«Nenitas», el teatro contra los prejuicios de la vejez

Josafat Aguilera trabaja con actrices no profesionales en esta puesta en escena que se basa en los cuentos de Sylvia Aguilar Zéleny, Premio Nacional de Cuento La Paz, Baja California Sur 2012 y que se presenta en el Museo del Chopo 

 

Ciudad de México (N22/Alizbeth Mercado). – Cuatro sillas colocadas frente a las luces del escenario, esta obra no necesita más decoración. El teatro parece esperar a las cuatro mujeres que nos contarán diferentes historias atravesadas por la violencia y la resiliencia: Alma, Graciela, Julia y Silvia, personajes de Nenitas, puesta en escena dirigida por Josafat Aguilera y parte de la compañía Soy un pájaro.

La obra se basa en el libro homónimo de cuentos de Sylvia Aguilar Zéleny, Premio Nacional de Cuento La Paz, Baja California Sur 2012. Las historias llegaron a Josafat en un momento en el que él estaba trabajando un taller teatral con alumnas y necesitaba historias de mujeres, “algo que a ellas les interesara, que les moviera, porque no es que yo llegue con un texto y les diga ‘actúenlo’. De tal manera que al ver el texto Nenitas, en donde todos los personajes son femeninos son seres fuertes, resilientes, de mucho humor (negro) punzante, me pareció importante y adecuado para trabajar esto.”

 

Josafat Aguilera

 

Las intérpretes no son actrices profesionales, ellas son parte de la Unidad de Vinculación Artística del Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la UNAM y de la compañía Soy Pájaro A.C. que, desde 2011, busca paliar prejuicios estéticos y morales sobre la vejez. “No es que sean actrices profesionales que envejecieron, sino son señoras que de pronto decidieron, a partir de su jubilación, algunas tenían el gusanito de hacer cosas distintas y otras llegaron y les gustó.”

Todos los personajes tienen el nombre de la actriz que los interpreta. Alma Catalina García dijo sentirse nerviosa antes del estreno. Su personaje es una fotógrafa que sufrió el abandono de su padre y los malos tratos de su mamá. “Son trece cuentos y cada quien escogió con el que más nos identificábamos. Me gustó que es fotógrafa y porque mi mamá fue un poco ruda conmigo; un personaje muy simpático.”

 

 

Julia Uribe interpreta el monólogo “Yo duelo” que es acerca de la muerte de una mamá. “Me gusto porque me hace recordar cuando mi madre murió, muy joven, de 49 años, y me identifiqué”. María Graciela Estrada interpreta la hija de un hombre pasivo-agresivo en el monólogo “El día que murió papá”. “Me gustó porque no tenía nada que ver con mi papá y sentí que para mí era un reto.”

Mientras que Silvia Dávila está a cargo de “El mundo después del agua” sobre el gusto de una abuela que toma clases de natación y habla sobre todo lo que eso implica, “que vive con la hija, depende de la gente, pero ella ahí se siente fascinada para ella es lo máximo. Me gustó porque yo voy a natación”.

Para Josafat lo “padre” de trabajar con ellas es que “a cierta edad lo que hacen lo hacen por gusto, no porque “tienen que”. Una vez que sucede eso la determinación, el compromiso, la disciplina es total y se hace muy rica la experiencia de los procesos de aprendizaje.”

 

María Graciela Estrada

 

¿Cuál es la diferencia entre trabajar con actores profesionales y con estos grupos?

No es ni mejor ni peor, es distinto. Lo interesante es que muchas veces sí hay una gran humildad de permitirse aprender, saben que no lo saben todo y se permiten experimentar. No están pensando tanto si las arrugas, están disfrutando y lo que sí es cierto es que, a cierta edad, creo yo, es más fácil entrar a este estado que es fundamental en el teatro de estar en el aquí y el ahora. A diferencia de intérpretes más jóvenes (profesionales o no) ellas entran más fácil por esta cuestión de experiencia de vida.

La idea de Soy un pájaro también es fomentar la cohesión social, promover los vínculos intergeneracionales y que el teatro sea una forma de convivencia porque “se hace equipo sí o sí (…)” es una cosa de comunidad, permanentemente, y ellos (las personas mayores) son propensas a generar un bien común en su entorno.

¿Cómo se enfrentaron las actrices a los textos? ¿Fue complicado para ellas el vínculo emocional?

Creo que a estas alturas del partido han vivido, directa o indirectamente, circunstancias similares y, bueno, siguen disfrutando la vida y tirando para adelante. Entonces si lo hacen en la vida, en la ficción también. Lo importante es que haya un hálito de humor. No es un melodrama, son situaciones cotidianas. Algo que me encantó de la creación de personajes de Silvia es que tienen características de Chéjov, tienen aplomo y consistencia, eso hace que el trabajo sea más fácil.

Las cuatro aparecen con máscaras hechas con cabezas de Nenucos y Barbie, este artilugio tiene que ver con el discurso y las líneas de trabajo de Soy un pájaro, que, por un lado, ven al teatro como herramienta gerontológica y por otro, en la medida de lo posible, buscan cambiar la percepción estética de la vejez que se relaciona con la fealdad y lo grotesco, tomando esa línea de humor negro. Nosotros proponemos y aseveramos que son bellas si nos permitimos verlas desde otros ángulos, es acercarnos a eso y burlarnos un poco de los prejuicios a la vejez.

 

 

Otros relatos son “Total” que habla de cómo una mujer narra las fiestas frecuentes en su casa y había infidelidades, incestos y familiares que pretendían abusar de ella. “Hay otro cuento en donde hay un maltrato del padre a los hijos y un ninguneo, aunque el padre está a punto de morir. Lo sigue haciendo, lo interesante es la reacción de la hija, de profunda compasión. Hay otro cuento en donde una asesina serial narra su primer asesinato… Son historias de la cotidianidad y a diferencia de la vida real donde no nos enteramos de muchas cosas, aquí se visibiliza.

¿Cómo abordar la violencia de la que habla Nenitas?

Fue una cosa del proceso creativo. Fui el único varón y la verdad fue respetar, por un lado, el discurso narrativo de Silvia y el discurso de ellas. No estamos victimizando, no buscamos exaltarla, simplemente es tratar de presentarla como es, pero nos interesa que el público no se salga con el corazón apachurrado sino conmovido y con ganas de vivir y salir para adelante ante las adversidades.

 

 

Al ser el único hombre en el equipo ¿qué encontraste disruptivo? ¿Qué te abrió el panorama?

No se me viene a la mente como tal, pero una de las cosas que se tocan permanentemente es que ellas, que pertenece a esa generación donde a los hombres los educaron pensando que las mujeres iban a ser de cierta manera y un tanto a las mujeres a los hombres, aquí la cosa es que a partir de que, la píldora y esos movimientos sociales en los que la mujer se fue empoderando  (lo cual me parece muy bien) hubo un momento en el que hubo un desajuste entre la visión de mundo de ellas y ellos, y hubo un gran divorcio de convivencia y aún tenemos remanentes de ellos. Trato de no juzgar y de entender al otro, trato de ser esa voz de varón para decirle “acuérdense de que está su visión, pero hay una visión masculina” pero, cuando es el caso, no siempre. Pero en esta obra no entró en el discurso esa cuestión.

Si las historias tienen a la violencia como eje, ¿hay un agresor? ¿Quién es?

A veces uno mismo, a veces el hombre o la mujer, al final no es hablar de la violencia sino de la resiliencia, entonces es ver cómo el espíritu humano (en este caso femenino) sale adelante ante las adversidades y es que muchas veces se asume que en la vejez uno ya no tiene fuerza, determinación, uno es un barco a la deriva y no es cierto, es la generación de adultos mayores más plural, más activa, se permiten ser abuelos, estudiantes, pueden hacer tantas cosas…

 

Alma Catalina García

 

Por otra parte, ¿cómo trabajar el humor?

Creo que siempre el humor tiene que ver con una yuxtaposición de circunstancias, lo que tiene que ser solemne presentarlo ridículo, lo elegante de pronto es seudo elegante, entonces, en ese sentido, Silvia trabaja con el humor y lo que hice fue respetar ese ámbito en pro de la narrativa y de la historia.

Nenitas se presentará del 10 al 27 de enero en el Museo Universitario del Chopo. Además de los monólogos, la obra también tiene coreografías y una selección musical contemporánea que, quizá, cause sorpresa a los espectadores, pero no tanta como el compromiso de las intérpretes.

 

Todas las imágenes:  © Ireli Vázquez