En un pequeño libro de bolsillo de pastas gris mate, el artista plástico mexicano reúne veintidós años de ideas sobre el arte en En cuarentena, publicado por Dharma Books
Ciudad de México (N22/Ana León).- Luego de una pequeña junta familiar, según me cuenta el artista mexicano Bosco Sodi, su familia con quienes reside en Nueva York y él, deciden venir a México a pasar la cuarentena a la fundación que tiene en Puerto Escondido: Casa Wabi. Como familia que tiene la posibilidad de resguardarse en ese espacio privilegiado durante esta interminable cuarentena, como es ese rincón del Pacífico mexicano, deciden desarrollar diferentes proyectos. Por su parte, Bosco Sodi se propuso ordenar aquellas notas que ha acumulado con el tiempo sobre su quehacer profesional durante veintidós años. Lo hizo y ahora esas notas las publica Dharma Books bajo el nombren En cuarentena.
No son textos extensos. Son reflexiones que se generan al regreso de un viaje y que anota en papeles de hoteles, en servilletas; ideas que no se materializan en pigmentos o texturas o esculturas, sino en el lenguaje, en las palabras vertidas sobre las páginas. «A Momentary Lapse of Reason, como el título del disco de Pink Floyd», dice. Y no sólo van sobre su relación con la obra, sino también con el mercado.
«Son pensamientos muy personales, reflexiones muy personales que no tratan de ser ni dogmáticas, ni estoy tratando de hacer un tratado sobre el arte contemporáneo ni sobre la vida. Simplemente son los pensamientos que voy teniendo» y que ahora se encuentran alojados en esas páginas acremadas impresas en tipografía Trocchi y Archer. Un librito de bolsillo con pastas suaves en gris mate, bastante concreto por fuera, pero por dentro abstracto, «en el sentido de que lo puedas abrir en cualquier página y no lleve una línea, sino que cualquier pensamiento se pueda relacionar con otros sin ir consecuentes», como haikús, me explica Sodi.
«No saber del todo como será el final». Esa frase aparece en una de las primeras páginas y de alguna manera resume lo que es la obra de Bosco Sodi. A este artista le gusta abandonarse al accidente, permitirse el accidente. «Lo perfecto, lo planeado, lo pensado, para mí, no tiene libertad», se lee en En cuarentena. «Creo que es una manera más de entender la vida, cómo el accidente, el no control, el paso del tiempo, son lo que hacen las cosas interesantes, ¿no? Y pasa lo mismo con el proceso de mi obra, porque está abierta al accidente, al no control, para mí cada vez es una sorpresa. En mi manera de ver el arte —muy personal—, sería muy aburrido saber qué va a salir.»
Su obra es brutal no por los temas sino por los materiales, su uso en estado bruto, las manos guiando el caos, pero no conteniéndolo. Y es excesivamente material, pero al mismo tiempo orgánica, como el sol de las cuatro de la tarde en la playa, sin brisa, pero con el mar de frente para calmar el ardor de la piel con una sumergida. «Creo que el arte debe ser grotesco, natural, orgánico y simple», escribe.
Los materiales también funcionan como un mapa. Dice Bosco que nunca recuerda las fechas en las que hizo una obra, pero sí el lugar, pues la reacción de los materiales al entorno es distinta. Supongo que es como la luz para los arquitectos, nunca es la misma en México que en Lima, en Barcelona que en Berlín. Cada ciudad tiene su paleta de color, el mismo David Byrne lo escribe también en sus Diarios de bicicleta.
«Recordar la fecha en que hice cada obra, es muy difícil, pero siempre recuerdo dónde la hice porque me acuerdo más o menos cómo reaccionaba. Me acuerdo las de Berlín, como generalmente trabajaba en invierno y tenía los calentadores prendidos que son muy secos y resecan mucho, la obra tronaba… era una craquelada muy fuerte. Barcelona que era más húmeda, pues eran cuarteaduras más sutiles, con más ritmo, más simples, en ese sentido, las otras eran muy fuertes. […] Es irrepetible aún para mí, si me llevara esos mismos pigmentos a Nueva York y los hiciera, la pieza sería completamente diferente.»
En sus reflexiones también está la relación con el mercado. Esa dualidad que siempre es difícil, una batalla eterna entre el interés artístico y los intereses del mercado. «Es una relación difícil de llevar, esa es la verdad. Pero bueno, el mercado es el mercado y hay que tomarlo como dijo López Portillo con Echeverría, “la sana distancia”. Hay que tomar esa sana distancia con el mercado. Hay que entenderlo, razonar en que somos muy afortunados de poder vivir de y que la obra valga esos precios. Esa fue una de las causas de Casa Wabi, porque dije, “yo tengo que regresar algo, no puedo estar recibiendo esto así, mientras hay muchos artistas que no tienen posibilidades o muchas comunidades que no tienen posibilidades”.»
Sobre el título, dice que nunca pensó uno, que le puso así porque no se toma mucho tiempo para elegirlos, a veces los toma de una canción o de la Biblia, no le da muchas vueltas porque busca no sesgar la lectura de la obra, aunque en este caso se refiere al libro. Y éste, de alguna manera, para él, abre posibilidades.
Imagen de portada: Bosco Sodi / Dustin Askland / Cortesía Dharma Books