Un retrato de una juventud que no se sabe bien de dónde viene ni hacia dónde va, una especie de limbo existencial en donde la amistad es lo único que tiene valor
Ciudad de México (N22/Ana León).- El cielo gris de octubre en Costa Rica es el escenario de la grabación de Atrás hay relámpagos (2017). El nombre evoca una escena, una atmósfera, una frase que es también un pequeño poema que enuncia una forma de estar en el mundo. Y es justo esta manera de estar, de una juventud de clase media alta, en la que se centra esta cinta dirigida por el guatemalteco Julio Hernández Cordón y producida por él mismo junto a las actrices Natalia Arias y Adriana Álvarez, que al mismo tiempo la protagonizan.
Esta cinta surgió de una realidad que no es lejana a la de México, ante la ausencia de proyectos de trabajo –aquí en específico en la industria fílmica–, hay que inventárselos. Y el ánimo y el hambre (profesional), y la curiosidad de estas dos actrices fueron suficientes para buscar por todos los medios, incluido el fondeo colectivo, dar forma a una idea, materializarla. Si bien ambas ya habían trabajado juntas en la cinta Gestación (2009), esta vez, se involucrarían en un viaje en el que no sólo tendrían que poner sus habilidades frente a una cámara, sino trasladar esa cabeza creativa a una comercial, la que atiende la recaudación de recursos.
Pero el reto no sólo se quedó en el tener que levantar recursos, una vez conseguidos, una vez conseguido el director, ¿qué seguía para estas dos actrices? Primero estuvo la “necesidad como actrices de interpretar otro tipo de personajes”, me explica Natalia Arias en una entrevista vía telefónica, “de interpretar personajes femeninos que no fueran víctimas de la sociedad sino que lográramos romper un poco con el estereotipo de la belleza femenina, personajes más empoderados, que no tengan que ver alrededor de historias de hombres.” Luego, el reto de trabajar con alguien con quien se ha trabajado antes y en una dinámica donde se dio mucha importancia a la improvisación, ya sea por el tiempo o por la misma forma de trabajar de Hernández Cordón, como me cuenta Natalia. “Al ser actrices estamos acostumbradas a trabajar de otra forma, con muchos ensayos previos, lectura de guion, mucho trabajo de mesa, al haber tan poco tiempo y la manera de trabajar de Julio es distinta, hubo muchas escenas que se improvisaron, en donde no había texto o guion.” Luego, en esta relación de amigas, de cómplices, dice Natalia, está también el reto de sorprender a alguien que ya te conoce, que sabe cómo reaccionas, “tenés un compañero que está abierto a nuevas propuestas”, pero “puedes caer en una zona de confort. Siempre nos replanteamos cómo sorprender a la otra.”
Varios temas se van presentando durante el desarrollo de la película, está por un lado el planteamiento que hacen de una juventud sin muchos intereses, sin profesión, instalada en un limbo entre gozoso y angustioso, sin cuestionar el presente, sin preocuparse por el futuro; está también la migración, la muerte y la perspectiva laboral de un país para con sus jóvenes. Se va desarrollando así una trama no lineal, construida casi por instantes. “Muchas personas nos han cuestionado un poco la forma en la narración de Julio, y creo que tal vez él podría responder mejor por esta libertad creativa en la forma de escribir el guion. Muchas veces nos cuestionaban si se trabajó con un guion definitivo o si fue más por improvisación, que la historia, justo lo que me estás diciendo, no es tan lineal y creo que tiene que ver más con la esencia del director. Estamos acostumbrados a ver a un Julio (Te prometo anarquía, Cómprame un revólver) que trata de aprovechar siempre los recursos que se estén brindando en el momento, y que tal vez no está en el guion, pero siempre quiere aprovecharlo. Él nos decía que esta cinta le recordaba un poco a sus inicios, y nos pidió total libertad creativa y al mismo tiempo él también se dio permiso de explorar y de salir de su zona de confort. Como actrices también nos retaba a nosotras al momento de ir contando la historia de esta forma. Tiene que ver mucho con la libertad.”
La historia inicia presentando a los personajes: dos chicas, Sole (Adriana Álvarez) y Ana (Natalia Arias), que pasan sus días jugando en un supermercado, haciendo bromas pesadas a los clientes, sin más ocupación que ésa, pasársela bien y rodar en BMX por una ciudad de Costa Rica junto a su grupo de amigos que no se refiere tengan ocupación alguna. “Esta banda de amigos despreocupados que andan en bici por las calles tiene que ver con una cultura nini que acá en Costa Rica es muy grande, que no tienen responsabilidad alguna y que aunque tengan bastante dinero, los papás les siguen dando todo sin pedir nada a cambio.” Pero “la pelìcula trata también sobre la amistad y los problemas que a veces una se quiere ir saltando y que al final la vida te los va a seguir poniendo, donde chocás con eso y terminás repitiendo los mismos problemas de tu familia.”
Al inicio de la trama, las chicas se topan con un muerto, un nicaragüense que aparece en la cajuela de uno de los autos de la familia de Sole. El hecho casi anecdótico no trasciende en cuanto a la gravedad de que estas dos chicas se enfrentan a un crimen cometido, quizás, por alguien de su familia. Tan sólo detona el que cada una se cuestione qué tanto conoce a la otra persona que tiene enfrente y en la que confía. Una metáfora, quizá, sobre la indiferencia y ese discurso solapado respecto a la migración nicaragüense en Costa Rica. “En Costa Rica se dice que no hay xenofobia o que es una xenofobia muy solapada, pero la hay”, me dice Natalia. Una de las escenas se desarrolla en La Carpio, uno de los asentamientos más grandes de nicaragüenses en San José, donde miles de migrantes han llegado para intentar salir adelante en un entorno polarizado por la desidia oficial y la violencia.
Y es ahí, justo, en una escena que se desarrolla en este barrio, al que me dice Natalia tuvieron que pedir permiso y entrar con mucho cuidado precisamente porque es peligroso, en la que se reafirma esa casi ingenuidad de “una juventud despreocupada que lo único que les importa es rodar y vivir el presente. Ellos no se detienen mucho a pensar si lo que hacen está bien o mal.”
Así, en una serie de atmósferas se va contando esta historia de estas dos chicas que no se sabe bien de dónde vienen ni hacia dónde van. Este viernes, la cinta llega a salas de cine del país. Además, ese mismo día, tendrá lugar una función especial con parte del equipo, a las 19:15 horas, en la Cineteca Nacional.