PowerPaola, trazo y palabra

La historietista  colombiana-ecuatoriana, actualmente radicada en Buenos Aires, y autora de la novela gráfica Virus Tropical ve en el cómic algo más que un género

 

Ciudad de México (N22/Ana León).- Paola Gaviria, conocida como PowerPaola, historietista e ilustradora, pintora de formación, visitó México, en específico la ciudad de Querétaro, para integrarse a las actividades del Hay Festival que ahí ocurrió. Luego, se trasladó a la Ciudad de México para presentar su novela gráfica Virus Tropical y participar en la proyección de la cinta del mismo nombre realizada junto a su colega y amigo, Santiago Caicedo, para la que creó cinco mil dibujos a través de los cuales cuenta un fragmento de su vida. Charlamos con ella una mañana de martes en la sede de la editorial Sexto Piso que la publica en México.

Entras al mundo del cómic y de las historietas, y cuando inicias es una área que está casi polarizada por trazos masculinos, ¿eso determina la temática de tu trabajo?

Por suerte yo veo que las cosas están cambiando mucho, yo ahora veo cada vez más mujeres en el mundo de la historieta y más lenguajes en la forma de dibujar. Ya no tenemos que dibujar tan realista, ni tenemos que dibujar las viñetas de cierta manera sino que podemos hacer lo que queramos. Cada vez hay más mujeres y creo que le han hecho bien a la historieta porque a partir de que las mujeres empezaron a entrar en ese mundo, los hombres empezaron también a permitirse hablar también de cosas más cotidianas.

En 2008 fundas Chicks on Comics y me llamó la atención que decían que van directo en contra de la frase “en el cómic no hay mujeres”, aún así se convierte en un espacio de legitimación y visibilización para el trabajo de las mujeres.

En realidad ya no somos un grupo de mujeres solamente, porque una chica ya es un chico. Y lo que nos determina, lo que nos unió, realmente es el dibujo y poder comunicarnos y conversar. Pero cuando nos conocimos, Yoris, que en ese momento era Anna Bas Backer, venía también del mundo del arte como yo y no conocía a muchas chicas que hicieran cómics y yo tampoco, conocía a dos o tres que no eran muy amigas de ella y yo también. Decidimos hacer eso para poder tener un diálogo con otras, como que nos sentíamos un poco solas en el mundo del cómic. Hoy en día yo creo que hay más chicas que chicos. Ahora hay un festival en Buenos Aires que se llama Vamos las Pibas que es sólo de chicas/chiques. Fui y eran tres pisos de mujeres vendiendo sus fanzines, cómics, stickers…

 

Tu trabajo está catalogado en el ámbito del feminismo y de una potente voz femenina en esta disciplina, ¿crees que la etiqueta acentúa la diferencia?

Sí. Yo me siento feminista, obviamente. Todo lo personal es político y todo lo que uno hace determina un poco cómo uno está viendo el mundo. A mí también me molestan las etiquetas, siempre me han molestado, pero no puedo negar que soy feminista. Gracias a un montón de mujeres yo puedo leer, puedo votar, puedo decidir no tener hijos… cosas que parecen básicas pero que en realidad no. Yo sí necesito ponerme ese nombre o taguearme como feminista para poder seguir esa lucha porque hay un montón de mujeres que todavía no tienen esas posibilidades. Todavía no somos tratadas como pares en muchos sentidos.

Te lanzas a contar tu vida en blanco y negro en un medio con temas súper rebuscados y lo haces centrada en la vida cotidiana, ¿qué encontraste ahí que no encontraste en otro lado?

Pero me parece que cada vez más lo personal es político y que se pueden contar un montón de cosas con la vida cotidiana y con las decisiones que uno va tomando. Me interesó primero hacerlo en blanco y negro porque es un trabajo muy lento, me demoro mucho haciéndolo, son horas y horas para hacer un página, si le metiera color, que no me niego a hacerlo, me demoraría muchísimo más y es más difícil que te publiquen un libro a color que en blanco y negro, por todas estas razones es que hago las historietas en blanco y negro o a dos tintas.

Tuve la oportunidad de platicar con Santiago [Caicedo] y me decía que la película en realidad no era en blanco y negro y que el libro tampoco, porque tiene que ver mucho que las tintas no son color negro completamente. Además, hay una diferencia muy marcada en tu trazo cuando hablas de tu vida en Quito y de tu vida en Cali, ¿te influencia la ciudad en la forma en la que dibujas? ¿Cada ciudad crea una atmósfera dentro de tus historietas?

Así parezca un dibujo bastante naif, hay una investigación detrás de esto y me gusta dibujar las plantas del lugar, las casas como eran, todos esos edificios existen y es muy emocionante verla en Cali –no la he visto en Quito todavía– porque la gente reconoce los lugares. Para mí era muy importante que se vieran esos lugares. Los investigué, traté de hacerlos a mi estilo pero lo más fiel a esa realidad.

Abrazas temas fuertes como la violencia en Colombia, un cierto conservadurismo en Ecuador y también la migración, aparte de los temas de feminismo y empoderamiento; sin embargo, el entorno no es protagonista sino que sólo funciona como detonador de situaciones.

Para mí era importante hablar de la relación familiar, si hubiera querido hablar de más cosas creo que me hubiera demorado. Sería una película más larga, sería otra cosa. Yo quería contar esa cosa cotidiana y un poco cómo uno vive la vida acá. Los europeos o los gringos quieren ver que yo hable más del cartel de Cali, de Medellín, pero yo no lo viví tal cual. Sí lo viví, me atravesaba, pero mi vida continuaba, yo era adolescente, solamente estaba pensando que el chico que me gustaba quería que me llamara, a pesar de que pasaban miles de cosas y que obviamente me afectaron y siento que hay un trauma en todos los colombianos y en todos los de esa generación. Pero también me parecía importante retratar que nosotros seguimos viviendo y hacíamos nuestra vida, por eso están en el entorno tal cual y uno viviendo en su pequeña burbuja, con sus pequeños privilegios. Me parecía, también, que esa parte no está narrada. Como que siempre si hablamos de Colombia tiene que haber violencia y no podemos hablar de que las personas también siguen viviendo y haciendo sus cosas, y que la violencia nos atraviesa, obviamente, no la podemos negar. Hay gente que me critica porque la cuento y hay otra porque no la cuento. ¿Por qué no puedo mostrarla tal como la viví? Sí, había balaceras, mataron gente, tengo amigos que fueron secuestrados, creo que acá también se vive un poco esa realidad y uno sigue saliendo a fiestas, encontrándose con amigos, saliendo a comer. Hay un poco de impotencia, ¿uno que puede hacer al respecto?

¿Crees que hay ciudades que te permiten ser más libre que otras? Por ejemplo, en Quito estabas más encerrada en tu vida familiar y casi todas las viñetas son en interiores, y cuando llegas a Cali en la mayoría de las viñetas hay una naturaleza exuberante y son exteriores. Está muy marcada esa transición de una ciudad a otra.

Sí. Tal vez no fui muy consciente al hacerlo, pero sí creo que hay ciudades donde uno también se siente más libre que en otras. No sé si la palabra en Cali era la sensación de libertad pero sí tenía más poder sobre mí y estaba creciendo, ya podía salir sola, ir en bicicleta, tomar un bus. Tal vez en mi infancia ese movimiento estaba limitada por mis padres. Y hablando de ciudades, todo está cambiando muy rápido, por ejemplo, ahora vivo en Buenos Aires y no siento ese miedo que sentía o siento en Colombia, que apenas aterrizo ahí se me instala el chip de la paranoia, estoy mucho más pendiente de que algo me pueda suceder. En Buenos Aires no es que no pase, pero no siento ese miedo, puedo salir de fiesta y devolverme a las tres de la mañana en bus, sola, y no siento que me van hacer algo.

¿Cómo fue pasar del trazo a las palabras?

Siempre escribí y dibujé de una manera muy íntima, como diario, para mí, nunca pensándolo como una obra para mostrar. También crecí en una época donde no existían los teléfonos como ahora y uno se comunicaba por cartas. Yo me escribía con mis amigas cada semana miles. Cuando empecé a jugar con la historieta siempre pensaba que le estaba escribiendo a una amiga, que le estaba contando eso. Fue una manera muy intuitiva saber qué iba en texto y qué iba en imágenes, y cómo esas dos cosas juntas formaban algo nuevo en la cabeza del lector. Fue orgánico e intuitivo. Simplemente empezaba a escribir y decía: “ah, acá se me ocurre una escena que puede acompañar este texto”. Y luego volvía a ser palabra y otra vez volvía a ser dibujo. No hay mucha diferencia entre la palabra y el dibujo porque al final también la palabra es un dibujo.

¿Qué tanto se tiene que pagar por contar la vida de otros y de gente tan cercana como tu familia?

Cuando empecé a hacerlo, sinceramente, nunca pensé que nadie lo iba a leer, nunca me imaginé que iba a estar editada en diez países o hablando con ustedes. Yo lo subía a un blog, una página semanalmente, ni siquiera sabía si alguien me leía. Cuando empecé a recibir feedback, que la gente comentaba, decía: “¡wow!, alguien me está leyendo”. Y luego que Liniers me diga “quiero editarte”, yo no podía creerlo. Mi meta era terminarla, luego vería que haría con eso, nunca pensé que iba a ser película ni que mis papás lo iban a leer porque era como un hobbie, nadie me estaba pagando por hacer eso.

Tal vez ahora ya tengo más pudor. Las historias que cuento se las cuento primero a la persona. Si hiciera el Virus Tropical ahora, le cambiaría los nombres a los personajes, obviamente. Mi familia lo tomó bastante bien. Ninguno se puso bravo conmigo, me dijeron que esa era mi visión de las cosas. Cada uno tiene su visión de lo que sucedió. Creo que todos los personajes tienen matices buenos y malos. No fui cruel y mala con ellos. Simplemente conté una realidad que es la vida misma, la gente hace esas cosas, vive, se enamora, tiene relaciones sexuales, cometemos errores, no es tan grave. Nadie mató a nadie.

En una entrevista mencionas que el cómic “ya no son viñetas, globos y papel”, ¿qué es entonces ahora?

Eso lo escribió el periodista, porque yo no lo dije [ríe]. Bueno, el cómic nos sigue sorprendiendo, ahora está en un momento súper interesante. Ya no es un dibujo que tiene que ser realista, ya no es solamente humor gráfico, aventura y superhéroes, sino que se puede hablar de ciencia, hay periodismo como Joe Sacco o Jesús Cossio, en Perú. Hay lo que uno quiera y el dibujo puede ser hecho de miles de maneras, hay cómic abstracto. Creo que es un medio que es mucho más amplio así como la animación. no es un género, tiene muchos géneros dentro.