Este domingo, Julia Carabias, bióloga, ecologista y funcionaria pública, participa en el Hay Festival con una conversación con Mauricio Díaz-Granados sobre biodiversidad
Ciudad de México (N22/Huemanzin Rodríguez).- Para quienes hemos vivido las últimas tres décadas, sabemos que hay términos que se han introducido a los vocabularios de todo el mundo, como por ejemplo biodiversidad. Sin embargo, aunque para muchas personas esto les sigue pareciendo nuevo, es una preocupación que ha tenido los naturalistas de los últimos doscientos años.
«Desde el siglo XVIII y XIX, los naturalistas están en una observación constante de la biodiversidad. Darwin y Humboldt son antecesores del término «biodiversidad» y ya apuntaban cosas muy claras. Humboldt de manera particular, apuntaba cosas sobre el cambio climático y sobre la pérdida de los suelos, de cómo esto podía afectar a los grandes ecosistemas del mundo. Estas ideas siempre han gravitado en la ciencia. Ya en el siglo XX es cuando realmente se acuñan palabras como ecología y ecosistemas.
»En una primera etapa, todas estas ideas se entendieron fundamentalmente, a partir de la relación con los seres vivos con el mundo abiótico, es decir, factores que permiten la vida como el suelo, el aire, el agua o la temperatura. Eso permitió el desarrollo de investigaciones sobre todas las interacciones que determinan un conjunto de características en la distribución de los ecosistemas en el mundo. Y así sabemos que los ecosistemas en el mundo se distribuyen en las más distintas formas: desde los más extremos fríos de las estepas en el Norte, hasta el Trópico con las selvas más exuberantes, pasando por las partes altas de las montañas en los bosques de pinos y encinos.
»En los últimos treinta años, diría yo, se empiezan a entender mejor las relaciones entre la sociedad y el medioambiente. La información científica acumulada nos va demostrando que la profundidad del impacto humano sobre la naturaleza empieza a tener límites, los cuales ya no estamos pudiendo revertirlos. Lo que se pierde es para siempre.
Además del impacto en los ecosistemas y la biodiversidad, tenemos el impacto en la atmósfera que está generando cambios a niveles planetarios. Estamos rebasando los límites en donde la especie humana evolucionó y ha vivido.»
¿Quiere decir que el mundo como lo pensábamos, dejó de ser?
No quiere decir que nos vamos a extinguir, pero sí vamos a tener que transformar profundamente la forma en que vivimos si no hacemos algo y evitamos la pérdida de la biodiversidad y el incremento del cambio climático. La pandemia nos lo está demostrando. Aquí hay un foco rojo de lo que significa tener que adaptarnos a nuevas condiciones.
Cuando ocurran fenómenos más intensos y violentos por el cambio climático como sequías e inundaciones, que afecten los patrones de producción de alimentos, vamos a tener que reajustar nuestro consumo. Los humanos vamos a tener que adaptarnos profundamente y eso va a tener costos tremendos, no sólo económicos, también sociales porque provocará desigualdades profundas.
Es mucho más fácil encerrarnos, para quienes tenemos un sitio confortable, que para quienes no tienen resueltas cuestiones básicas de vida.
Las desigualdades se pueden incrementar, la pobreza se puede incrementar, y los humanos tendremos que encontrar y tomar una decisión a tiempo. Todavía, pese a como estamos, podemos hacer cambios profundos y evitar que nos pasen estas situaciones catastróficas, no olvidemos lo que hace unos años vivió Luisiana con el huracán.
¿En dónde está el error que, pese a alarmas tan evidentes que hemos vivido en el mundo y que reflejan las consecuencias de nuestros consumos y sistemas de producción, el conocimiento al respecto no termina de llegar a la sociedad?
Esta reflexión la hemos hecho desde la ciencia, algunos más que otros buscamos comunicarlo, esa es una de las funciones importantes de El Colegio Nacional, la divulgación del conocimiento, pero nos hacen falta muchos más informadores sobre estos temas para toda la gente. No hemos logrado que este conocimiento permeé.
Creo que una de las cosas que está faltando es que no hay un civismo sobre la naturaleza. No tenemos una cultura de respeto a la naturaleza porque no nos lo enseñan desde pequeños. Ahora empieza a haber un cambio, la Secretaría de Educación Pública considera cada vez más los temas ambientales, pero cuando yo cursé la primaria, había un civismo para los valores patrios y la bandera. Pero también recuerdo que había un dibujo que tenía a un árbol y decía: “Quita lo que te estorba”. Nos enseñaron que si un árbol está en el campo, no puedes producir.
Hace poco estuve cerca del Polo Norte y supe un poco el drama que viven ciertas especies como el oso polar que, con el cambio climático, ya no puede cazar ni alimentarse como había evolucionado. Ahora, para sobrevivir come huevos de aves migratorias y endémicas. Para poder sobrevivir necesita cerca de cien nidos al día y eso ha impactado tremendamente en las poblaciones de aves. Parece algo que está muy lejos, pero si algo nos ha enseñado la ciencia es que todo está vinculado.
La gente no tiene una conciencia de lo que significa deforestar, estamos eliminando de la superficie miles de especies que viven ahí y que están interactuando. Si una especie no encuentra su alimento se va a ir sobre de otra. Y parecería que esa especie, predando, podrá sobrevivir, pero tampoco es cierto, porque sus crías no podrán alimentarse en la misma cantidad como quien caza en ese momento. Eso repercute en el tamaño de las poblaciones y en la reproducción a corto plazo.
Como ese ejemplo que apunta, hay muchísimos en todas partes, se están perdiendo miles de poblaciones al día. Eso significa que estamos perdiendo todas las interacciones que hay entre animales con animales, animales con plantas, plantas con plantas, y con su medioambiente. En esa ruptura hay muchos procesos de funcionamientos de ecosistemas, que les llamamos servicios ecosistémicos, de los cuales nos beneficiamos los humanos. Entonces nos damos cuenta de que ya no tenemos suelo, ni agua, cuando ya es irremediable.
Y esas relaciones no se pueden hacer en espacios pequeños, requieren de la conservación de espacios muy grandes. Para eso son las áreas naturales protegidas, para que sean el hábitat de la flora y de la fauna de toda la biodiversidad y puedan continuar los procesos evolutivos.
Como humanos, no podemos ocupar todas las áreas naturales protegidas. A mí eso me preocupa muchísimo de la actual política, que las zonas naturales protegidas parecieran que son espacios para que los humanos podamos intervenir. Desde el gobierno se argumenta que van a “intervenir bien”. ¡Pero no es cierto ni interviniéndolos bien! Se tienen que dejar sin ningún tipo de intervención. No puede haber compatibilidad entre una comunidad humana establecida a la mitad de la selva, donde hay jaguares. Sabemos qué es lo que va a ocurrir, la decisión será: o niños o jaguares. Y lo que va a ocurrir, obviamente, es lo que llamamos defaunar. Por eso hay sitios para la fauna y hay otros sitios para la población. La ciencia está previendo que al final del siglo perderemos un millón de especies.
Veo una contradicción con las argumentaciones sobre el desarrollo económico: los países ricos siguen explotando los recursos naturales para que “no se caiga la economía”, y los países con economías emergentes explotan sus recursos naturales para no ser pobres. A casi treinta años de distancia, el desarrollo económico ha empeorado las desigualdades en el mundo y el impacto al medioambiente ha sido tan agresivo que no se pueden sostener ni los ecosistemas ni las economías.
Es un problema que volvemos a tener. Yo lo viví en los años noventa, cuando bajo la responsabilidad que tuve al frente de la Secretaría del Medio Ambiente, participé en los diversos foros de Naciones Unidas, cuando se acababa de acuñar el término de Desarrollo Sustentable, entonces empezaron a surgir los temas de cambio climático y biodiversidad de manera muy fuerte.
En 1992 ocurrió la Cumbre de la Tierra, donde estuvieron participaron todos los jefes de Estados miembros de la ONU, menos Estados Unidos. Hubo un fuerte aval a las propuestas y convenciones firmadas, sin embargo, muchos países levantaron la voz: “Mientras tengamos pobreza, no podemos atender los temas del medioambiente. Eso es un lujo para los países en pobreza.” Hoy ha quedado demostrado que es justo todo lo contrario. En la medida en que deterioremos más el medioambiente en nuestros países en vías de desarrollo, más dificultad vamos a tener para consolidar un desarrollo.
Por su puesto que me refiero a un desarrollo sustentable, no el desarrollo rapaz a corto plazo que tenemos, que no considera las características ambientales y genera más pobreza y desigualdad. Queremos un mundo justo, un mundo con equidad y sin pobreza. Queremos que sea un mundo sustentable a largo plazo y que los que no han nacido hoy, que todavía no se expresan y no votan, tengan las posibilidades que nosotros tuvimos o mejores. Y lo que estamos dejando es un mundo mucho peor para la siguiente generación y eso es una enorme irresponsabilidad. Con toda razón los jóvenes están muy enojados, porque cada día que pasa es un día más que se les complica. Y cuando ellos tengan la edad que yo tengo, ¿cómo les pintará el mundo? y ¿cómo les pintará a sus hijos? A final de cuentas es un asunto ético, tenemos una corresponsabilidad intergeneracional.
¿Cómo ve la participación de los políticos en la urgencia del cambio climático?
El problema es que una política a favor del medioambiente no da votos, porque se trata de pensar en gobernar y legislar a favor de quienes les faltan años para votar y de quienes no han nacido. Esa es la complejidad. Es una cuestión ética y educativa. Se tiene que sembrar en los niños y niñas en las escuelas, pero no tenemos tiempo de que un relevo generacional dé el cambio, lo tenemos que hacer nosotros como adultos, porque es nuestra responsabilidad. Y lograr un cambio no enfrenta problemas tecnológicos o de recursos económicos, se trata de dónde se colocan los recursos económicos y cuáles son las tecnologías, cuáles son los patrones de consumo que vamos a seguir y entonces, hacer un reajuste en nuestra forma de vida con relación al contexto de sustentabilidad ambiental.
Cuando los científicos y ambientalistas proponemos esto, nos contestan: “Ustedes quieren que regresemos a los tiempos de las cavernas.” ¡No saben lo que están diciendo! Simplemente es un discurso discriminatorio. Como también lo es cuando nos dicen: “Prefieren jaguares gordos y niños famélicos.” ¡Por favor! Estamos hablando de una cosa muy profunda, del futuro, de la sobrevivencia de la especie humana, de las nuevas generaciones y de los pobres. Eso no quiere decir que la gente no tenga sus posibilidades de vida y la superación de la pobreza, pero hay que hacer políticas para que eso ocurra, y también políticas para consolidar grandes espacios de conservación para la biodiversidad.
Hay mil formas que han quedado demostradas, en pequeños proyectos piloto tanto en México como en el mundo, que no logran llegar a la política pública porque se están repitiendo los mismos viejos sistemas de los años setenta. Así no es posible avanzar. No hay interés en la política ambiental en el actual gobierno de México.
Todas las imágenes: Huemanzin Rodríguez.