¿Cómo se comportaría el cuerpo humano en una superficie diferente a la del planeta Tierra?
Ciudad de México (N22/Karen Rivera).- Antes de que Neil Armstrong diera el primer paso sobre la Luna, el 20 de julio de 1969, las preguntas abrumaban a los científicos de diferentes disciplinas: ¿cómo sería el suelo que se pisaría?, ¿cómo caminar con una atracción gravitacional seis veces menor a la de la Tierra? Se sabía hasta entonces que el polvo habitaba en la superficie del satélite natural y que el traje espacial del astronauta estadounidense pesaba más de 120 kilos. Para el doctor mexicano Ramiro Iglesias, especialista en medicina espacial, la pregunta fundamental fue: ¿cómo se comportaría el cuerpo humano en una superficie diferente a la que fue creado?
«Para mí, en lo particular, como médico, me pareció mucho más importante ¿cómo iba a caminar? Neil Armstrong, que pesaba en aquel momento setenta kilogramos, en la Luna pesaba, o pesó, 11 kilogramos. […] Pasan muchas cosas, primero que el sistema musculoesquelético es demasiado potente para poder moverse y caminar en la Luna, demasiado musculo y demasiado hueso para un sexto de gravedad.»
Para viajar a la Luna se necesitan tres días de vuelo, durante ese tiempo, y en ausencia de gravedad, el organismo humano se transforma, los líquidos del cuerpo se acumulan en la parte superior del mismo, se pierde calcio y aparecen una serie de trastornos en los sentidos como el oído y la vista.
«La presión arterial se iguala en todos los territorios del organismo, el tórax se inunda de sangre y aloja unos 800 centímetros cúbicos más de sangre de lo normal, el corazón tiene que trabajar más intensamente durante esos primeros tres días para poder dar salida a la sangre y a los líquidos que le llegan de la parte inferior del cuerpo. Y con las horas y los días de estancia en la Luna adquieren el oído interno, el cerebelo, todo el sistema nervioso central y periférico recibe esa información y ya pueden caminar casi hasta con los ojos cerrados.»
«Los astronautas regresan del espacio con siete, ocho y hasta nueve centímetros más altos. Regresan con la cara muy ancha, abotargada, los parpados hinchados, con un rostro más bien de tipo oriental, el cuello un poquito más largo y las piernas sumamente delgadas.»
El doctor Ramiro Iglesias, especialista mexicano en medicina espacial, participó de forma activa en el control médico de la tripulación del Apollo 8, el primer vuelo tripulado interplanetario. De hecho, recibió el primer registro electrocardiográfico desde la órbita lunar, a más de 380 mil kilómetros de distancia de la Tierra. Y presenció, como invitado, el lanzamiento del Apollo 11, en el Centro Espacial Kennedy, en Florida. Así narra su experiencia:
«La impresión más importante que se tiene es el inicio del despegue del cohete Saturno V, una mole de 110 metros de altura, capaz de levantar 3 mil toneladas. La vibración que produce el despegue de un Saturno V es por varios minutos y provoca una sensación de resonancia en el tórax que casi nos impide respirar. […] Vimos muy pocas cosas porque hubo una sobrecarga importante de información en un sentido y el otro, entre la nave, el módulo de descenso lunar y el centro de control, tan intensa la información que las computadoras no funcionaron y entonces se perdió totalmente la comunicación y Neil Armstrong tuvo que, manualmente y casi sin visibilidad porque el polvo lunar cubrió la ventanilla, pudo alunizar manualmente la nave cuando le quedaban veinte segundos de combustible.»
Para el autor del libro La ruta hacia el hombre cósmico, los principales avances que se lograron en materia de medicina con el alunizaje, se dieron en la medicina a distancia y en la industria farmacéutica.
«En el espacio exterior se pueden fabricar medicamentos, vacunas, proteínas cien por ciento puras, aleaciones metálicas y formas geométricas para la industria que no se pueden realizar en la Tierra debido a la fuerza gravitacional de nuestro planeta. Entonces, ahora mismo ya están magníficos experimentos para fabricar, para llevar la industria farmacéutica al espacio.»