«Los cuerpos hoy están en la mesa como un territorio vulnerable», dice el coreógrafo Shantí Vera. ¿Qué tanto serán controlados en escena en la desescalada? ¿Qué tanto la creación en escena tendrá que responder a un modelo de distanciamiento?
Ciudad de México (N22/Ana León).- Pensar el cuerpo. Pensar desde el cuerpo. Dos cosas distintas pero con un punto común: el cuerpo como territorio de construcción de relaciones sociales, de ideas, de entendimiento, de la propia libertad. ¿Qué pasa con nuestro cuerpo estos días? ¿Cómo nos atraviesa el virus aun cuando no estemos contagiados? ¿Cómo resistimos e insistimos al y en el presente no sólo desde las ideas sino también desde este «territorio de pensamiento sensible», como se refiere a el cuerpo el coreógrafo y bailarín Shantí Vera? Para reflexionar un poco en torno a este tema, me reúno con él vía zoom, pues en sus búsquedas ha desarrollado la idea de Un cuerpos común, una investigación que vislumbra el cuerpo como el resultado de una multiplicidad de inteligencias: «este cuerpo individual es muchos cuerpos».
¿Cómo concibes la idea de Un cuerpos común? ¿Cómo se ha transformado en el contexto actual? ¿Cómo llegas a esta asimilación del cuerpo como primer lugar de encuentro con el mundo y los otr@s?
La idea de Un cuerpos común tiene que ver con un juego entre lo plural y lo individual. Cómo me concibo dentro de un colectivo y cómo mi cuerpo ha sido una multiplicidad de inteligencias que me atraviesan. Yo concibo así a mi cuerpo: que este cuerpo individual es muchos cuerpos.
Esto en la poesía lo tienen muy claro. La multiplicidad de personalidades, los heterónimos de Fernando Pessoa. Y el estudio que he tenido previamente a Un cuerpos común, lo desarrollé dentro de un laboratorio de pensamiento y acción que nombré El cuerpo vacío: tratar de liberar al cuerpo y dejar que el cuerpo nos guíe.
Dentro de estos primeros diez años de investigación desde el 2007 hasta el 2017, lo que a mí me interesaba a partir de una pregunta que saqué de un libro de Deleuze y de Guattari es ¿cómo habitamos el mundo del capital integrado? Yo pensaba ¿cómo cuerpeamos? que es como yo nombro bailar. ¿Cómo cuerpeamos, cómo habitamos, cómo pensamos, cómo sentimos dentro del mundo del capital integrado? Y cómo, desde este lugar, tratamos de darle la vuelta a este lugar dominante en el que estamos inmersos.
De ahí, me vino otra pregunta: ¿cuál es el lugar que ocupan los cuerpos en el mundo occidental, en el mundo capital? ¿Cuál es el lugar que ocupa este territorio de pensamiento sensible y por qué no le damos el valor que tiene a nuestros cuerpo? ¿Cuál es el lugar que ocupan los cuerpos en este país?, ¿por qué no le prestamos atención?
También pensamos [con un grupo de amigos] que la inteligencia de los cuerpos no son bien recibidas. ¿Por qué necesitamos un marco específico? ¿Por qué sólo hay un lugar de entendimiento o sólo hay una semiótica a la cual podemos acceder? ¿Por qué sólo la palabras es bien recibida?
Éste es el eslabón perdido, éste [el cuerpo] es un territorio de pensamiento sensible que si lo dejamos y si lo liberamos, nos puede hacer encontrar otras reflexiones y otras formas de relacionarnos.
Creo que uno de los problemas nodales de la sociedad, es que no sabemos relacionarnos. No sabemos tocar, no sabemos encontrar, no sabemos decir tampoco lo que sentimos y lo que pensamos, siempre es una barrera concreta.
Un cuerpos común se despliega hacia ese lugar y no solamente a los cuerpos humanos, sino también a la relación con los objetos, con el espacio. Un cuerpo que se abre para dejarme atravesar y que me observa. Es la construcción de un cuerpo hipersensible. Al menos es lo que a mí me ha interesado dentro de Cuatro x Cuatro [festival que dirige y que se realiza en San Cristóbal de las Casas, Chiapas]por lo menos los últimos tres años.
¿Cómo cambia esto o ha cambiado o empiezan a cambiar ahora que los cuerpos se ven atravesados no sólo por un contexto de violencia, sino también por este contexto de confinamiento y la reducción del contacto o el nulo contacto?
Cambia todos los días, pero creo que se va enriqueciendo. Yo creo que todas las relaciones, absolutamente todas, son corporales, incluso si están mediadas por una pantalla. La pantalla es un medio, al final, la persona que está hablando y que está enunciando algo que está viviendo desde este lugar, soy yo. Es un cuerpo vivo. Y del otro lado de la pantalla también. Es una relación corporal. Tengo que hacer una serie de funciones para conectarme contigo. Y esta relación, me parece, va en dos lugares.
Este confinamiento me parece que nos contextualiza a todos en un lugar desde el miedo, pero, de alguna manera, este miedo tal vez me pueda hacer respetar el cuerpo del otro o de la otra. Los espacios personales que sobre todo en América Latina no los tenemos tan bien comprendidos y que dejamos que nos invadan muy fácilmente. Y eso, por un lado me parece bien, porque es respetar esos cuerpos. Por otro lado, me parece que nos está ganando un imaginario dominante del miedo.
Creo que la pausa que nos está dando este espacio, nos puede llevar a territorios de reflexión mucho más profundos si lo permitimos. La pausa de la velocidad de la vida, del consumo, de lo cotidiano, de la productividad. Los cuerpos, como espacios de pensamiento ¿qué es lo que están sintiendo?
Creo que la gente que trabaja desde el cuerpo —no me gusta decir que trabaja, pero creo que así se comprende— como bailarines, performers, actores, tiene un conocimiento muy interesante y que podrían compartirlo en este momento. Creo que si nosotros nos permitimos movernos veinte minutos libres en un cuarto en cualquier rincón del mundo, no hacer ejercicio, no hacer abdominales, sino movernos libremente, nuestros cuerpos empiezan a abrirse, a liberarse. Y creo que de eso se trata también el mundo. Qué estoy recibiendo y cómo lo estoy filtrando, y que eso me permita pensar de otra manera.
Los cuerpos hoy están en la mesa como un territorio vulnerable y que también me parece que es algo importante, porque estamos rodeados de una máxima que es la potencia, esa es la idea, ¿no? el norte, la potencia. Y yo creo que el cuerpo es el sur, la fragilidad, y nos puede hacer descubrir otros territorios. ¿Cuáles son?, bueno, eso es lo interesante.
«Creo que la práctica artística desde el cuerpo vivo, eso continuará; la profesión como la conocemos, eso es lo que se está modificando y ahí hay un campo que tendríamos no que rechazar, pero tampoco reaccionar de manera inmediata.»
Cuando hablas de un filtro, creo que tu filtro no es el mismo que el de otra persona que no se dedica al movimiento, que su labor profesional no es el movimiento, por decirlo de alguna manera. ¿Cómo crees que cambia la reconfiguración del cuerpo en el espacio pensándolo desde el filtro que tú tienes como bailarín?
Pienso los cuerpos más allá de nuestra labor profesional, me interesa más prescindir de esos modelos porque cuando los definimos desde ese lugar tienen sólo una serie de rasgos característicos y pensar en el cuerpo como un territorio de pensamiento sensible es algo que, inmediatamente, te va a hacer decir bueno, si esta sensibilidad se modifica cada día, pues se va a ir abriendo, va a ir encontrando, se va a ir disolviendo, se va a ir modificando y va a ir, tal vez, poniendo palabras que nos permita trascender este momento.
Creo que hay una reconfiguración ahora, primeramente desde el miedo y creo que tendríamos que empezar a cultivar esta idea de que nuestros cuerpos nos pueden salvar. Nuestros cuerpos desde el movimiento, nos pueden salvar, porque todo es movimiento. Porque si nosotros pensamos que el movimiento sólo son pasos, entonces estamos limitando una inteligencia. Todo es movimiento. Absolutamente todo es movimiento, cuando alguien habla, cuando alguien camina, cuando alguien abraza.
Y la pausa de esta reconfiguración es la que me parece realmente muy importante, muy valiosa. Tendríamos que decir qué está pasando con los cuerpos en este momento, respirar y respirar. Nos estamos ahogando en multitud de información.
Hay una parte ineludible creo, para la gente que trabaja desde el cuerpo ya sea un actor, un bailarín un performer, que es la escena. Puede ser el teatro, un espacio abierto, un salón. Cuando esto sucede es un encuentro en vivo, en presente. ¿Cómo se reconfigura esa experiencia entre el espectador y el bailarín que ya no es de cuerpo presente, in situ, sino un presente digital?
Nuevamente vuelvo a esta idea de que lo digital es un medio. No sé si llamarlo arte vivo o no, pero yo lo nombraría aún así, porque si no, lo reduciría a esta idea de que necesitamos estar así, juntos [une las palmas] y, al final, la idea de leer algo que está compartiendo la otra persona, pues éste es el medio [las pantallas], pero sigue siendo desde entes vivos los que están enunciando eso.
Tengo un poco de dudas con esto que te estoy compartiendo porque, precisamente, creo que es lo que está haciendo que nos reconfiguremos. Y la necesidad de la escena, de las personas que sienten ese placer, esa pasión, y esa obligación política de enunciarse desde los cuerpos va a estar ahí y puede suceder en casa sin que haya público.
Creo que la pregunta que tú me mencionas tiene que ver más tal vez con la profesión y no con el arte. Tendríamos que plantear esta pregunta desde dos planos: la profesión que necesita esta cuestión de espectador y el arte que se hace porque se hace, porque no se puede dejar de hacer. Da igual si lo ven si no lo ven, si lo subimos a la web, porque no lo vamos a dejar de hacer, porque hay algo ineludible, hay algo muy importante que se necesita compartir. Creo que la práctica artística desde el cuerpo vivo, eso continuará; la profesión como la conocemos, eso es lo que se está modificando y ahí hay un campo que tendríamos no que rechazar, pero tampoco reaccionar de manera inmediata.
Es un poco lo que pasa con los escritores que escriben, escriben y se mueren y luego sale todo. Tal vez no pasará con nosotros, a menos que lo grabemos.
Y dentro de este contexto, ¿cómo vislumbras la figura del espectador: va a cambiar o seguirá siendo la misma?
No podemos controlar nunca esa figura del espectador. Sii yo soy espectador, creo que nadie puede decir cómo soy yo espectador. Es un lance al vacío cada vez que tú presentas algo. Lo que sí tenemos que hacer, es insistir en convocar a esos testigos activos, a esas personas, a que esos cuerpos se encuentren con nosotros que hacemos escena. Porque lo que va a suceder ahora, en un México como en el que vivimos es que lo último que va a querer hacer alguien que no es tan afín al teatro, a las artes vivas, a la danza, como quieras llamarle, es ir y ahora va a ser menos, va a decir “eso no es esencial”. De hecho, el debate ahorita político es “eso no es esencial”.
Cuando yo hago lo que hago en la escena no creo pensar tanto en un espectador, pienso en cuerpos, en cuerpos inteligentes. Me interesa convocar cuerpos inteligentes, cuerpos sensibles, cuerpos desde muchos lugares. Porque para mí la danza tiene que ver con deslindar y con cartografiar futuros parajes o pasajes, no tiene que ver con modelos.
En la futura reapertura, los espacios escénicos serán de los últimos en abrir y lo harán con restricciones tanto en las butacas como en el escenario. ¿Para ti hay posibilidades en estas nuevas restricciones de los cuerpos en escena? Pensando en la distancia, en el número de personas.
Bueno, esto sí me preocupa bastante, porque va a haber una política del miedo, una “coreopolicía”, querer controlar qué se hace y qué se deja de hacer. No puedes como programador de un teatro o de un festival, obligar a alguien a hacer algo en un escenario con una persona o con veinte. Eso creo que tiene que ver más con razones económicas, anteriormente, porque no puedes invitar a más de tres personas y ahora por razones “políticamente correctas”. Me parece que nosotros tendríamos que desmarcarnos de esos lugares y no por rebeldía, sino porque la creación prescinde de modelos.
Hay algo policiaco que no me gusta nada en ese sentido: “piensa solamente desde este lugar”. No. Creo que el pensamiento tiene que ser libre. Y que las personas que estén a cargo de las instituciones de cultura de México tendrían que defender esa idea.
Aquí hay algo que va a suceder y que tiene que ver con el control. Y tenemos que resistir, que no nos quieran controlar el pensamiento. Para mí la escena es un campo sensible de pensamiento que tenemos que abrazar cada día más. Creo que tendríamos que pensar menos en la profesión y más en la práctica artística como territorio de pensamiento filosófico, de implicación, de interpelación del mundo.
Imagen de portada: Shantí Vera, El cuerpo vacío, Cuatro x Cuatro