Esta exposición que lleva como subtítulo, En un jardín hecho de tinta, es parte de la propuesta que Portugal, como país invitado, trae a la FIL Guadalajara
Guadalajara (N22/Víctor Gaspar).- Su obra tiene la capacidad de dialogar entre épocas y disciplinas artísticas borrando sus fronteras. Establece una forma diferente de comprender el Barroco y revitalizar el vínculo entre aquel tiempo, su cosmogonía y la tradición actual. Su conocimiento de la filología germánica y de la literatura hispánica comprende la palabra en múltiples dimensiones, desde su potencia textual, pero también visual y poético. La exposición Ana Hatherly y el Barroco: En un jardín hecho de tinta, exhibe obras que echan mano de la caligrafía, de esculturas, de pinturas y de video performático. Es lo que Portugal ofrece en el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara, como país invitado, a la Feria Internacional del Libro.
“Ana Hatherly y el Barroco… proporciona la posibilidad de pensar cómo Hatherly ha sido influenciada por lo Barroco, pero también al revés, cómo el barroco ha sido influenciado por la forma como Ana Hatherly lo mira. Esta reversibilidad me ha interesado mucho aquí, en esta exposición. […] Hay una relación muy íntima entre la palabra, la escrita y lo místico. La relación con lo divino, por ejemplo. Hay en la exposición una Torá que se escribe en un lenguaje que no se comprende, que puede tener un sentido pero no lo atrapamos, se nos escapa. Esa idea de misterio por detrás de la palabra, que los místicos la han comprendido muy bien”, cuenta su curador, Paulo Pires do Vale.
Las obras de Ana Hatherly, traductora, escritora y artista plástica, entran en diálogo con piezas del Barroco. Ambos acervos proceden del Museo Calouste Gulbenkian, la Biblioteca Nacional de Portugal, el Museo Nacional de Arte Antiguo de Lisboa, el Museo de Évora, el de Arte Sacro de Guadalajara y el Regional de la misma ciudad. Hatherley abreva de múltiples áreas, desde el arte caligráfico islámico, el surrealismo, el estructuralismo francés, en boga en los años sesenta y setenta, y el misticismo. Esto la convierte en un cruce de caminos que apelan a la razón pero, como en el Barroco, también a la sensibilidad.
“Para poder hacer los laberintos poéticos, había reglas muy precisas. Para poder saber qué se hacían de una forma o de otra, había mucha matemática por detrás. Pero se llegaba a la razón o al corazón por los sentidos. Eso lo podemos comprender en las obras barrocas, pero también en las obras de Ana Hatherly. Es una obra muy visual, pero también muy racional. Es una obra que tiene un aporte matemático, casi, en algunos casos. Por ejemplo, la idea de establecer una estructura de un alfabeto que no existe. Es algo muy pensado, claro, pero tiene también una dimensión visual, sensual.”
La exposición apareja obras de Hatherly con otras de los siglos XVII y XVIII. Está organizada en cuatro ejes correspondientes a cuatro categorías fundamentales del Barroco: el laberinto, expresado en textos que, como palíndromos, destacan su naturaleza visual e incluso matemática. De igual modo se incluye la relación muerte-juego, la alegoría y la metamorfosis.
“Hay una concepción en Ana que me interesa muchísimo y que espero que esta exposición pueda mostrar”, especifica el curador, “la tradición como innovación. La tradición es una aventura, no es una cosa cerrada. No está terminada. Podemos encontrar lo nuevo en el futuro como mirando al pasado. Otros especialistas en literatura han estudiado literatura barroca. Ella como artista y haciendo poesía visual concreta, conociendo muchísimo sobre eso, cuando investigaba la literatura barroca y veía un texto visual, no pasaba de frente. El texto visual es literatura barroca también.”