Un recorrido por el estudio del artista Javier Barrios en Vestfossen, Noruega

Tres son las nacionalidades que ostenta este artista: guatemalteca y mexicana por sus padres, y noruega por añadidura. Recorremos junto a él su privilegiado espacio de trabajo en este pueblo a una hora de Oslo

Vestfossen, Noruega. (N22/Huemanzin Rodríguez).- «Nos vemos afuera de la nueva biblioteca». Me escribió Javier Barrios, artista con tres nacionalidades: guatemalteca, mexicana y noruega. Conocí su obra en una exposición colectiva de artistas noruegos, El olvido está lleno de memoria , que presentó la Galería Marso en julio de 2018. En su trabajo veo una tensión entre la tecnología y lo orgánico a través de capas y transparencias. Gentil, me invitó a conocer su taller en Vestfossen, a una hora de Oslo. Después de mostrarme la recién inaugurada Biblioteca Diechmanske, junto a la Ópera y lo que será el nuevo Museo Munch, vamos por un café y subimos a su auto.

– He alquilado un auto estos días, con la pandemia han aprovechado para arreglar las líneas suburbanas del tren y hay que tomar autobús, y el recorrido requiere más tiempo de lo normal. Te muestro el estudio y si deseas, podemos volver juntos, pero necesito trabajar un poco.

Entre el paisaje lleno de árboles y cultivos me cuenta que el lugar donde está su estudio es pequeño, viven mil personas.

– Es un pueblito. De hecho, es uno de esos lugares que la gente deja casi abandonado porque todo creció en torno a una fábrica de papel, que cuando cerró, le quitó al pueblo su razón de ser. Entonces, el artista noruego Morten Viskum compró la fábrica y abrió un museo en el edificio que recibe al público de mayo a octubre. Y en el resto del edificio abrió estudios para artistas. Somos cinco personas que tenemos nuestro estudio aquí. En Noruega todos conocen este lugar, cambió la dinámica del pueblo, que sigue siendo muy tranquilo.

Al llegar veo esa estructura de ladrillo que me recuerda al edificio de la desaparecida fábrica de papel de Loreto y Peña Pobre en el sur de la Ciudad de México, convertida hace décadas en centro comercial. Es lunes en la mañana, Javier abre las puertas y al subir las escaleras rumbo a su estudio me dice: –Lo que me gusta de estar aquí es la tranquilidad. Llegas y no hay nada. Para trabajar eso lo mejor. Todos los artistas que tenemos nuestro estudio aquí, vivimos en Oslo, encontrar allá espacios de este tamaño es casi imposible.

Al abrir la puerta veo que es verdaderamente amplio. A simple vista tiene más de 200m2. ¿En qué trabajas ahora, Javier?

–Aunque he tenido exposiciones, también trabajo en comisiones públicas. Lo que vas a ver es para dos escuelas, una primaria y una preparatoria, donde haré unas instalaciones de pintura en el espacio principal, se trata de pintura y luz. Y una comisión para un barco que se llama REV Ocean, que se está en construcción. Una de las personas más ricas de Noruega financia el proyecto, es un barco que tendrá científicos e investigadores que trabajarán en alta mar.

Apiladas tiene decenas de cuadrados de plástico de 50 cm x 50 cm, y alrededor se ven diagramas, planos y pueblas de color. Al abrir las ventanas, perpendiculares rayos de sol iluminan el espacio. Tiene una pequeña oficina con libros. También edita una revista de arte llamada Vector. Prepara sus pinturas y se pone guantes de látex.

–Estoy trabajando óleo sobre plástico plexi. Y esto va a ser parte de una instalación en el techo de una escuela, va a cubrir varias fuentes lumínicas. Es una caja de luz que colgará del techo, pero voy trabajando por secciones, cada sección tiene su propio color. Va a ser como un gradient cover, en referencia a la tecnología, que empieza con rojo y va a naranja-amarillo, hasta verde-azul. Podría usar plexi a color, pero me gusta más que se vea la textura de la pintura y el movimiento del pincel. Le da un poco más de vida.

–¿Cuándo supiste que te ibas a dedicar al arte?

–Nací en México, mi padre es mexicano y mi madre guatemalteca. Una de las primeras memorias que tengo de niño, debería tener como cuatro o cinco años, fue en el jardín de niños en Guatemala. A todos los niños nos pusieron a pintar una pared en el patio. Nos dieron pinceles, pintura y crayones. Y empiezo a pintar, lo recuerdo muy bien, es como si yo mismo, mayor, me dijera a mí mismo menor: «Esto es lo que voy a hacer». Fue una experiencia muy fuerte como no he tenido otra en mi vida. Me tardé quince años en empezar, pero ahí estaba el interés desde el principio. Empecé a estudiar arte cuando tenía veinte años en Guanajuato, lo dejé y me regresé a Noruega. Aquí es donde continué mis estudios y trabajé con galerías. Viajé a los principales encuentros artísticos del mundo, fui asistente de un artista y aprendí mucho de esa parte del arte que no te enseñan en la escuela.

 –Dices que trabajas en comisiones, ¿cómo es eso aquí en Noruega?

–Cada vez que hay un nuevo edificio o institución del gobierno, el 1.2% del costo total de la obra debe de usarse en arte. Hay un sistema donde hay un curador que va escogiendo a los artistas a través de competencia o adjudicación directa para estas comisiones. Con regularidad van cambiando al curador que toma estas decisiones para una mayor apertura. No siempre tienes la suerte que seleccionen tu proyecto, pero puedes presentar las propuestas que quieras.

–Lo que vas a pintar ahora es para la instalación de la primaria?

–Sí, estoy trabajando sistemáticamente porque tengo que sacar un color en específico, mezclarlos, aplicar la pintura y seguir con la próxima capa con otro tono.  

–¿Tu paleta de dónde viene?

–Me inspirado de la ciencia. La variación de colores es una herramienta que se utilizan en programas de computación para medir cosas como la distancia, profundidades, temperatura, el espectro de luz; es algo que aplico mucho en mi obra.

En una de las paredes del estudio está pegado un plano grande de una construcción. Varias líneas rectas se superponen capa a capa.

–Eso es la comisión de la escuela preparatoria. También es un techo que cubre 400 m2, donde estoy combinando dibujo y pintura. Estoy pintando líneas sobre las planchas blancas que van en el techo, creando sistemas muy complicados, en ciertas partes también las voy a combinar con pintura sobre plexi y con cajas de luz. Juego con la idea de lo natural y lo controlado. Estos son los planos, he tenido que aprenderme sistemas para leer planos, he tenido que hablar con muchos técnicos y arquitectos, es todo un proceso donde presentas tu idea. Hay un diálogo con las personas involucradas y obviamente, muchas cosas prácticas que se tienen que solucionar. Y 400 m2 es mucho, así que tenía que encontrar un sistema donde pueda trabajar en secciones. Por ejemplo, esta es una sección, donde voy dibujando las líneas, como ves todo está numerado. Y al final es un rompecabezas grande. Es un boceto y ya teniendo las tablas, confío en el ojo para tomar decisiones. Ya cuando todo se suba al techo tomaré otras decisiones para ver si tengo que ajustar algo, si debo de dibujar más en ciertas partes porque sí me interesa que el dibujo funcione con la arquitectura. Puedo solucionar mucho con el boceto, pero estando en el sitio es donde voy a solucionar la obra.

–¿El instante tiene la última palabra?

–Totalmente. En vivo es más claro y mejor para tomar decisiones. No todo te lo da una computadora.

–¿Y el barco?

–Por el momento todo está en mi cabeza. Estoy haciendo pruebas de material. Va a ser una obra de varias capas. Va a haber pintura, va a haber plexi, láser, usaré CNC (control numérico por computadora) para sacar formas. Todo va a ser como un sándwich con luz atrás. Va a ser una obra muy compleja, por el momento tengo una idea de lo que va a ser, debo hacer pruebas y solucionar aspectos técnicos. Estoy en diálogo con alguien que trabaja con luz y con un arquitecto. Tengo que solucionar lo relacionado a la transportación porque va a ser una obra muy grande y pesada. Es un rompecabezas.

–Cuando entramos vi unos óleos. ¿Son recientes?

–Son pinturas con las que estoy experimentando. Es una técnica en donde aplico la pintura y ésta se mezcla con unos químicos, poco a poco voy retirando capas. Así que la pintura se va secando por partes y va quedando esta textura. Es una técnica lenta que puedes trabajar todo el día y crea profundidad. He experimentado lo mismo sobre tela que sobre plexi, sólo que en la tela pinto todo el fondo de negro y luego aplico otra capa de pintura que retiro poco a poco, intentando sacar de nuevo el negro.

–Me da la sensación de un paisaje lunar.

–Puede ser, también es como una parte de una montaña. Pero le voy a meter más elementos. Si esto parece naturaleza, con seguridad le pondré algo más gráfico, alguna referencia a la tecnología. Me gusta esa contradicción.

¿A qué te refieres sobre la contradicción con la naturaleza y la tecnología?

–El ser humano tiene un deseo de ir explorando y controlando. Muchos de los problemas globales que tenemos ahora son resultado de eso. Hemos avanzado con la tecnología lo que nos ha puesto en una situación crítica. En mi perspectiva, la única solución ante eso es más tecnología. Hay una contradicción ahí. Me parece muy interesante ver que esta necesidad de controlar, al mismo, tiempo arruina la naturaleza. Evolucionamos y destruimos en el mismo paso.

–¿Te interesa el punto de tensión entre lo que hemos sido y lo que pretendemos ser?

–Hay una teoría que dice que la humanidad siempre ha sido así desde el principio. Piensa en los nómadas, se movían porque arruinaban lo que estaba a su paso. La diferencia ahora es que la tecnología y las herramientas que tenemos son mucho más refinadas y avanzadas, por eso los resultados son catastróficos. Estamos en un punto en donde ya no hay retorno. En astronomía está el término event horizon, se refiere a la tracción de un hoyo negro, el event horizon es el punto en donde ya no puedes regresar, cuando ya no tienes la fuerza para escapar. Esa es una analogía que uso mucho en mi obra porque se siente que hemos estado en ese punto desde hace tiempo, cada vez más cerca del hoyo negro.

–¿Por qué tu trabajo está basado en las capas?

–Las capas tienen diferentes niveles de contenido, las capas son también una referencia a la tecnología, basta ver cómo está construida una computadora, con diferentes filtros. Por un lado, tienes lo abstracto y en otro la información y todo eso se junta para crear un contenido que nos parece racional o lógico. Por otro lado, pienso que las capas compiten por sí mismas. En mi obra no busco una solución, lo que quiero es tratar de crear un espacio que genere varias preguntas, que provoque diferentes opciones. También en mi obra la información compite porque tengo trabajo pensando en lo orgánico y en lo gráfico. Se empalman y se relacionan. Es como un diálogo forzado que vemos el mundo: naturaleza versus tecnología, y cómo queremos entender a la naturaleza a partir de la tecnología y cómo queremos controlarla. Para mí las capas son eso. Creo que mi propuesta se trata de entender nuestros entornos.

–¿Cómo es la escena del arte contemporáneo en Noruega?

Es muy pequeña, pero muy vital. Noruega es un país pequeño con cinco millones de habitantes, su capital Oslo tiene medio millón de personas, obviamente eso es una limitación, pero si tomas en cuenta el tamaño pequeño de la ciudad y la importante actividad artística que hay en Oslo, el nivel es bastante vital. Eso tiene que ver con una tradición educativa muy alta por mucho tiempo. Y una estructura social donde el gobierno apoya a los artistas dándoles cierta seguridad y oportunidades para crear arte independientemente de que su obra sea comercializable o no. Creo que es algo único en los países escandinavos, porque he vivido en el extranjero y he visto que estas oportunidades no son normales. Los artistas noruegos saben que es único. La desventaja es que, teniendo esta seguridad, se pierde un poco las ganas de luchar por algo, porque estando en la lucha salen cosas muy interesantes. A grandes rasgos, pienso que la escena artística noruega es muy buena. Me gustaría ver más artistas noruegos en la escena internacional, se me hace curioso que son pocos, si consideramos los recursos y ventajas que hay para producir y promover el arte. Espero que eso vaya cambiando.

–Trabajaste con galerías en ferias de arte como Arco o Bassel, viviste en Nueva York, ¿crees que esa experiencia te ha dado una visión diferente del arte?

–En Nueva York conocí a mucha gente y artistas de todo el mundo. Pienso que poder trabajar como artista en estos tiempos es un privilegio. Y no es algo que puedes dar por hecho, porque para la mayoría es una lucha constante encontrar el tiempo y los recursos para crear. Y mi experiencia en Nueva York es que, aunque estás en el epicentro de una escena artística y hay mucha actividad, la competencia es muy fuerte. Y a final de cuentas no importa dónde vivas sino qué obra produces. Un epicentro te distrae y te quita tiempo. Muchas de las personas que conocí en Nueva York han dejado esa ciudad y se han ido a otros lugares. Tengo varios amigos artistas que se han mudado a la Ciudad de México porque hay más opciones, el costo de vida es más fácil y es posible encontrar el tiempo para trabajar.

–Tras tu presencia en México hace dos años en Galería Marso, ¿cómo te relacionas con el país?

–Cada uno trae su propia tradición y cuando la llevas a otro país o lugar será diferente. Mi experiencia en México fue increíble, lo que vi es que la gente está muy interesada en ver lo que haces, en el diálogo y en la reflexión. Hay ganas de conocer y compartir que muchos lugares del mundo artístico ha perdido en la competencia. Yo nací en México, pero crecí en Noruega, así que regresar como un artista fue algo muy personal. Eso me dio la oportunidad de conectar con el país de otra manera que no había podido antes. Además, México tiene una escena increíble, a nivel mundial es de lo mejor que he visto. El arte contemporáneo en México es top level, y personalmente me gustaría ir a vivir ahí un tiempo porque lo que México tiene es único. Hay una energía e interés, hay nivel artístico, hay buenas galerías, hay buen diálogo. Espero que pueda hacerlo.

Salvo las imágenes proporcionadas por el autor, todas las fotografías de Huemanzin Rodríguez.