Desde el Centro Dinámico Pegaso, cuatro escenarios donde resonó la denuncia y la buena música
Ciudad de México (N22/Ana León).- Se le pide a los festivales cumplir con cualidades humanas: tener una personalidad, ser fiel a un estilo. No traicionar sus principios (musicales). Tomar postura frente a las circunstancias sociales. Tener una causa. Y me pregunto ¿por qué? Y sus organizadores lo intentan con vehemencia.
Luego de siete ediciones continuas Ceremonia llegó a la de este año con un mensaje potente: cero tolerancia a actos de discriminación. En las pantallas de su escenario principal, «Vivir es increíble», aparecían estos mensajes entre cada show. Se interesaron en dividir los sanitarios en: hombres, mujeres y no binario. Los stands los ocupaban propuestas sociales como Marea Verde, Greenpeace y Pienza Sostenible. Los invitados, la gran mayoría, traían un discurso de inclusión e integración social, racial y de defensa de los derechos humanos.
Teníamos una lista. Eran cuatro escenarios y sería humanamente imposible estar en todo. Había que elegir. Nuestro orden era: Defensa, Clubz, Pussi Riot, Yaeji, Dj Koze, John Hopkins, Rosalía, Faka, Massive Attack, y si acaso, Aphex Twin. Pero el primer show en el escenario Vivir es increíble nos llamó: KuroDeko, el dueto de synth-pop. Un mexicano, Jesús Salinas, y un inglés, Elliot Cormack. Un buen descubrimiento, pensamos, porque su propuesta es como si Depeche Mode y los Strokes se hubieran fusionado. Y sí, ahí, casi al final, un cover de la banda neoyorquina.
Había que tratar de seguir el orden y así, nos movimos a la Carpa Traición para quedar fascinados con los bailes y las letras del dueto argentino, Defensa. El pop de Furio y Garoto prendió el ánimo en ese pequeño espacio dedicado a lo queer.
Luego nos movimos al Portal Absolut donde el dueto regiomontano Clubz reunió a un público bastante nutrido y bastante animado que cantaba religiosamente cada una de sus canciones.
Con los invitados y sus discursos, se reafirmaba la postura del festival respecto a la violencia que se vive en este país, en el mundo y con respecto a las mujeres, aunque, ojo, hizo falta la presencia de más chicas en el escenario, aunque las que estuvieron dejaron marca.
Seguían las Pussy Riot, pero tuvieron que esperar porque el magnetismo de la supernova queer, Pabllo Vittar nos hechizó por completo. Fuimos atraídos a su espectáculo. La drag brasileña no paraba de moverse, de bailar, de provocar a todo aquél que miraba. Agradecía al público mexicano el apoyo y devolvía los aplausos y los gritos con más baile, más splits y más show. «Canciones para empoderarse», me dijo el compañero fotógrafo con el que cubrí este evento y ambos reímos porque la música se nos había colado por todo el cuerpo. Momento de felicidad uno del día. Difícil partir. Y se cumple que no siempre los headliners son los que dan el mejor show. Bueno, acá los últimos hicieron justicia a las expectativas.
Mantengamos el orden. Decía que seguían las Pussy. Show contestatario por antonomasia. Llegamos tarde para las barricadas de foto así que tuvimos que captar las imágenes a distancia. Pero estuvimos ahí justo para el performance-discurso de Moira Santoro:
«… soy la marimacha que se toma libertades de hombre, privilegios, empleos, puestos políticos de hombre. Yo soy la pecadora, la del pañuelo verde, yo soy la abuela de la plaza de mayo, la victoriosa. Yo soy hondureña, yo soy Bertha Cáceres, eu sou brasileira, eu sou Marielle Franco y ahí, donde usted señor Bolsonaro se atreva a abrir la boca en contra de una negra, de una lesbiana, de una disidente, ahí… ahí, resonarán los cuatro balazos que me atravesaron.
Yo soy española, soy 8M. Yo sí te creo. Cuando Trump declara “grab the woman by the pussy”, yo me multiplico por millones y contesto “MeToo”, hasta que no quede un solo acoso sin denunciar. Hasta que paren los abusos de mi jefe, de mi tío, de mi primo, de mi esposo.
Yo soy la transexual de la merced. Ser transexual en este país es un acto heróico. Yo soy la yaqui, soy la mara, yo soy la guaraní, soy Rigoberta Menchú, yo soy la comandanta Ramona y te advierto: mi cuerpo es mi primer territorio.
Yo soy la kurda, la palestina, la peshmerga, yo soy la que con el código talibán hace fuego para calentar la trinchera. ¡Hey, sigo aquí!, ¿me reconoces?
Yo soy Minerva, soy Metodia, sou Juasinia, soy las 43 incansables madres y más te vale señor Andrés Manuel, que cumplas tu palabra porque no me pienso mover de aquí ¡hasta que con vida me entreguen lo que con vida se llevaron!
¿Te atreves a mirarme a los ojos? Yo soy el Estado de México. Yo soy la Ciudad Juárez. Yo soy una de las nueve mujeres enterradas vivas cada día en este matadero impune que llamamos México, Estado feminicida, escúchame bien: pudiste violarme, mutilarme, desaparecerme, pudiste descuartizarme, a mi carne la pudiste clavar a cientos de miles de cruces rosas, pero yo, yo que soy semilla, yo que soy cenzontle, yo que soy piedra volcánica, yo te doy mi palabra, no habrá dictadura, no habrá ejército, no habrá fuerza capaz de amordazar este grito.
Yo que soy amazona, yo que soy Coatlicue, yo te doy el honor de mi palabra, mi palabra de hija, mi palabra de hermana, no habrá fuerza que amordace este grito: ¡porque vivas nos queremos, porque vivas nos queremos, ni una menos!»
Llegaba la hora azul, ese momento entre las 18 y 19 horas del horario “normal”, en que la claridad empieza a desaparecer. El frío arreciaba. Empezábamos a sentir un poco de cansancio cuando Yaeji apareció. De nuevo el Portal Absolut. En medio de una atmósfera azul metálico empezó a sonar la música electrónica de la coreano-estadounidense. La gente bailaba, coreaba y la artista que a lo lejos parecía una niña se movía con cada bit. Recarga musical antes del cierre, se venía Rosalía y Massive Attack. A esa hora, ya habíamos descartado la presentación de Aphex Twin por cuestiones de logística.
Este lunes leo en un tuit que dice que si Chavela Vargas y Madonna hubieran tenido una hija ésa sería Rosalía. Me hace gracia porque aunque simplona y cómica, es una imagen muy real de lo que es esta mujer en el escenario. La cantante catalana de flamenco ha dado un salto de 2017, cuando presentó su disco Los Ángeles y se ha convertido en un auténtico fenómeno musical elogiado y criticado a la vez por apropiarse del flamenco con tendencia pop, hip hop, global, sin «respeto a este arte». ¿Verdad o mentira? La gente la ovacionó y su espectáculo alteró a los presentes.
Rosalía cerró con fuegos artificiales y luego, silencio. La espera eterna para poder estar cerca. Nada de fotógrafos en la barricada. Buscamos un buen lugar y esperamos la llegada de Massive Attack al escenario durante 45 minutos entre empujones como todos los conciertos de este tipo.
Se encienden los visuales. El discurso de la banda de Bristol se alineó al de denuncia de todo el festival. Su rock alternativo, el trip hop (repelen esta etiqueta) y la electrónica en mezcla con su potencia característica abrieron uno de los shows más esperados de la noche. La banda tenía cinco años sin estar en nuestro país y la expectativa que creó la posible cancelación, dieron a su show otro cariz.
«En memoria de los desaparecidos», esta fue la primera de las frases que aparecieron durante todo el espectáculo. Luego vino una lista con partidos políticos, asociaciones de protección de derechos humanos como la Unesco, todo parte de un discurso, fragmentado, contra el sistema global, contra la publicidad, el discurso mediático: «ve a sentarte en las rodillas de Hyllary», «sus vidas fueron arrebatadas pero su lucha sigue».
Y se sumaron invitados: Horace Andy, la potencia multicultural de Young Fathers, Deborah Miller y Liz Fraser para entonar “Teardrop”. Nada podía aminorar la evolución de esta secuencia de estímulos visuales y auditivos. Y las intervenciones de Robert del Naja que se tomó la molestia de hacerlas en español. El cierre lo hicieron con «Group Four» en la voz de Fraser. ¿Podría haber sido mejor?
P.D.: Nos perdimos a Aphex Twin.
Todas las imágenes: © Isaac Velázquez