismas décadas, bajo circunstancias culturales y políticas adversas ante su escritura, que no estuvieran escribiendo, desde un punto de vista formal, temático y estético, tan bien como estaban escribiendo esos nombres del famoso boom.»
«Lo que se trata no es de volver a hacer un boom», continúa, «no me interesa, sino lo que me interesa es leer el cien por cien, al menos, el retrato literario de las décadas fundamentales del siglo XX, que en el fondo son las madres y las abuelas de las escritoras y los escritores que hay ahora y están invisibilizadas. Su intervención literaria cuestionaba el discurso político y social dominante. Cuando eso entra en práctica, ellas desaparecen del boom. Y eso es lo terrible. Y ellas sí que son oro. Ellas sí que brillan por su literatura.»
«En el prólogo», continua Socorro, «yo digo que es muy interesante cómo de manera paralela al surgimiento del boom, que el boom te sugiere una explosión, en paralelo estaban estas autoras creando, trabajando una obra, configurando proyectos literarios que parecían justamente funcionar en la dirección contraria. Acá en vez de una explosión, había una implosión. […] No hubo un cuidado suficiente o no se hizo el esfuerzo de mirar lo que estaban creando ellas, que no estaban escribiendo en secreto. Querían publicar, llevaron sus libros a las editoriales y como algunas de ellas han dicho también, parecía que el destino de sus escritos era el cajón del escritorio.
»Esas condiciones son las que tenemos que revisar. Esas condiciones que permean en todos los espacios, en las aulas donde se enseña literatura; en los concursos, en los premios literarios donde también se debe leer a las escritoras en las mismas condiciones en las que se lee y se considera la obra de los escritores; a la hora en que se otorgan las becas, a la hora en que se hacen las antologías y se revisa un índice.»
Preguntarnos constantemente si nuestro mapa literario es sesgado es lo que pone sobre la mesa esta colección, las palabras de estos editores. «Pues hay que pensar en dónde están las creadoras. Hay que preguntárnoslo, porque no están escondidas, ni viven en una cueva. Ahí está la obra y hay que dirigir la mirada hacia allá», enfatiza Venegas.
Otra de las partes fundamentales de esta colección es que ha creado una red. Y en el mundo editorial independiente eso es muy importante. Si bien Libros UNAM está respaldada por esta institución, el trabajo que realizan con sellos nacionales e independientes como Almadía, por ejemplo, logra dar vida y respiro a colecciones que los lectores agradecemos. Ahora ese trabajo se enlaza con Páginas de Espuma, también, pero más allá de eso, en el ejercicio de crear esta colección, está el trabajo de autoras que prologan las primeras novelas de la colección y que son consultadas junto con investigadoras y académicas para llegar a esos textos que hoy vemos impresos en esta antología de cuentistas. Una red enorme cuya génesis se reduce a un gesto bastante simple y natural: preguntar. «Preguntar por otras experiencias de lectura», me dice Socorro. «Es un trabajo de arqueología porque se trata de ir desentrañando recuerdos lectores, pero esos recuerdos están en lectoras muy especializadas a las que consultamos. Y en estos tiempos de pandemia llegaban cuentos escaneados, fotos de texto por WhatsApp, tuvimos esta, nosotros la llamamos esta red de corresponsales, porque preguntamos por todo el continente a amigas, a colegas, a autoras jóvenes. Buscando algo que ya buscamos con las colección de novela, que es involucrar a la autoras de este tiempo, a las autoras más jóvenes para configurar un proyecto editorial donde sea una suma de lecturas y de miradas.
»Más que pretender que se incluyan en el canon o que haya un nuevo boom, lo que queremos es que los lectores tengan la posibilidad de encontrarlas. El acceso real a un libro es que esté disponible en una librería, es que esté disponible en una biblioteca, es que se hable de ellos. Que circulen en los clubes, en los círculos de lectura. Esa es la reivindicación que se necesita».
Y continúa Juan, «esto también tiene una proyección al futuro. Que es algo que a veces Socorro y yo hemos subrayado, crear este tejido entre las escritoras actuales y sus madres y sus abuelas literarias puede crear un discurso, un continuo, que en el fondo de lo que esté hablando es que no será necesario que las nietas finales de las escritoras de ahora precisen de este trabajo. Que no venga nadie a hacer una antología titulada Vindictas 2 para recuperar a las escritoras del primer tercio del siglo XXI. Una antología que descubriera a los lectores a Fernanda Melchor, a la propia Socorro, a Guadalupe Nettel, a Samanta Schweblin, a Mariana Enriquez… podríamos decir innumerables nombres. Y digo estos nombres a conciencia, porque los nombres que hay en Vindictas son nombres así. Y ese cuestionamiento es el que tiene que estar vivo, porque no sólo es un problema pasado, eso lo subraya muy bien Socorro, lo ha dicho varias veces, no es un problema sólo del pasado, es que es un problema actual.»
Y «no puede seguir siendo así», que es algo definitivo que enuncia Socorro, porque, como bien dice, «no es normal que vivamos a ciegas como si no existiera la mitad del planeta.»
**Vindictas Cuentistas Latinoamericanas tendrá una salida «en doble orilla», como señala Juan Casamayor. Se distribuyó el mismo día en México y en librerías españolas. Además de que llegará a Chile, Uruguay, Argentina, Colombia, Ecuador y Perú. Y la han solicitado ya en Costa Rica.
** El libro se presenta este sábado 28 de noviembre a las 19 horas. Todas las transmisiones de la FIL se pueden seguir directamente en su página y en sus redes sociales. También desde el Facebook de Noticias 22 Digital podrás seguir algunas de ellas.
Ilustración de portada: Jimena Estibaliz