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Alrededor de 800 ejemplares en exhibición nos permiten viajar en el tiempo al visitar el Museo de Geología de la Ciudad de México
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Museo de Geología / UNAM
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Ciudad de México (N22/Perla Velázquez).- Charlie es un niño al que le encanta la paleontología. Su gusto lo llevó a detectar un error en uno de los carteles del Museo de Historia Natural de Londres. El pequeño, que padece Síndrome de Asperger, se dio cuenta que uno de los dinosaurios estaba mal identificado, porque se aseguraba que la silueta correspondía con un oviraptor, cuando en realidad era un protoceratops.
“La paleontología es el pasatiempo favorito de Charlie”, dijeron sus padres cuando la noticia dio la vuelta al mundo en 2017. Esa ciencia encargada de estudiar los fósiles, “de definir qué organismos vivieron en el pasado a partir de los restos orgánicos que están conservados en las rocas y también se encarga de describirnos su distribución en el tiempo y en el espacio”, aseveró en entrevista Jesús Alvarado, del Instituto de Geología de la UNAM, espacio en donde se resguarda la colección más importante de México.
La Colección Nacional de Paleontología se comenzó a crear cuando se instauró la República de Porfirio Díaz, quien se dio cuenta que era importante conocer los recursos del país. Él fue el primero en tratar de institucionalizar las actividades geológicas en el país.
“Muchos de los fósiles que se estaban reuniendo para formar esta colección se perdieron debido a la inestabilidad del país. Después llegó la Revolución y aquel primer esfuerzo cayó. Fue después cuando se retomó el esfuerzo y se comenzaron a albergar materiales que había desde 1800”, explicó Jesús Alvarado.
El Instituto de Geología ha recuperado prácticamente de todo el país las piezas fosilizadas, pero Ciudad Universitaria no fue su primer laboratorio. Fue en el actual Museo de Geología que todo comenzó. Óscar Irazábal, encargado de las colecciones del recinto, explicó que se exhiben cerca de 800 ejemplares, los cuales están abiertos a todo el público, porque cuando el proyecto se gestó se pretendió conocer los recursos naturales, para posteriormente difundir los conocimientos.
El recinto, ubicado en la colonia Santa María la Ribera, no sólo muestra los fósiles, también hay salas dedicadas a los minerales y rocas que se han encontrado. Aunque, en el caso específico de la paleontología, existen organismos de hace más de 600 millones de años.
“Un fósil nos puede decir cómo eran, cómo vivían, cuáles eran los hábitos de vida que tenían, sus hábitos alimenticios y la historia en la que vivieron. Nos hablan también de un entorno y nos pueden decir con que otros organismos convivían, para así nosotros poder imaginarnos o recrear cuál era el mundo del pasado en el que ellos vivían”.
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La colección dentro de la colección
Violeta Romero, académica de la UNAM, pasa gran parte de su tiempo manteniendo la colección, dice que estimar el número que se tiene es complicado, porque no se lleva un control exacto de cada una de las piezas. Sin embargo, si tuviera que dar un número éste se acercaría a poco más de 500 mil ejemplares.
Mientras muestra un fósil de la época mesozoica, comenta que para que lleguen hasta sus manos los ejemplares se necesita de todo un trabajo previo: primero se debe ir al campo de búsqueda, después -paleontólogos de la UNAM, estudiantes o extranjeros- llevan el material al laboratorio para ser limpiado, restaurado y comenzar su protección.
“Una vez que ya está limpio se comienza la determinación taxonómica, que es ver a qué género y especie corresponde”, porque a través de esto se pueden crear descubrimientos que permitan agrandar la Colección de Tipos, que es en donde se resguardan los fósiles que de alguna manera han sido utilizados para nombrar nuevas especies. En esta subsección hay más 10 mil fósiles que han sido utilizados en investigaciones científicas.
“La Colección de Tipos está compuesta no únicamente por nuevas especies, también tenemos material que ya ha sido descrito, pero que ha servido para ampliar las descripciones iniciales. Tenemos ejemplares desde el paleozoico hasta el cenozoico, entonces es una buena parte del tiempo geológico”.
Los ejemplares más antiguos que existen, no sólo en esta colección sino en todo el mundo, datan de hace 3 mil 500 millones de años, es decir, bajo las condiciones adecuadas los ejemplares pueden llegar a preservarse. “Los que nosotros tenemos en la UNAM se colectaron desde finales de 1800 y siguen en condiciones idóneas”, puntualizó Romero.
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Científico y espectacular
Cuando entras al Museo de Geología, lo primero que se ve es la réplica de un Mamut, “si lo tuviéramos con los fósiles originales, sería peligroso, porque cada uno de los huesos pesan mucho”, asegura Óscar Irazábal. De los 800 que se exhiben, sólo cuatro son réplicas que se hacen en el mismo laboratorio que tienen en el recinto, que data de la época porfiriana.
“Lo primero que tenemos que hacer es saber la importancia, si es muy importante y está en riesgo mejor lo duplicamos y los originales se quedan en la Colección Nacional de Paleontología.
“La gente al ver las sala lo primero que observa es que no son fósiles sino que son cosas espectaculares, que son impactantes y nos ha tocado ver grupos de niños que llegan y vienen viendo las vitrinas, de repente se voltean, ven un ejemplar gigante, de más de tres metros de largo, de dos metros y medio de altura -el esqueleto de un dinosaurio- y empiezan a seguirlo hasta que llegan a ver la cabeza y el hocico del animal y dan un paso atrás, porque es espectacular”.
El museo alberga las piezas más impresionantes para el ojo humano, pero también aquellas que cuando se mudaron para Ciudad Universitaria no tuvieron cabida.
Ambas partes de la Colección, la que se encuentra en el Instituto y la del Museo de Geología, están abiertas al público en general. No obstante, la primera de ellas está enfocada a investigadores y la segunda a la difusión de las ciencias. Parte del material se puede consultar en línea, en el portal de Datos Abiertos de la UNAM.
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