Alejandro Zambra, volver a lo redactado

En No leer, el escritor y poeta chileno regresa a textos publicados en prensa y revistas

Ciudad de México (N22/Alizbeth Mercado).- No leer (Anagrama, 2018) es el más reciente libro de Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975), sin embargo, no es una publicación inédita, es una compilación de textos que el escritor chileno publicó hace tiempo en diferentes periódicos y revistas. Entre los textos encontramos reseñas, crítica literaria y crónicas desde el ejercicio de la autocrítica.

En la introducción del texto mencionas un poco sobre tu camino como crítico literario, a la distancia, ¿qué adviertes en el panorama de la crítica literaria en México y América Latina?

No tengo tanta conciencia del panorama latinoamericano, creo que todo se ha fragmentado mucho y México dentro de lo que veo mantiene una estructura tradicional, hay cierta estabilidad de los nombres que practican la crítica literaria. En Chile, que es de lo que realmente conozco, como dicen, a uno le duele más su propio país. En ese sentido creo que el panorama en Chile es lamentable, han cerrado muchos medios. Ahora me di cuenta, a propósito de otra entrevista, que No leer incluye varios textos publicados en medios que ya no existen y son los mismos de siempre en la revista Qué pasa, en el diario El Mercurio, La Tercera, la crítica está reducida y va reduciendo más sus páginas culturales, en ese sentido, claro, hay dos tres críticos que mantienen a flote la ilusión de que hay una prensa cultural en Chile pero, por otra parte, los diarios no están cumpliendo ni siquiera una función de referencia, lo que se publica ya ni siquiera aspira a la difusión de prensa y tampoco hay revistas en Chile, no hay revistas literarias. En rigor, el panorama es que no ha hecho sino empeorar.

En el caso mexicano, la crítica desde el canon guarda los mismos nombres, y el círculo está cerrado. ¿Piensas que en la poca crítica, además de los grupos establecidos que pueden excluir otras voces, hay también desinterés de los periodistas por hacer este ejercicio?

No domino tanto el panorama. Me huele más que es lo primero, pero me llama mucho la atención el mundo cultural mexicano, lo entiendo a medias, pero lo entiendo más de lo que entiendo México. Crecí leyendo curiosamente revistas literarias mexicanas, en Chile hay una librería del Fondo de Cultura Económica (FCE), muy chiquita, comparada con las que hay acá, y cuando estudiaba iba a esa librería siempre y me regalaban gacetas del FCE entonces por supuesto, no eran recientes, pero era un cerro de revistas y sí las leía construyendo una imagen de la cultura mexicana. Es gracioso, tengo en la cabeza nombres y me parece una cultura que idealizo y que funciona.

Con la relectura de los textos ¿cambió la percepción que tenías de éstos y de los momentos que ensayaste?

El libro es muy de editor, en ese sentido, no se parece nada a los otros libros que publiqué, es un libro que el editor realmente lo vio, él dijo “vale la pena”. Yo tenía siempre sentimientos encontrados sobre lo que hacía en prensa, sabía que, a veces, había textos que funcionarán en un libro, pero no tenía en la cabeza hacer un libro. Creo que desde 2009 Andrés, el editor, me dijo “ahí hay un libro y lo hizo él. Lo fuimos pimponeando, pero en un principio él eligió el corpus porque está la hipótesis de que no está tan mal, es un libro que tiene un reverso horroroso, que son todos los textos que no incluiste. La mirada era juntarlo todo e ir quitando, en ese sentido sí se parecía a mis libros, en quitar hasta quedarse en lo que ambos pensamos que merecía estar en el libro.

Es un libro muy de montaje, amigo de sus circunstancias. Al elegir qué textos elegir y qué textos no, me di cuenta hasta qué punto hay cosas que están en No leer que también están en mis novelas y en mis cuentos. O sea, cosas que pensé para el periodismo y que se quedaron en mí. Por ejemplo, la primera crónica está en mi novela Volver a casa, hay vasos comunicantes, pero no era tan consciente. A través de las columnas e intervenciones en prensa, iba yo pensando en los libros. Aunque sean cosas antónimas, una reseña de un cuento, por ejemplo.

Creo que justo lo que haces cuando estás dispuesto a fracasar, la columna que hiciste tiene que salir al día siguiente. y la escritura literaria lo haces en soledad y tentativamente puede no resultar, no tiene límite de extensión , ni plazo, al menos así funcionó.

La crítica literaria, quizá, puede ser el aspecto público de la literatura porque en tanto  se habla de un texto puede despertar la conversación al respecto, abre la puerta a la conversación o a la lectura. Si pensamos que es así, ¿qué le falta a la crítica, a los reseñistas?

En No leer hay más reseñas que crítica, pero en mi periodo como crítico comprendí el valor de hablar de obras que me importaban, porque me tocó hablar de las que no me importaban. Si hablas de una novela que no te gusta y demuestras que no te parece es muy fácil destruir un libro, porque es muy fácil saber porqué a uno no le gusta algo, y luego hay una cosa placentera en la parodia, es un ejercicio no demasiado complejo y a la vez es muy aprobado, cuando reseñas negativamente hay una reacción positiva “por fin alguien se atreve a decirlo”, aunque no se sepa si es justo, y a nadie le importa mucho si es justo o no y, en cambio, cuando reseñas bien el libro de alguien, es que es tu amigo y es muy difícil, sin duda.

Rehabilitar adjetivos porque también hay un ejercicio formal del que no se habla mucho, que la crítica no sea simplemente subir el dedo, adjetivar y que tenga también el texto que escribes una calidad, no sé si llamarla literaria, pero que sea un texto placentero de leer. Y estar abiertos a cambiar, porque el gran problema es que supones una cierta estabilidad y uno cambia los gustos, el crítico se puede equivocar.

En cuanto a los vasos comunicantes entre tu literatura y los textos periodísticos, en Facsímil  (Sexto Piso, 2015) problematizas, con un dejo de ironía, la forma de aplicación de exámenes para entrar a la universidad en Chile, y en No leer, haces un ejercicio de revisión de tus escritos; la pregunta es ¿te interesa la exploración textual y escribir sobre vivencias que no podrían parecer estéticas por sí solas?

Sí, a mi me gustaría pensar que hay un vínculo. Facsímil es un libro muy radical, que es el quizá menos certero porque lo escribí y en rigor es el último que publiqué. Fue una experiencia de escritura muy intensa y muy crítica con el deseo de conectar con una zona ardua de uno mismo, en particular. Tengo la sensación de que escribir literatura fue, en muchos sentidos, desaprender lo que me había sido dicho que había que aprender. En ese sentido fue muy gozoso, creo que Facsímil es un libro del gozo, de descubrir la disidencia y el truco de lo que te están haciendo.

Ambos libros están súper ligados a mi experiencia de profesor, es el trabajo más importante de la sociedad y el menos valorado, sobre todo en Chile, donde hay la sensación de que ser profesor es porque no pudiste ser otra cosa. La literatura tiene la capacidad de cambiar vidas. Me parece más influyente dar una clase que hacer una columna en un periódico.

Además de No leer, Zambra es autor de Formas de llegar a Casa, Mudanza, La vida privada de los árboles y Bonsái que fue adaptada al cine en 2011 y presentada en el Festival de Cannes.