Desde Santiago, en Chile, este espacio pensante realiza desde hace 22 años un ejercicio de arte y vida
Ciudad de México (N22/Ana León).- Ubicada en la parte sur de la ciudad de Santiago, en Chile, se encuentra la comuna Pedro Aguirre Cerda. En ese lugar que sería lo que nosotros conocemos como una colonia o un barrio, surgió la Galería la Metropolitana, un espacio autogestivo «pensante», de los primeros en su tipo dentro del campo del arte, «una rareza» dicen sus creadores, que buscó romper con la lógica de las prácticas artísticas-museísticas y vincularlas directamente con el barrio.
«Hablar de participación ciudadana» dice uno de sus cofundadores, Luis Alarcón, «tiene que ver con una vocación generada desde el espacio». Y es que este lugar se introduce en el barrio sin escándalo, se mimetiza como una extensión de la vivienda de su pareja fundadora en la que también está Ana María Saavedra, que también señala: «empezamos a pensar, a elaborar teóricamente lo que podría ser este proyecto y finalmente sentimos que estábamos respondiendo a la pregunta: ¿es posible hacer crítica cultural desde la gestión de un espacio? Y, por lo tanto, empezamos a decir: ¿es posible hacer crítica cultural desde la praxis? Sentimos que había que construir esto antes incluso que el espacio, había que dotarlo de un discurso y de una base teórica, podríamos decir.» Es por eso que lo definen como un “espacio pensante”, que se cuestiona a sí mismo constantemente y a su entorno en consecuencia.
«Para nosotros participación ciudadana intenta ir más allá de la captura de audiencias o de capturar públicos. La vocación ha estado en el sentido de marcar una diferencia, buscando la participación directa de los vecinos u otras personas en proyectos de arte, involucrarlos en la creación de proyectos de arte, ir más allá», explica Luis.
Galería Metropolitana funciona como una extensión de la vivienda de esta pareja. Es así que han logrado mantener su independencia aunque por primera vez aplican para un fondo del Estado, pero los evitan como dice Luis, porque les resta independencia. Desde el inicio la idea fue que la galería fuera eso, una extensión de la vida doméstica y se sostuviera también a través de la economía doméstica. Su fuente de ingresos no es este proyecto. Ellos vienen de la teoría, de la historia del arte y de la literatura, no de la práctica del arte.
El espacio que es un galpón sirve muchas veces para las juntas vecinales y no sólo como escenario de muestras y conversaciones entre artistas y curadores. Éste es un territorio en transformación que muestra cómo este “experimento de arte y vida”, como lo mencionan, abona sin quererlo al ejercicio de la ciudadanía.
«Hay una historia comunitaria muy potente que tiene que ver con los tiempos de dictadura, en dictadura esta zona de Santiago hizo mucho trabajo comunitario», cuenta Ana María. «Sentíamos que había decaído, pero felizmente con el estallido social del año pasado volvió a renacer un interés [ellos se alegran mucho por los movimientos sociales iniciados por la juventud chilena el año pasado, los celebran, los apoyan]».
«Y luego, hay un tema que es importante mencionar» continúa Ana María, «que es el momento que estábamos viviendo en los años noventa, de postdictadura, donde las iniciativas independientes y ciudadanas eran muy importantes. Como que se produjo allí como una explosión de interés por instalar tu propio proyecto. Empezar a hacer cine independiente, música independiente, todo independiente… ¿por qué?, porque éramos en ese momento un montón de ciudadanos con muchas ilusiones, pero ilusiones que no estaban encontrando acogida en las instituciones.»
Es así que la invitación a pensar desde el arte ha llevado a otro tipo de involucramiento colectivo que tiene que ver con la conciencia del otro, una cultura del hacer en colectivo, de pensar en colectivo. «Nosotros lo que hacemos es que generamos una invitación a pensar colectivamente desde el arte» dice Luis. «El solo hecho de invitar a pensar es un gesto político y crítico y para eso hacemos un trabajo en ese sentido: hacemos gestión cultural en ese sentido, hacemos trabajo curatorial en ese sentido, hacemos trabajo editorial en ese sentido…». Razón por la que es interesante conocer espacios como éste que logran sortear políticas culturales públicas y privadas y mantenerse en el tiempo.
Propuestas como ésta tientan a pensar en la tan manida frase “democratizar el arte”, que no fácilmente abandona el terreno del discurso y se traslada a la acción. ¿Es posible? ¿Es viable? ¿Está dentro de sus ideas horizonte? Dice Ana María que ellos han usado esa frase en el sentido «del interés o los esfuerzos por democratizar el arte» y aunque reconoce que hay mucho de pose para este tipo de cuestiones, ésta idea sí es un ideal para ellos. «Sigue siendo un ideal en el sentido de que no hay que pensar que el arte solamente tiene que apuntar a enseñar cosas, lo que el arte tiene que hacer es permearse de otras formas culturales que puedan alimentarlo.» Y continúa Luis: «democratizar el arte es, diríamos, una frase bien intencionada en términos políticos, pero que inevitablemente esta siendo utilizada por múltiples grupos, por no decir todos los grupos. Pero ahora es “hay que hacerlo” ¿Y cómo se hace? Yo creo que lo más interesante, más allá de eso, es generar diálogos, conversaciones con las personas a partir de esta operación de deselitizar o “contaminar” el arte contemporáneo, de invitar, e insisto, desde ya, a pensar críticamente. Compartir el conocimiento y generar pensamiento colectivo.»
«El arte debe ir más allá de la experiencia estética y debe tomar una opinión y una posición en situaciones de emergencia o de conflicto.»
—Galería Metropolitana
**El proyecto de Ana María Saavedra y Luis Alarcón forma parte del ciclo del Museo Universitario del Chopo: Espacios de Participación Ciudadana, que inició el 27 de agosto y concluye el 17 de septiembre.
Imagen de portada: NINO de La Nueva Gráfica Chilena + Alejandro Cuevas, 2011