Un espacio en medio de la urbe que además de generar alimento para la comunidad, concentra especies que eran originarias de la zona y que por la urbanización fueron desapareciendo o fueron desplazadas
Ciudad de México (N22/Ireli Vázquez).- Cuando mencionamos cosas que podrían caracterizar a la Ciudad de México, lo primero que podría venirnos a la mente sería su gente, la arquitectura de algunos de sus edificios; que es uno de los centros de desarrollo más importantes del país y que dentro de ella se generan millones de empleos. También que ésta se caracterizaba por la agricultura que se desarrollaba. Pues en la época prehispánica los mexicas utilizaron las chinampas como sistema de agricultura, éstas consistían en colocar hileras de árboles y arbustos en el agua formando grandes áreas rectangulares; se rellenaban con tierra y material vegetal, sobresaliendo unos dos metros sobre el nivel de las aguas. Allí se plantaban las distintas especies de maíz y otros productos vegetales.
Con el paso del tiempo, la expansión y el desarrollo, este sistema se redujo principalmente a la zona de Xochimilco en la cual se sigue cultivando sobre estas fértiles chinampas. De acuerdo con un informe de la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades (Sederec) del Gobierno de la Ciudad de México, el 56% del territorio de la capital pertenece a la Zona Rural, territorios donde se realizan actividades agrícolas, mientras que el 58.5% es denominado como suelo de conservación: bosque y fauna.
Las alcaldías con mayor extensión de áreas rurales y de conservación son Milpa Alta, Tlalpan, Tláhuac, Xochimilco, La Magdalena Contreras y Cuajimalpa, de acuerdo con el informe “CDMX, guardiana del maíz nativo” publicado por la Sederec. Y aunque en la zona centro y norte de la capital es difícil que existan espacios para la agricultura, se han desarrollado diferentes proyectos que han ayudado a la gente a conocer y aprender del desarrollo de los alimentos, uno de ellos es Huerto Tlatelolco, que es explicado por su creadora Gabriela Vargas como «un oasis en medio del centro urbano de la ciudad.
«Huerto Tlatelolco es un espacio y un ejemplo bastante único en la Ciudad de México, es un espacio público, abierto a la comunidad, un centro educativo principalmente enfocado a la educación alimentaria, a promover un urbanismo agrario, a ser un centro de participación y colaboración para la comunidad local y extendida de la ciudad», explicó en entrevista Gabriela Vargas.
Lo particular de este espacio es el lugar de su ubicación, pues se encuentra a las orillas de una de las zonas habitacionales más grandes de la ciudad: la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco. Anteriormente este espacio era ocupado por la Torre Oaxaca, la cual resultó dañada en los sismos de 1985 y concluyó con su demolición en 1990.
El espacio fue pensado para varios proyectos, entre ellos como un parque para personas de la tercera edad, no sucedió, pero sí fue utilizado como espacio para depósito de materiales y desperdicios de obras públicas y servicios urbanos. En 2012 la Delegación Cuauhtémoc invitó a reubicar el Vivero Reforma ubicado en Jardín Ródano, proyecto que cumplía su ciclo ese año al llegar la obra de la subestación eléctrica Diana y del que de igual manera Gabriela Vargas fue participe.
Ahora este proyecto lleva ocho años funcionando, siendo un ejemplo único en la Ciudad de México de un modelo sustentabilidad urbana a partir de la transformación y regeneración de un lote abandonado y ahora convertido en un centro de agricultura urbana y oficios sustentables.
«Creo que los huertos en espacios públicos son semillas que tienen el potencial, como una semilla, de reproducirse, de germinar una vida. Los huertos como es el caso de Tlatelolco, es un espacio donde tú puedes ir y aprender a través de tomar un taller, de participar en un programa de voluntariado, haciendo tu servicio social, […] hay muchas maneras de vincularse para aprender lo básico de cultivo de alimentos, que es justamente esa educación alimentaria a la que queremos llegar, porque una vez que tu aprendes a cultivar alimentos, se desencadenan una serie de procesos de valoración de trabajo del campesino», mencionó Vargas.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía estimaba para este 2020 una población de nueve millones de habitantes sólo en la Ciudad de México, siendo la quinta ciudad más habitada en el mundo, según la Organización de las Naciones Unidas. ¿Te imaginas como sería la ciudad si la población cambiara su forma de alimentarse y valorara la producción de sus alimentos?.
«Es un ejemplo de un modelo que creemos que es replicable, adaptable a muchos espacios y que debería de ser parte de una política pública. A partir de que tú te involucras y empiezas a conocer los procesos, empiezas a conocer cómo crecen las plantas que nos comemos, empiezas a valorar toda la cadena de producción de alimentos y empiezas a tomar mejores decisiones para alimentarte a ti y a tu familia […] que también en el contexto que ahora vivimos (la pandemia por covid-19), nos está quedando tan evidente que es algo que urge, volver a tener una manera de alimentarnos realmente nutriéndonos y no nada más rellenando.»
Un huerto, un bien para todos
Si bien el espacio está pensado, como ya se ha mencionado anteriormente, para la concienciación de lo que la gente consume, también ha demostrado ser un bien ecológico, pues al menos en Huerto Tlatelolco se ha creado un microclima que ha beneficiado a la población, «hay una tesis de arquitectura bioclimática que muestra los beneficios que tiene el huerto ya en términos de impacto en la bioclimática de la zona, disminuyendo 9.5 grados la temperatura entre la entrada del huerto hasta el centro del “bosque comestible”», explicó Vargas.
En el huerto se producen más de cien variedades de hortalizas, frutas, vegetales y legumbres. El lugar está dividido por espacios, en la parte central se encuentran las camas de cultivo, en una parte se encuentra el invernadero, y cerca de la entrada apartaron un lugar para que exista agua y plantas acuáticas, así como la parte donde se crea la composta.
«El acomodo de las camas de cultivo y el diseño del huerto justamente tiene que ver con la permacultura, es decir con la agricultura permanente donde los insectos, la tierra, las plantas todo el sistema biodiverso funcione para un mismo fin, entonces el diseño de mandala del huerto permite que los bichos y diferentes aves y puedan acercarse más rápido a las flores y desplazarse de forma más rápida, eso permite que haya una mejor polinización», explicó Marcos Ramírez Reyes, encargado de producción y de educación en el Huerto Tlatelolco. Además de estos beneficios, también ha funcionado como un punto de concentración de especies que eran originarias de la zona y que por la urbanización fueron desapareciendo o fueron desplazadas.
«La biodiversidad vegetal que hay sobre todo de árboles, arbustos y plantas rastreras, permite que este espacio funcione como un refugio para aves tanto endémicas, como exóticas —que, en algún punto, las personas que llegan a criarlas las dejan libres o se les llegan a escapar— pueden tener encuentro fortuito en el espacio. Tenemos desde diferentes tipos de abejas, que eso es algo muy bonito y la verdad es que es muy raro de ver sobre todo en el centro de la ciudad, mariposas, colibríes, y diferentes tipos de aves, la que más nos puede sorprender, al menos verla aquí, es el pájaro carpintero, que lejos de que pudiera parecer algo exótico en realidad esta parte de la ciudad pertenecía o solía a haber aquí este tipo de aves, y el dejarles árboles semimuertos o muertos, permite ser refugió de insecto de los cuales el pájaro se alimenta. Así como éste hay muchos ejemplos en el huerto: desde pequeños reptiles, como ranitas, algunas lagartijas, e incluso algún tipo de culebra puede llegar a haber en la zona de composta o en el estanque, y que justo el espacio funciona como un refugio en el cual estas pequeñas especies pueden reproducirse y tener un hábitat, al menos no fijo, pero que sí les permita vivir en la ciudad que luego es un reto para ellas» mencionó Marcos Ramírez.
«Para nosotros es un orgullo que en la Ciudad de México, en concreto en el centro, se generen este tipo de proyectos que cada vez van más en auge. El tener este tipo de espacios te ayuda a entender y a comprender los procesos naturales de los cuales se habla mucho, pero pocas veces se interactúa, nos enseña a respetar procesos, ser pacientes a valorar la comida, que es algo tan básico; y a respetar a la naturaleza a la cual pertenecemos», concluyó el encargado de producción y educación en el Huerto.