Un proyecto que reúne historias que son reapropiadas y dramatizadas, y que busca rescatar una forma de relacionarse con l@s otr@s
Ciudad de México (N22/Huemanzin Rodríguez).- Y usted, ¿cómo ama en esta cuarentena? Porque en la cultura occidental el amor es una convención, no es lo mismo el amor de Píramo y Tisbe, al de Tristán e Isolda, y menos al de Romeo y Julieta. Como tampoco hoy se vive igual el amor a los 15 años, que a los 25 o a los 45. Ahora, sin la posibilidad de poder tocarse o tener encuentros furtivos, ¿cómo se ama hoy? La pregunta confrontó a las actrices Diana Sedano y Ana Sofía Gatica, al actor Joshua Okamoto y a la dramaturga Mariana Reskala, para crear el proyecto La grieta donde, básicamente, la gente les cuenta sus historias de amor y desamor, y ellos las transforman.
Diana Sedano: El teatro, que es un encuentro vivo entre personas, ahora me causa un conflicto especial, porque hay una necesidad de hacerlo y la única manera es virtual, y yo no sabía cómo insertarme en esa vorágine de impulsos. Porque, ¿cuál va a ser la «nueva normalidad” para ir al teatro? Con una colega platicaba mucho y nos preguntamos: ¿Qué hacemos? ¿Teatro para un espectador? ¿Qué hacer para que el teatro no dejara de ser una experiencia? Porque tanto para el espectador como para el artista, estar en el teatro es pasar por un estado que al final, permite una reflexión, es un pequeño proceso de transformación interna. Entonces la gran pregunta es: ¿cómo generar hoy esa experiencia?
Empecé a pensar qué es lo virtual y qué la escena, ¿qué son esas cosas y de qué manera podía una alimentar a la otra? ¿Cómo hacer de la virtualidad el acontecimiento? Así que consideré que la distancia tenía que ser utilizada como discurso de las relaciones.
Si se trataba de hacer algo sólo para pasar el encierro, para mí dejaba de tener sentido.
Mariana Reskala: Este “generar experiencia”, tiene que ver con una nueva forma de convivencia entre seres humanos donde somos temerosos del contacto físico. ¿Cómo nos va a afectar en diversos ámbitos? Especialmente a nosotros, que somos creadores escénicos. Estamos en “otro” lugar. La pandemia nos sacó de la normalidad desde donde creamos. Diana, Joshua, Ana Sofía y yo tenemos el mismo sentimiento, si éstas son las circunstancias del mundo, ¿cómo producimos desde el encierro con las posibilidades que tenemos? Así surgió La grieta, por las imposibilidades que causa el encierro.
Joshua Okamoto: Como creadores y espectadores nos encontramos en un proceso y eso implica siempre una prueba y error. Actuar desde el encierro hoy es muy diferente a lo que pudo haber sido antes, porque ahora mi habitación es la oficina, es la sala de ensayos, es el espacio de mis relaciones personales. El mismo espacio se va resignificando, eso genera grietas día a día. La grieta va más allá de la virtualidad.
Me parece que toda la sociedad se va agrietando, pero también hay muchas posibilidades dentro de esas grietas, creo que el confinamiento también va generando otro tipo de discursos y necesidades. Como creadores estamos ante el reto de cómo vamos a atrapar a los nuevos espectadores o cómo hacer que los espectadores se interesen en nuestra oferta cuando hay tanto producto cultural gratuito en la red. Debemos ser muy precisos y honestos en cuanto a lo que queremos transmitir. Me parece que eso nos permitirá destacar entre todo.
Justo tengo junto a mí el libro Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes, que casualmente leo ahora y siento está conectado a la parte teórica de su proyecto. De todas las ideas de amor, ¿cuál es la que pasa por La grieta?
DS: Desde hace varias semanas tengo atorado algo con Tristán e Isolda, tanto con el mito como con lo que hizo Richard Wagner, lo que me intriga es el estado emocional que Wagner buscó para poder crear esa obra, que dura cuatro horas y media, una obra que, lo mismo era odiada por algunos, que en otros provocaba un estado estático. Para mí eso es lo importante, el estado y el lugar en que estoy de manera personal con lo que busco en la ficción.
He llegado a este punto desde un proceso que comenzó con mi trabajo anterior Tornaviaje y La grieta tiene que ver conmigo ahora, con mi edad, con la forma en que percibo mi cuerpo y me tocar vivir esta pandemia.
Y el impulso para hablar del amor nació de la pregunta sobre el tacto, luego empecé a preguntarme sobre las historias de otras personas. Porque Isolda estaba casada y tenía un amante, con el quien tenía sus encuentros. Y en el grupo empezamos a hacernos preguntas de situaciones hipotéticas: ¿qué va a pasar ahora con la gente que tiene amantes? ¿Cómo se comunican ahora que no se pueden ver? ¿Qué se dicen? ¿Se hacen videos? ¿Ya se sabrá la verdad? ¿Cómo se viven los duelos de pareja? ¿Cómo se fantasea con el otro o la otra? ¿Al “no estar con la persona” en la cuarentena, te pierdes por lo que estás pasando? ¿Cómo se lleva un duelo amoroso ahora? ¿Cómo funciona el recuerdo de la pareja, de lo que significó? ¿Se comienza una nueva relación a nivel virtual? ¿Cómo es ahora tener una relación fuera de la idea de pareja? En fin, pensamos en muchas posibilidades sobre el amor y el contacto físico.
Al intercambiar nuestras historias nos surgió la necesidad de saber más, y ver si con otras podíamos construir un relato en conjunto.
Ha sido muy sorprendente, porque cuando decidimos lanzar una convocatoria para que la gente nos contara sus historias de amor y contacto físico (en realidad es un juego, no una convocatoria), teníamos en mente que podría no escribirnos nadie y la verdad, a diario entramos a nuestros correos y descubrimos que nos mandan nuevas historias.
Si la convocatoria es un juego, ¿cuáles son las reglas del juego y quiénes pueden jugar?
MR: Es que la convocatoria no existía en las primeras reuniones de discusión. Fue surgiendo en las sesiones del chat donde nos encontramos y leemos cosas. En una ocasión discutíamos sobre el amor en occidente y el amor cortés a partir de Tristán e Isolda, y ahí Diana propuso sumar fragmentos de otras historias como parte de una misma historia. Así nació la convocatoria para que nos contaran sobre la imposibilidad de estar con el otro. Es un tema olvidado en la pandemia, todos estamos preocupados en otras cosas, pero hemos olvidado el amor y las relaciones interpersonales en el encierro.
DS: Y también la pasión, entendida como una vía del conocimiento. Que el cuerpo experimente eso es una manera de autoconocerse.
¿Cuáles van a ser las formas del conocimiento sin la experiencia del contacto?
¿Cómo se ha divulgado la convocatoria para La grieta?
MR: La difusión de la convocaría fue en nuestras redes sociales, cada quien lo posteó desde su cuenta de Instagram y en Twitter. Ana Sofía lo puso en Facebook y lo reposteamos. Después varias personas la compartieron y llegaron, como dice Diana, varios correos y luego más, no esperábamos esta respuesta. Y se ha ido difundiendo mucho a través de redes sociales.
Cuando les llegan las historias, ¿qué hacen?
MR: Es un trabajo en colectivo, Ana Sofía Gatica y Joshua Okamoto son, hasta ahora, los actores. Seleccionamos dos historias que trabajamos Diana y yo, yo me encargo de la dramaturgia. Les dimos las historias a Joshua y Ana Sofía. El primer ejercicio era hacer dos videos en monólogo que no es estuvieran relacionados entre sí y fueran grabados por cada uno de ellos en su casa. Había que hacerlos con los recursos a mano en nuestros espacios. En el caso del video de Joshua, se contó con la participación de Luis Alfredo Gatica en la fotografía. La edición y en montaje la hicieron Diana y Ana Sofía. En esa etapa, las dos historias separadas se unieron como un todo.
¿Es teatro, es cortometraje, es video arte?
JO: A la hora en que empezamos a grabar el proyecto vi que esa era una idea que me estorbaba. No quería entrar a la acción pensando si iba a hacer teatro o cine, sino que la premisa era habitar, ponerme en el lugar del otro y que el resultado nos rebasara, que el proceso tuviera independencia y esté vivo. Porque siento que, si intentamos controlarlo, terminaríamos por asfixiarlo. Hasta la fecha no sé qué es lo que hicimos, si es teatro o cortometraje o una experiencia audiovisual, pero lo que buscamos es que el discurso esté sobre el formato.
Entiendo que el discurso siempre está sobre el formato, pero me refiero a intimidad, tiempo y arte dramático en un espacio público compartido, que son elementos tanto del teatro y el cine. La diferencia está en que en el primero hay personas vivas frente a personas vivas.
DS: Lo que el teatro me ha entregado como espectador es una experiencia muy íntima en colectivo. Es diferente a leer un libro, donde la experiencia es con el objeto y lo que está pasando adentro de ti con tus referentes. Pero en la sala, está la contradicción entre intimidad y colectividad. Como si la obra se terminara de contar con el encuentro, el encuentro como otro factor de la experiencia. Hay algo en eso que, aún no sé de qué manera, me interesa seguir investigando en esa línea. Me parece que nuestra propuesta está en esta necesidad de pedirle sus historias a la gente. Si la gente no puede ir al teatro a verse reflejados en la historia, ¿qué pasa si lo hacemos al revés? Les pedimos sus historias para cambiar nosotros las nuestras. En una especie de “reconciliación” de historias.
Las reglas del juego es que nos compartes tu historia y nosotros decidimos qué hacer con ella, usarla o no, recortarla o no. La historia la hacemos nuestra. Ese acto de enorme confianza, el que nos regalen sus historias íntimas, me vuela la cabeza en mil sentidos. A lo mejor lo colectivo de la obra no va a ser asistir al teatro, sino crear la obra en conjunto a través de las historias personales.
Es el proceso, pero también es el encuentro, así como es importante el encuentro para los amantes, lo que queremos es el encuentro con el público.
¿Por qué llamarle La grieta?
DS: La idea vino a partir de Píramo y Tisbe, revisamos varios de los mitos occidentales del amor y estos dos amantes, antecedente de Romeo y Julieta, nos dan el sentido: Ellos se aman, sus familias se odian, les ponen un muro entre las casas y ellos encuentran la fisura en el muro para comunicarse. Yo percibía que hoy la fisura es la virtualidad, es una fisura al muro que nos estamos poniendo. Entrar a la virtualidad y a la red, es entrar a un universo sin fin de historias.
Dentro de la investigación hay un referente que tenía muy fuerte desde hace años, es el tipo de trabajo de Svetlana Aléxievich, en el sentido de hacer entrevistas en situaciones de crisis, agrupar estos relatos y con ellos generar otra cosa que adquiere un significado distinto a los relatos por sí solos. No es que desaparezca el individuo, si no que tienes una visión más amplia del instante. En nuestro caso buscamos ver algo del amor en occidente hoy a la distancia. Por el momento no sabemos qué más va a pasar, a lo mejor hacemos una obra distinta en el futuro cuando volvamos a los teatros.
Por eso nuestro trabajo es importante. Contar historias es importante, el conocimiento de lo que nos pasa a nivel físico, emocional y psíquico, no es cualquier cosa. El registro de esto que vivimos, de cómo atravesamos este momento, ya sean estas historias de amor derivadas del confinamiento o que ocurrieron antes de él, es rescatar una forma de relacionarse que no sabemos cuánto va a durar.