El pianista alemán se presentó en el Festival Internacional Cervantino interpretando La tumba de Couperin, de Ravel
Guanajuato (N22/Óscar Cortés).- Alexander Krichel evita escuchar las versiones de otros pianistas para imprimir su propio estilo. Considera necesario acercarse a los sentimientos que movieron a los autores a escribir la obra cada vez que se interpreta.
“Ravel y Schumann eran personas normales pero también eran genios, tenían sentimientos y eso hace más fácil darse cuenta qué tenemos cuando uno toca a esos genios y cuando uno vive su filosofía, la interpretación se vuelve única, y eso es bueno tener en mente.”
Gran apasionado por la ciencia y su vocación social para buscar proyectos musicales, el pianista alemán se presentó en el Templo de la Compañía para interpretar La tumba de Couperin, es una suite en seis partes compuesta por Ravel, que está dedicada a un amigo que perdió durante la Primera Guerra Mundial.
“Para mi Le toumbe de Couperin, es una pieza muy especial porque enseña a ser agradecido, porque sus amigos mueren. Enseña también algo sobre la tristeza y la felicidad por los momentos juntos.
La segunda parte del recital estuvo conformado por Symphonic Etudes, de Schumann, que “aunque se vuelve muy oscuro hay otros puntos luminosos, que nos llevan a una gran interrogación, no saber adónde vamos y solamente en el colofón es donde nos sentimos rescatados; nos lleva fuera de este mundo. Es como un viaje en la vida.”
El estilo meticuloso y pulcro de Krichel, le ha permitido tocar a sus 28 años en diversas agrupaciones alrededor del mundo como la Orquesta de Cámara de Polonia, de Tokio, la de San Petersburgo, así como la Camerata Real de Rumania.
Claudia Reyes Ruiz / © Festival Internacional Cervantino 2018