«La utilidad del deseo» o los autores de Juan Villoro

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“Hay todo un capítulo sobre las cartas de escritores que a mí me interesan mucho porque yo pertenezco a la que quizá sea la última generación que escribió cartas”: Juan Villoro

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Ciudad de México (N22/Irma Gallo).- La utilidad del deseo es el título del nuevo ensayo de Juan Villoro  que guarda continuidad con Efectos personales y De eso se trata. En el reciente libro, Villoro escribe –entre otros ejes– sobre la inagotable isla de Daniel Defoe, la celeridad y la culpa en Nikolái Gógol, el arte de condenar de Karl Kraus, la empatía de la pluma con el bisturí, la fábula de la conciencia de Peter Handke.  Villoro cree que el ensayo es un auto aprendizaje, es una manera “de razonar tus emociones muchas veces más impulsivas”.

-Sí, a lo largo de su trayectoria yo creo que cualquier escritor se define no siempre por lo que escribe sino por lo que lee. Todos nosotros somos, primero que nada, lectores. Creo que de lo que podemos estar más orgullosos no es de los libros que hacemos, porque ahí siempre somos jueces y parte, sino de los libros que leemos. Algunos escritores tienen la necesidad de escribir también sobre sus lecturas. Cuando yo admiro mucho a un escritor de inmediato me interesa saber cuáles fueron los libros que lo formaron. Por ejemplo, tuve la suerte de conocer a Kenzaburo Oé, el gran escritor japonés y él se mostró muy interesado en hablar con un mexicano. El encuentro ocurrió en Barcelona y me dijo que él había venido a vivir a México durante dos años que estuvo en el Colegio de México porque su autor favorito era Juan Rulfo. Entonces esto abrió para mí una ventana, una clave muy importante en la literatura de Kenzaburo Oé. Entonces, saber qué admira, qué ha leído un escritor contribuye a explicarlo.

-Me encanta esta metáfora del bosque, y de escribir y de leer, y de los libros como un regreso al bosque.

-Bueno, yo estudié en el Colegio Alemán y entonces una de las certezas que yo tuve de los cuentos de hadas alemanes es que ocurren muchos de ellos en el bosque, que es el espacio de los hechizos, es ese espacio de lo desconocido. Y creo que la imaginación en general se ha dejado imantar mucho por lo que ocurre ahí, en el bosque. Y Heidegger, filósofo alemán, escribió un libro maravilloso de ensayos sobre literatura que le puso como título, la traducción literal sería Las sendas de la madera, que en realidad son los caminos que utilizan los guardabosques, estos caminos un tanto secretos en el bosque para sacar ramas, para sacar, a veces de manera subeptricia, alguna leña, cosas por el estilo. Él identifica como filósofo la lectura con esta búsqueda de caminos laterales, como esas sendas que se buscan en el bosque, que muchas veces conocen sólo los que más lo frecuentan. Entonces, me parece que es una metáfora muy sugerente de la lectura.

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-Mencionaste tus inicios en el Colegio Alemán y cómo aprendiste primero el alemán. Me gustaría que nos hablaras un poco de esto que hablas en el libro.

-Sí, mi primera lengua escrita fue el alemán. Por alguna razón misteriosa que nunca lograré descifrar, a los 4 años me hicieron un examen de aptitudes y me confinaron en el grupo de los alemanes, donde se llevaban todas las materias en alemán, salvo Lengua Nacional.

Por lo tanto, a mí me costó mucho más trabajo que a otros compañeros; yo me sentía bastante disminuido en la escuela, y esta enseñanza bastante exigente sirvió, sobre todo, para que nada me guste tanto como el español, porque era la lengua de la libertad, la lengua del recreo, la lengua en la que yo me podía expresar mejor.

-Hablas de esta utilidad el deseo, y de cómo la literatura infantil al principio se vio como algo menor, como los mismos niños, ¿cierto?

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-Sí, exactamente. La noción de infancia durante mucho tiempo fue vista como una antesala de la vida adulta, o sea, el niño era visto como un prólogo del hombre maduro o de la mujer madura, y no como un fin en sí mismo.

Costó mucho trabajo entender que el niño tiene un destino propio, una mente que le corresponde, tiene condiciones y capacidades que no necesariamente son una simple espera para la vida adulta. Uno de los pocos libros que recibe para leer este alumno ideal que imaginó Rousseau es nada más y nada menos que Robinson Crusoe, la obra de Daniel Defoe a la que yo dedico un largo capítulo en mi libro. Y este no es un libro que fue escrito originalmente para niños, pero que sobre todo triunfó gracias a los niños, en adaptaciones infantiles. Robinson Crusoe inaugura la novela realista moderna.

-Pareciera que en los polos opuestos, en este libro de La utilidad del deseo está Dostoievski.

-Bueno, es una historia tremenda porque en él todo fue intensísimo. Creo que su literatura es extraordinaria, si se lee cuando joven, cuando tú tienes que tomar las grandes decisiones de tu vida, cuando tienes todo por delante, el futuro está abierto y entonces ves en Dostoievski estás posibilidades diferentes: Los tres hermanos Karamazov, que son tres maneras de entender la vida.

Me interesa pensar en su historia de vida, y en cómo él traspasó algunas de sus experiencias a sus escritos: él era epiléptico, entonces El príncipe idiota padece esta enfermedad, él era ludopata y jugaba a la ruleta, entonces escribió El jugador, que tiene que ver con esto.

Entonces, en estos ensayos de La utilidad del deseo que se note que son los ensayos de un autor de cuentos y de novelas, o sea, que los autores de los que yo hablo tienen algo de personajes literarios. Contar algo de sus pasiones, su vida, el mundo que los explica como esto que acabo de decir de Daniel Defoe o de Fiódor Dostoievski.

La utilidad del deseo no sólo trata de autores europeos, nunca dejas de lado las letras en español.

-Hay todo un capítulo sobre las cartas de escritores que a mí me interesan mucho porque yo pertenezco a la que quizá sea la última generación que escribió cartas.

Entonces escribí de tres autores latinoamericanos que para mí han sido muy importantes: Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar y Manuel Puig, y luego ya, dentro de los autores de nuestra lengua hablo de Rodolfo Usigli, el gran precursor de la dramaturgia mexicana moderna, de Jorge Ibargüengoitia, que es un autor que a mí me ha marcado mucho y que durante mucho tiempo fue un autor muy popularmente leído, pero poco estudiado críticamente en México. Y luego de Carlos Monsiváis y de Ramón López Velarde, de dos autores muy importantes para mí por distintas razones.

La utilidad del deseo es una publicación de Anagrama.

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