Un enfermero en un hospital del IMSS nos cuenta su día a día en la zona cero de atención médica y cómo se ha modificado su vida cotidiana por la pandemia
Ciudad de México (N22/Ireli Vázquez).- Desde las entrañas de un hospital Néstor Palomares, enfermero general de un hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), nos ofrece su experiencia al estar dentro de la Zona Covid del hospital donde labora, al sur de la Ciudad de México.
¿Por qué enfermería?
El motivo por el cual decidí estudiar enfermería fue porque tuve una experiencia con un familiar cercano, mi familiar estaba un poco grave, era de esos pacientes que necesitaban del apoyo de otras personas para llevar a cabo necesidades básicas, como ir al baño, limpiarse, asearse y cosas por el estilo. Fue una experiencia un poco pesada en el sentido de que no te gusta ver así a tus familiares, es cansado, pero al final de todo me quedé con esa sensación de poder hacer más y de poder ayudar, porque en ese entonces no conocía nada de lo que conozco hoy en día.
Actualmente trabajo en un hospital de Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Entré hace aproximadamente dos meses y medio. Justo cuando las cosas se pusieron feas aquí en la ciudad.
Cuando me dijeron la noticia de que entraría a trabajar al área Covid, sentí mucha ansiedad. Yo ya me estaba haciendo la idea de que iba a entrar a ese lugar, pero ya cuando te dan la noticia, en ese momento da miedo.
Bienvenido al infierno
El primer día que estuve en esa área nos dieron una explicación muy rápida de cómo me tenía que vestir y entrar con los pacientes infectados, hay una puerta de cristal que divide a los pacientes con los pacientes de Covid, esta puerta siempre está cerrada por protección y sólo se abre cuando entramos nosotros. Me acuerdo que ese día, mi primer día, una de las enfermeras me dijo «bienvenido al infierno». Fue muy impactante para mí en ese momento. El uniforme es incómodo porque hace mucho calor y, aparte, porque tienes que apretarte muy bien lo que son los goggles, el cubrebocas; no es incómodo los primeros minutos, pero después de una hora, dos horas comienza a cansar, las orejas duelan, la cabeza duele; a algunos compañeros más, a otros menos, pero en general a todos nos duele la cabeza.
En estos dos meses y medio he atendido aproximadamente unos setenta pacientes. He visto a varios recuperarse, yo calculo como a unos cincuenta.
Me ha tocado en tres ocasiones, justo cuando estoy dando mi rondín para ver cómo están los pacientes, que he llegado a “salvar” a los pacientes, he llegado afortunadamente en el momento que necesitan ayuda. Como yo estoy en el turno de la noche, llega a pasar que a los pacientes se les caen las mascarillas cuando están durmiendo, y no se dan cuenta y ya no pueden respirar y comienzan a buscar con desesperación la mascarilla. Los reviso cómo están, porque en cuestión de minutos se les puede bajar la saturación de oxígeno y la situación del paciente puede cambiar en esos minutos. Me pongo a pensar: ¿qué hubiera pasado si no hubiera llegado a tiempo?.
La situación es grave. Me ha tocado que un paciente se va por que lo dieron de alta o porque desafortunadamente falleció y no pasan tres o cuatro horas, cuando me dicen que va a llegar otro paciente. Se tardan más en lo que están limpiando y aseando que en lo que llega otro paciente.
Los protocolos me han agradado. Llegando al hospital, en específico a la área, lo primero que te piden es ponerte el equipo de seguridad, guantes dobles, una bata desechable, unos goggles, unas botas y un gorro. Es el equipo básico. Debo de confesar que las primeras semanas fueron las más difíciles porque uno se está acostumbrando y, queramos o no, nos vamos acostumbrando a ese ritmo, a esa incomodidad del uniforme; más bien lo vamos sobrellevando.
Los cuidados
Los cuidados empiezan desde que salgo del área Covid. Para empezar, hay un protocolo para poder retirar todo el equipo de protección, si nos los quitamos muy rápido o muy fuerte, estamos esparciendo en el aire el virus, y ahí es donde muchos compañeros se contagian. Para empezar ahí nos quitamos el traje con cuidado, con ciertos protocolos y, posteriormente, paso a las regaderas, llevó mi jabón, me baño antes de salir del hospital, llevo ropa limpia y al llegar a casa me vuelvo a bañar.
En mi casa tengo familiares de alto riesgo. Si ellos se llegaran a enfermar se la verían pesado. Lo que hago cuando llegó es, me baño y aíslo, me encierro en mi cuarto, trato de no convivir con ellos, trato de no estar muy cerca de ellos; si platico con ellos, es de lejos, pero estar cerca de ellos, es imposible, sobre todo es por precaución. Es pesado, al principio no tanto, pero pasan los meses y es pesado estar en esa rutina, llega a ser frustrante.
Pensamientos y sentimientos
Siento mucha ansiedad, tanto por el equipo que traes puesto, porque quieres ir al baño y no puedes porque tienes el equipo puesto, tienes sed y tampoco puedes tomar agua porque estas adentro del área. Es estresante porque los goggles que nos ponemos se empañan, es muy difícil hacer el trabajo, no puedes ver, y aparte cuando nos toca canalizar a un paciente y llevamos doble guante, nos es muy difícil localizar una vena y con los goggles empañados menos se ven. Después de cinco horas terminamos sudando, deshidratados, cansados, con dolor de cabeza, y con el temor de enfermarnos. Claro, si nosotros traemos bien puesto el equipo disminuyen las posibilidades.
Al despertarme no tengo tanto problema, pero por la tarde, justo cuando me comienza a dar la hora para irme a trabajar es cuando me comienzo a preocupar, pasan por mi mente cosas como, si el señor que conocí el día anterior ¿estará bien?, ¿habrá mejorado? Es un sentimiento fuerte, porque te vas encariñando con los pacientes y sobre todo con los que son más agradecidos, y en mi mente pienso “ojalá y esté bien, ojalá y mejore, ojalá…». Me ha tocado ver a pacientes que aparentemente están bien pero a veces de la nada empiezan con los problemas y ya no pueden respirar y en cuestión de minutos se pueden ir.
Cuando salgo y voy hacia mi casa, he tenido varios sentimientos, me siento satisfecho en cuestión de que hice lo que pude. Hay veces en las que las personas nos dicen “héroes”, yo en lo personal no me siento como uno de ellos, solamente me siento como alguien que tiene que ir a hacer su trabajo y hacer lo que está en sus manos para ayudar, porque no todos los pacientes se van a poder salvar.
A pesar de todo, me siento agradecido de que entré a este lugar; he podido aprender mucho, he agarrado más práctica y experiencia en ciertas cosas.
Un mensaje a la población
Es frustrante ver a las personas que no traen cubrebocas, me han tocado casos de personas que me preguntan si en verdad esto existe, ¿cómo podría mentir sobre eso si yo estoy ahí dentro?
Entiendo que hay muchas personas que tiene que salir de su casa porque no hay trabajo, un ejemplo somos nosotros los enfermeros, los doctores, la gente que trabaja en un hospital, a muchos nos gustaría quedarnos en casa, pero tenemos que salir a cumplir con nuestra labor.
Lo que sí les diría a esas personas es que hagan lo posible por usar por lo menos un cubrebocas en la calle, que piensen en la posibilidad de que uno se sus familiares pudiera contagiarse y estar en un hospital. Lo que está pasando actualmente es que todos los días está aumentado el número de pacientes, y llegan y llegan y llegan, y va a haber un momento en el que no nos vamos a dar abasto. Que piensen muy bien, que se imaginen cómo estarían si estuvieran en esta posición, como pacientes, no como personal de salud. Por favor cuídense y cuiden a los demás.