El hallazgo podría ocasionar una disputa en la sociedad rusa pues «la cuestión afecta a millones de creyentes que veneran a los miembros de la familia real en calidad de santos»
Ciudad de México (N22/Redacción).- El gobierno ruso anunció el 17 de julio que los restos humanos hallados en 2007, cerca de la ciudad rusa de Ekaterimburgo, pertenecen a dos de los hijos del último zar ruso, Nicolás II: la princesa María y el príncipe heredero Alexei, los últimos grandes emblemas de la dinastía de los Romanov.
«De acuerdo con los resultados de los exámenes genéticos moleculares, los restos de dos personas, descubiertos en el verano de 2007, cerca del lugar donde yacen otros nueve muertos, pertenecen a la hija y al hijo de Nicolás y Alexandra Romanov», informó la experta del Comité de Investigación de Rusia, Marina Molodtsova, en una entrevista con el periódico Izvestia, recogida por la agencia de noticias rusa Sputnik.
Molodtsova no solo confirmó que el parentesco biológico entre Alexei y María con sus padres, sino que el pequeño número de fragmentos óseos encontrados hace pensar que cerca del lugar del hallazgo de 2007 podrían encontrarse uno o más sitios de sepultura de otros de los miembros de la familia real.
Asimismo, el Comité de Investigación desmintió una de las versiones históricas de que los cadáveres «fueron eliminados mediante la aplicación de ácido sulfúrico y fuego».
¿Qué fue lo que sucedió la noche del 16 de julio de 1918?
Hace 102 años, el último emperador ruso Nicolas II, la emperatriz Alexandra Fiodorovna, las princesas Olga, Tatiana, María y Anastasia, el príncipe Alexei, el médico de la corte Evgueni Botkin, el ayuda de cámara Alexei Trupp, la camarera Ana Demidova y el cocinero Ivan Jaritonov, fueron fusilados en el sótano de una casa de Ekaterimburgo por un grupo bolchevique.
Alexei y María tenían, respectivamente, 13 y 19 años de edad al momento de su muerte.
Los posibles restos del zar y de sus familiares fueron hallados por unos investigadores disidentes en 1979, pero por temor a las represalias, guardaron ese hecho en secreto durante 10 años y lo hicieron público hasta 1989, durante la Perestroika.
En 1998, los fragmentos óseos fueron sepultados en la catedral de San Pablo y San Pedro de San Petersburgo, aunque la Iglesia Ortodoxa rusa no los reconoció como pertenecientes a la última familia real por falta de pruebas, y en 2015 se reanudó la investigación sobre la autenticidad de dichos restos.
En el año 2000, el Concilio Episcopal de la Iglesia Ortodoxa Rusa canonizó a todos los miembros de la familia.
En julio de 2018 el Comité de Investigación ruso confirmó que los restos de las personas hallados cerca de Ekaterimburgo pertenecían a los Romanov y a su séquito, y que el hombre que los investigadores identificaron como Nicolás II tenía un parentesco cercano con el padre del último emperador, Alejandro III.
Por su parte, el director de la oficina de la Casa Imperial Romanov, Alexandr Zakatov, indicó que los representantes actuales de la dinastía, la duquesa María y el gran duque Jorge, no tomarán ninguna decisión referente al reconocimiento de los restos mientras la Iglesia Ortodoxa rusa no diga su última palabra al respecto.
«No se puede solucionar ese problema sin la Iglesia», explicó Zakatov, dado que la cuestión afecta a millones de creyentes que veneran a los miembros de la familia real en calidad de santos.
El jefe de la oficina instó a discutir el problema y evitar que la sociedad rusa resulte dividida.