De la mano del crítico, ensayista y cronista, Jezreel Salazar, nos adentramos en la figura del intelectual sui géneris mexicano; el 19 de junio se cumple una década de su muerte
Ciudad de México (N22/Ana León).- «Analizaba lo político desde el ámbito de la cultura o pensaba una película desde un análisis que venía del estructuralismo, de la antropología, de donde fuera. Y además, todo mezclado con su capacidad irónica, con ese humor que le generaba al espectador o al lector. Mirada que extrañamos, nos encantaría que nos dijera cosas de lo que estamos viviendo ahora, de la pandemia, del confinamiento. Me parece que es irrepetible». Estas palabras pertenecen al crítico y ensayista Jezreel Salazar, quien estudioso de Carlos nos ayuda a adentrarnos en lo que él mismo ha nombrado «esa región llamada Monsiváis.»
Personaje poliédrico, para atajarlo acudimos a quien por muchos años ha dedicado su estudio a sus textos, a sus ensayos, a la obra y al personaje mismo, que no son la misma cosa. Jezreel Salazar obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Alfonso Reyes por su libro La ciudad como texto. La crónica urbana de Carlos Monsiváis, así que acudimos a él para que nos de algunas pistas para adentrarnos en la figura de este intelectual que es en sí, toda una región.
¿Cuál sería una puerta o algunas puertas de entrada para dar el primer paso a “esa región llamada Monsiváis”?
Yo pensaría que a Monsiváis se le puede entrar de muchas maneras. Porque justamente fue un gran escritor que trabajó muchísimos discursos y formas de escribir. Y para alguien que no ha iniciado y que lo quiere conocer, yo recomendaría un par de libros: Escenas de pudor y liviandad, que es un libro que trabaja crónicas sociales a partir de ciertos personajes. Personajes estereotípicos de la cultura mexicana, como María Félix, Pedro Infante, que se vuelven atractivos y que en la mirada de Monsiváis son vislumbrados de un modo excepcional. También tiene crónicas que no están centradas en personajes, sino en la fiesta, en la noche mexicana, en la ciudad como un espacio de divertimento. Ese libro es muy atractivo.
Pensaría otro, que es su autobiografía. Una autobiografía que escribe a los 28 años, eso ya la hace única, excepcional; pero también es una autobiografía en la cual vemos mucho de lo que es la mirada de Monsiváis no sólo como personaje, sino también como un escritor que desde muy joven ya tiene una mirada sobre el país, una perspectiva que nos da, en realidad, todo un proyecto de nación. Toda una visión sobre lo que quería y proponía para un México de las siguientes décadas.
¿Cómo presentarías a Monsiváis? ¿Por qué es tan importante en la llamada “alta cultura”, como en la cultura popular.
Monsiváis yo creo que fue el primer gran escritor mexicano que lo que hace es salirse de una noción de cultura que era muy cerrada. Una noción de cultura pensada sólo para las élites. Lo que que va a intentar es romper esa mirada y comenzar a introducir una serie de otros referentes de la cultura de masas, de la cultura popular. Me refiero, por ejemplo, a todo lo que es la lucha libre, la música popular; en sus libros vemos citas de canciones, de refranes, el cine, la fotografía el grabado, la caricatura. Hay una serie de referentes que antes, en el momento en que Monsiváis está escribiendo, en los años sesentas, eran menospreciados por la idea de lo que era la literatura en ese momento o el arte en general. Por eso es tan valioso, porque Monsiváis de pronto le va a dar un aire muy fresco a la literatura y le va, además, a meter una serie de otros mecanismos, como es el humor y la ironía, que en la tradición literaria mexicana era marginal.
Si uno leía a Carlos Fuentes, a Octavio Paz, a Alfonso Reyes, a Rulfo —aunque sí había humor ahí—, en general, no te podías reír. Era una tradición muy solemne, muy existencialista, muy hierática. Monsiváis lo que hace es introducir la posibilidad de la burla, sobre todo frente al poder, frente a una serie de instituciones, de jerarquías, todos aquellos personajes que representaban algún tipo de dominación, de forma de ejercitar el autoritarismo, él se burlaba todo el tiempo.
Tenía una columna que se llamaba “Por mi madre bohemios”, en donde básicamente hacía una recopilación de frases que habían dicho políticos o jerarcas religiosos o empresarios, e iba poniendo entre paréntesis pequeños comentarios que justamente permitían una risa vindicativa, una especie de venganza simbólica y que, además, permitía revelar las ideologías que estaban detrás. Los intereses que estaban detrás.
A mí me parece que por algunas de esas razones es importante, pero por muchas otras más.
Has mencionado que tiene una escritura fragmentaria, fugaz y modificable, ¿a qué te refieres con esto?
Tiene una forma de escribir que en su momento era muy renovadora. Lo que va a hacer es trabajar con formas de escritura que generalmente llamábamos menores, como la crónica, otro tipo de géneros disidentes. Si uno lee el Nuevo catecismo para indios remisos (1982), es un libro extrañísimo que más bien remite a la fábula y a una serie de recursos paródicos y que le va a permitir una innovación.
Pero ese tipo de escritura también era otra manera de atacar los modelos estéticos que eran muy canónicos en ese momento. Más allá del cuento, la novela o el poema como esos géneros consagrados, Monsiváis también quería dialogar con otras formas de la cultura que no eran reconocidas como válidas. A él le interesaba el chiste, le interesaba esos listados que aparecían en revistas de chisme político, eso lo incorporaba a los libros y lo reescribía de otra manera.
Otra cosa que le importaba era la obra inacabada, como algo que era más fugaz que no necesariamente iba a permanecer en el tiempo, que iba a trascender en esa perspectiva de la alta cultura tradicional.
Para Monsiváis el hecho de estar siempre conectado con el periodismo, le permitía estar escribiendo y reescribiendo textos. Por ejemplo, si uno piensa en el libro que escribió sobre Salvador Novo, que se llama Lo marginal en el centro (2000), él tiene versiones de ese libro en distintos textos. Entonces, toda esa idea de hacer variaciones y de que no hubiera una forma definitiva, era parte de esa batalla cultural en contra de modelos estéticos previos.
«Monsiváis yo creo que fue el primer gran escritor mexicano que lo que hace es salirse de una noción de cultura que era muy cerrada. Una noción de cultura pensada sólo para las élites.»
Él yo creo que trabaja con formas de escritura que ahora son muy comunes. Que yo diría que se han generalizado y que, además, ahora nos permitirían leerlo mejor de como se leía en ese momento. Pero que en ese momento eran muy extrañas, resultaban muy difíciles de apreciar o de entender. Por ejemplo, el hecho de que trabajara tanto con la transformación o con la fragmentación de las estructuras narrativas. Toda la cuestión de la disgregación temporal en los textos, el asunto de muchísimos recursos metaficcionales, intertextuales, todo el tiempo estaba citando y parodiando, y poniendo en duda, además, su propia voz.
En el momento en que Octavio Paz está escribiendo de una manera en donde uno lo leía y lo único que podía hacer era decir sí y ser un lector muy pasivo y sólo, digamos, adorarlo, lo que hace Monsiváis es siempre poner en duda su autoridad.
Todos los textos están llenos de acotaciones que dicen: bueno, esto es lo que pienso, por el momento. Quizá me equivoco.
Todo el tiempo está lleno de incertidumbre y eso es algo que ahora vemos, tenemos narradores mucho más impotentes. Y en ese momento, Monsiváis está inaugurando de alguna manera eso en la literatura mexicana.
Está un poco ya borrada la figura del intelectual de conocimiento enciclopédico hoy que un poco era Monsiváis, un escritor que estuvo más allá del escritorio, un escritor también de calle, de barrio, mejor dicho.
Cuando uno quiere pensar en un heredero de Monsiváis es muy difícil ubicar a un solo sujeto, un solo escritor, porque Monsiváis cumplía muchas funciones y, además, tenía muchas profesiones en su actividad cultural. Por una parte, era alguien que escribía artículos periodísticos; además de articulista era un gran ensayista, era alguien que hacía crítica literaria, pero también crítica de cine. Era un coleccionista, era polemista; escribía crónica y en esa medida también hacía historia cultural. Era alguien que todo el tiempo estaba haciendo reivindicación de causas políticas, que hacía la crítica del poder, conformaba opinión pública. Incluso fue actor.
Uno ve toda la cantidad de funciones que tenía en el espacio público y son innumerables. Sólo alguien dedicado de tiempo completo en la interpretación de lo que ocurre en la realidad mexicana y que, además tuviera una gran capacidad de escritura, y que además tuviera una obsesión acumulativa como la que tuvo Monsiváis, podría de alguna manera emular eso. Y no lo hay. En principio, porque además ya no es atractivo ese papel, el papel del intelectual, porque los intelectuales han entrado en crisis. Ya el hecho de estar escribiendo y trabajando con la palabra es algo que no es necesariamente dominante en nuestro mundo cultural actual.
La cultura de la imagen ha sustituido y ha puesto en crisis el mundo de la palabra y por eso es que los intelectuales cada vez tiene menos influencia, tienen menos voz, se les escucha menos. Esa crisis de las humanidades en general es algo que afecta que pueda aparecer otra voz como la de Monsiváis. Y otra cuestión que yo diría que está ahí presente, es el tipo de mirada tan sui géneris que está presente ahí en su obra. Porque Monsiváis tenía una mirada muy heterodoxa, muy transgresora, iconoclasta. Y lo que hacía esa mirada era interpretar de manera muy veloz lo que estaba sucediendo en coyunturas específicas, era muy capaz de sintetizar un fenómeno, a un personaje, ciertos acontecimientos con una mirada que trascendía fronteras.
Analizaba lo político desde el ámbito de la cultura o pensaba una película desde un análisis que venía del estructuralismo, de la antropología, de donde fuera y, además, todo mezclado con su capacidad irónica, con ese humor que le generaba al espectador o al lector, es algo que es muy difícil de reemplazar.
Esa mirada que ahora extrañamos, nos encantaría que nos dijera cosas de lo que estamos viviendo ahora, de la pandemia, del confinamiento. Me parece que es irrepetible en ese sentido.
Mencionabas que detrás de las lecturas de Monsiváis hay un proyecto de nación, ¿a qué te refieres?
Monsiváis siempre está vinculando la literatura con una idea de lo que debería de ser el país. Hay una idea de Monsiváis que es “que la escritura conforma a los ciudadanos, construye en los lectores, les transmite ciertos valores y los construye como sujetos críticos o no, dependiendo del tipo de escritura a la que nos enfrentemos. Para Monsiváis la escritura va a ser la posibilidad de volver a los lectores unos sujetos cada vez más tolerantes, capaces de aceptar la diferencia y potenciándolos como sujetos que les transmite sensibilidad crítica y que, por lo tanto, se vuelvan ciudadanos constantes que estén buscando un mejor país.
«Cuando uno quiere pensar en un heredero de Monsiváis es muy difícil ubicar a un solo sujeto, un solo escritor, porque Monsiváis cumplía muchas funciones y, además, tenía muchas profesiones en su actividad cultural.»
Está intentando reivindicar todas aquellas actitudes, formas de vida y formas de habla que están en la ciudad y que no han sido valoradas. Por eso, a él le interesa mucho la disidencia política, le interesa mucho los movimientos feministas, le interesan todas las minorías sexuales, que lo que hacen es permitirle a los lectores no quedarse con esa mirada cerrada, unívoca de un país centralista y muy autoritario que le tocó vivir a Monsiváis en los años sesentas y setentas, en donde todas las cosas remitían a un solo partido, a una sola religión, a una manera única de concebir la relación con los otros. El proyecto de nación que está detrás de la escritura de Monsiváis es un proyecto incluyente, democratizador, laico, que tenga que ver con la diversidad cultural y con una tendencia a la democratización responsable.
¿Cuál sería la mayor diferencia entre el Monsiváis de sus primeros escritos y el Monsiváis de sus últimos textos?
Cambia mucho. Por una parte, el Monsiváis joven es un Monsiváis capaz de hacer un tipo de crónica que después ya no puede de hacer. Una vez a mí me lo dijo “es que ya no puedo hacer crónica de calle, todo mundo me reconoce y me matan la mirada”. Creo que lo que le pasaba es que, en el momento en que se volvió famoso y que se volvió un ídolo a la para de los personajes que él retrataba en sus crónicas, se volvía el centro de todo ese acto, de ese evento; ya no podía ser un testigo porque en realidad el evento se volvía algo actuado para él y por lo tanto dejaba de tener esa posibilidad de ser el testigo anónimo o el testigo que está viendo todo desde un lugar oblicuo. Por eso sus últimos libros son muy distintos de los primeros. En los primeros vemos a un Monsiváis en la calle, entrevistando gente, observando las cosas con una cercanía, con una sensación de estar presente en ese espacio que después ya no está.
En los últimos años va a dedicarse a hacer una crónica más histórica o una crónica más biográfica —libros en torno a Pedro infante o Amado Nervo. También, se va a meter más al ensayo político, al ensayo cultural, va a comenzar a fijar ciertos textos. Todos los que son los libros en torno al liberalismo del siglo XIX, al laicismo, toda esas disputas políticas que le interesan, las va a generar en esos años. Y, además, van a ser los años en que se va a publicar más libros. De Monsiváis tenemos alrededor de sesenta volúmenes, poco más, y si uno piensa alrededor de los años sesenta a los años noventa, tenemos como siete libros. La última década publica la gran mayoría de los libros que ahora conocemos, que ya los conocíamos en textos periodísticos, fragmentos, pero ya como un volumen fijo, eso se lo va a dedicar a los últimos años.
Y quizá hay otro cambio, lo que antes era crítica política y social, cada vez se vuelve más crítica moral, es decir, en la medida en que el espacio político en México permite mayores libertades de expresión tiende a modificar el eje de la crítica.
Creo que hay un problema con Monsiváis, que es que casi siempre estamos hablando del personaje y no de la obra, porque el personaje, bueno, toda su obra, se volvió tan significativa, tan exitosa —ahora la lucha libre no la vemos como en ese entonces, ahora no es algo vulgar, es algo que es reivindicable de nuestra tradición cultural —, que nos impide ver la obra. De alguna manera es como un obstáculo para volver a los textos y para entender realmente la profundidad de sus ideas y de su aportación.