Hubert Sauper presentó en Sundance, Epicentro, un documental sobre La Habana y el turismo depredador; sobre la belleza de la mirada de la infancia. Aquí el docuementalista habla sobre su trabajo
Park City, Utah (Ana Laura López Flores).- El director austriaco Hubert Sauper ha tomado el cine documental como bandera de denuncia social y política. En México su trabajo más conocido es La pesadilla de Darwin estrenada en 2004, cuya historia toma como punto de partida la introducción de la perca del Nilo al lago Victoria en Tanzania, el primer eslabón de una compleja cadena: el pez invasor provoca la extinción de otras especies nativas, la industria pesquera florece, pero los recursos obtenidos se intercambian por armamento que va a parar a manos de la guerrillas locales. La población sigue sumida en la pobreza y sus recursos naturales ahora son explotados por extranjeros. En Epicentro, documental que presenta en el Festival de Sundance, el documentalista toma como punto de partida el hundimiento del acorazado estadounidense Maine, en 1898, que detonó la guerra entre EEUU y España por Cuba. Desde su perspectiva, la industria turística es vista como uno de los elementos más destructivos tanto a nivel social como ambiental y es, además, una de las formas en que se manifiesta el imperialismo.
Desde el festival de Sundance el cineasta habla de su quehacer cinematográfico.
¿Cuál es tu proceso como realizador de documentales? ¿Cómo abordas las historias, cómo te acercas a tus personajes y cómo eliges temas de urgencia?
Mis películas son documentales políticos. Yo no filmo hombres y mujeres políticos, pero los temas son políticos. En el caso de Epicentro hablo el nacimiento de la narrativa de Estados Unidos como poder mundial. Hace solamente 120 años, la explosión del barco Maine en el puerto de La Habana –éste era un barco de guerra americano– fue el final del imperio español en América. Fue éste el momento en el que Estados Unidos se convirtió en la potencia mundial que sigue siendo hoy.
La primera guerra de intervención de este ciclo de guerras –en Irak, Afganistán, Irán– fue la guerra hispanoamericana, después de la explosión del Maine y la declaración de guerra entre España y Estados Unidos. Lo que me importa es cómo nació la narrativa. El poder de los americanos en esta época no eran físico ni militar, sino de opinión pública. Esta opinión pública no estaba a favor de la guerra, pero unos hombres políticos como Roosevelt querían la guerra, el intervencionismo. Necesitaban herramientas para cambiar la opinión pública y tenían en aquel momento una tecnología nueva de hipnosis de masas a favor de la guerra: el cine. Por primera vez, gracias a Thomas Alva Edison, tenían la posibilidad de hacer películas de un minuto y medio, en blanco y negro, de propaganda antiespañola. Estas películas son parte de Epicentro. Encontré este material, las primeras películas de propaganda en la historia. El nacimiento del cine en los Estados Unidos era al mismo tiempo el nacimiento de la propaganda de este tipo y el nacimiento de los efectos especiales. Esta película de propaganda de la batalla naval de Santiago de Cuba fue realmente realizada en un baño en Nueva York con humo de cigarros. Es impensable, pero la gente de la época realmente lo creyó.
Estados Unidos es el imperio de la imagen, eso que hoy llamamos Hollywood. Las películas eran políticamente relevantes y también un gran negocio. Estas películas de un minuto, hechas en un baño, fueron el nacimiento del imperio americano, el nacimiento de Hollywood, el nacimiento de la idea de efectos especiales y el nacimiento del cine como negocio. Son muchas cosas que nacieron en el puerto de La Habana una noche con esa explosión. Es una cosa muy loca.
¿Qué piensas sobre el poder del cine para rescatar la memoria histórica? ¿Por qué traer estos momentos de la historia a una sala de cine haciendo que el público del presente las conozca?
El cine es tan omnipotente. Ni tú ni yo podemos alcanzar a entenderlo. ¿Qué es la guerra de Vietnam para ti? Son imágenes. Imágenes capturadas con una cámara que tú conoces, que yo conozco. Imágenes de un documental o imágenes de Apocalypse Now. ¿Qué es la guerra de Vietnam? Es una imagen que se mueve y que mueve tu estructura mental. El cine no solamente es una reflexión sobre la realidad –no sé qué es la realidad–, es también una profecía. Es una proyección de la realidad. Las naves de la Batalla de Santiago fueron hechas antes de esa batalla. La batalla fue inventada antes de que haya sucedido en realidad. Lo que pasó el 11 de septiembre con las Torres Gemelas ya había sido contado muchas veces en Hollywood. Hay muchas imágenes de esta naturaleza. Por ejemplo, la cápsula del aterrizaje en la Luna, de Apollo 11, fue imaginada en 1902 por el cineasta Georges Méliès en Viaje a la Luna. La cápsula es la misma, Apollo 11 es una copia directa de la ficción de sesenta años atrás. La ficción fue una especie de profecía. El cine en muchos sentidos es una proyección del futuro. No sólo es una reflexión de la realidad, del pasado o de la historia. El cine está haciendo historia, no sólo retratándola.
¿Qué opinas del potencial de incidencia política del documental, de su papel de insurrección y de protesta frente a las fallas de los Estados? ¿Cómo retratar estas grietas de la sociedad a través de los individuos?
El problema que tenemos como sociedad en general es que cuando uno dice, por ejemplo, “genocidio”, es sólo una palabra. No tenemos el poder de imaginar algo de esta magnitud. El arte del cine puede acercarse más. Puede ayudarnos a acercarnos y ver mejor las cosas. El cine es como brujería. Es algo fantástico y muy oscuro porque entra en la mente de la gente, en la conciencia y en la subconsciencia. En la memoria inconsciente también. Es una herramienta de transmisión de la imaginación, sea de ficción o de no ficción. En Epicentro vemos la fascinación a través de los niños de La Habana, la belleza de sus pensamientos. Los protagonistas son pequeños profetas. Son niños de diez a doce años. La fascinación que tengo yo por estos seres humanos magníficos se transmite. Esto es mucho más fuerte que la palabra. Si digo “yo conozco a unos niños muy inteligentes” no alcanzo a describir la imagen, la voz, la mirada de estos seres humanos en el contexto de mi reflexión. La imagen es algo muy potente. Por eso nos encontramos y estamos dialogando, el cine es magia.