¿Cómo transitó y mutó la idea de la muerte desde las costumbres precolombinas hasta hoy? Una conversación con el investigador Patrick Johansson
Ciudad de México (N22/Ohmar Vera).- En la cosmovisión prehispánica la concepción de la muerte fue muy distinta de como la concibe el mundo occidental, pues es su concepto de la creación, la fecundación del hombre, se dio en el Mictlán, el reino de la muerte.
«La muerte, primero hay que pensar que el ser humano fue creado en el Mictlán cuando Quetzalcóatl bajó al inframundo, recogió los huesos que guardaba Mictlantecutli, los llevó a Tamoanchan, sangró su pene sobre los huesos que había recogido y así se creó la humanidad. Entonces, si estamos pensando que el ser humano fue creado dentro de la muerte, ya empezamos con unos paradigmas muy distintos», señala el investigador del IIH de la UNAM, Patrick Johansson.
De acuerdo con Johansson, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, para entender la muerte prehispánica no se puede oponer la vida y la muerte, sino la existencia y la muerte, pues estas dos constituyen la vida.
«La existencia, nemiliztli, es del nacimiento a la muerte y luego viene la muerte, miquiztli, que es también una fase importante, como si fuera una diástole de un latido cardíaco, en este caso la existencia y la muerte, los dos constituyen la vida, yoliztli.
En el mundo prehispánico existía la fiesta de muertos, pero bajo una estructura mucho más compleja a la que conocemos en la actualidad. Los duelos y las celebraciones correspondían con el motivo de la muerte del difunto. Quienes morían por causa natural partían hacia el Mictlán, los ahogados al Tlalocan, los guerreros a la casa del Sol, y los recién nacidos o menores de un año, al Chichihuacuauhco.
«Había una fase lunar durante 80 días, 4 meses y 20 días, había un duelo a cargo de las mujeres de bailar y mantener una tristeza casi institucional, y entonces empezaba el duelo que yo considero como solar, durante cuatro años; una vez por año había una fiesta idéntica a la fiesta de muertos hoy en día, nada más que como había cuatro lugares a donde iban había, cuatro grupos de fechas distintas.»
El duelo de las exequias y de los años posteriores tenían un sentido extremadamente tanatológico.
A su llegada al continente Americano, los españoles trajeron sus fiestas, resultando en una fusión de tradiciones que desde el siglo XVI se pueden observar en nuestro país, especialmente en zonas rurales. Sin embargo, en este cruce de tradiciones se perdió el sentido de continuidad entre la muerte y la vida.
«Los vivos ayudaban a los muertos a llegar al Mictlán, se festejaban cuatro años y ya. Hoy en día se le pone el altar a la abuelita que murió hace diez años, pero en el contexto prehispánico era un duelo funcional, no era simplemente una fiesta, era un duelo y ayudaban a los difuntos a llegar, en este caso al inframundo, al Mictlán y regresaban, porque tenemos un texto que viene de Oaxaca en el que dice, según el autor del Códice Telleriano-Remesis, que se subían a las azoteas y se orientaban hacia el norte y les decían a los difuntos vengan, los esperamos.»
Fue hasta principios del siglo XX que surgió el folclor alrededor de la fiesta de muertos, la burla a la muerte, que se observa en las imágenes de la Catrina y en las calaveritas literarias que hoy tanto representan a México en el mundo. Lo que de acuerdo con Johansson empobrece la visión prehispánica de la muerte.
«Pasa un poco cuando vemos la muerte hoy en día que es muy identitaria, porque en el mundo se conoce a México de muchas maneras evidentemente, pero también la fiesta de muertos es muy mexicana, quizá empobrezca un poco porque viene el folclor.»