Un breve vistazo a la visita del chelista al espacio cultural La Nana, como parte de su visita a México
Ciudad de México (N22/Karen Rivera).- Con flores blancas en la mano izquierda y una sonrisa en el rostro, Yo-Yo Ma llegó a La Nana, Laboratorio Urbano de Arte Comprometido, en el Centro Histórico. Contrario a su presentación en la Plaza de la República, donde lució un atuendo negro, el violonchelista vistió una camisa de rayas rosa. Anuncio de una tarde divertida y poco glamurosa. Su misión en este sitio fue la de interactuar con artistas, creadores y público invitado. No se trató de un concierto, fue más bien un ritual de paz. Un ejercicio de provocación para crear comunidad a través del arte.
Al ritmo de los caracoles y las plumas sagradas, el músico franco-estadounidense agitó manos y pies para conectarse con su espíritu. Por un momento, cambió el preludio del periodo barroco por los movimientos liberadores al compás de diferentes géneros. Habitó la música de una forma diferente a la de los escenarios.
Después, siguieron las percusiones corporales, palmadas en el pecho, rodillas y pies en un ritmo constante. Coreó el tu tin tin tu de su guía, el Maestro Enrique Jiménez de ConArte e improvisó movimientos dancísticos de manera constante. El encuentro continuó con la caminata por la pista, en el primer piso de La Nana y culminó con dos minutos de silencio y la invitación a reflexionar sobre la importancia de la paz entre sociedades.
Antes de despedirse interpretó la suite para violoncello No.1, de Bach y acompañó con su instrumento al ensamble Ehya Disonante. Y su sonrisa permaneció inmóvil.