Crónica del decreto o cómo despedir a 500 trabajadores en un día

Ésta es una crónica sobre cómo, de un día para otro, el nuevo gobierno argentino decidió terminar la vida laboral de 500 trabajadores del Ministerio de Cultura del país sudamericano. Daniel Cholakian, especialista en políticas culturales, es el cronista de este hecho que califica como espantoso 



Por Daniel Cholakian, especial desde Argentina 



Si algo es espantoso ¿puede ser necesario? 
M. se levanta el viernes y prepara a sus hijas para llevarlas a donde pasarán el día mientras él va a su trabajo. En verano es más complicado acomodar los horarios ya que las niñas no van a clases. Tanto su ex esposa como él trabajan varias horas y no siempre pueden ajustar sus horarios para estar con ellas. A las 8 de la mañana, mientras decide el plan diario, recibe el llamado de un amigo: “Estoy escuchando en la radio que despidieron 500 empleados del ministerio. No mandaron telegramas ni nada. Dicen, cuando llegás a la puerta de Alsina, los de seguridad te dicen si podés o no entrar. ¿Te pueden echar a vos?”. A partir de ese momento las sensaciones se vuelven vertiginosas, hasta el cálculo del dinero que le va a dar a sus hijas para que puedan comprar algo en el paseo con su abuela se torna dificultoso y el viaje en subte se hace mucho más irritante que de costumbre.
El ministerio es el Ministerio de Cultura de la Nación en Argentina y Alsina es la calle en la que se localiza una de las sedes del mismo.
P. llega a la puerta y ya sabía de los rumores de despidos. Días atrás Liliana Piñeiro, directora nacional de Museos había renunciado porque le habrían pedido que se haga cargo del despido de 500 trabajadores del ministerio. El rumor era que los despedidos serían quienes hubieran ingresado al ministerio en el último año. Por eso P. suponía que no tendría problemas, ella trabajaba allí incluso antes de la creación del ministerio, cuando aún era la Secretaría de Cultura de la Nación.
En el año 2014 la presidenta argentina, Cristina Fernández, había creado el Ministerio de Cultura, cambiando el rango de la histórica secretaría. Esta decisión serviría para adecuar el status burocrático a un nuevo tipo de trabajo en el campo de la cultura, creando nuevas dependencias y funciones, jerarquizando las tareas. Es por ello que muchos trabajadores se han incorporado como personal de la nueva unidad en el último año y medio. 

F. supone que él estará inexorablemente entre los despedidos. Ingresó en 2015 en reemplazo de un trabajador que renunció a su cargo y cumple regularmente esa tarea, para la que fue elegido por su experiencia en la materia. Su desempeño siempre fue reconocido tanto por jefes y compañeros, pero desde el comienzo de la nueva gestión había tenido en claro que quienes ingresaron en el último año difícilmente siguirán trabajando. Cada mañana se preguntaba “¿Qué culpa tengo yo de que mi antecesor renunciara en 2015 y no antes?”
Para el ministro de cultura argentino, Pablo Avelluto, «El crecimiento fue algo completamente desmadrado, y no se verifica en ninguna escala de crecimiento de las actividades ni en la transformación de la secretaria en ministerio que sucedió en 2014», según declaró al diario La Nación de su país. 

Sin embargo, se desmantelaron al menos dos programas completos que funcionaban antes de ese año: el CEPIA (Centro de producción e investigación audiovisual) y Ronda Cultural. Esto demuestra que tras la supuesta eliminación de la “grasa estatal” que representa el empleo público según afirmó el ministro de Hacienda Alfonso de Prat Gay, se esconde la destrucción sistemática del Estado como articulador esencial de la producción y el acceso igualitario a la cultura. 

Los despidos combinan reducción masiva e irracional del personal estatal para reducir el gasto público, persecución ideológica (en varias áreas del Estado se les ha reclamado en entrevistas personales que mostraran a superiores o asesores de estos la actividad en las redes sociales) y desmantelamiento de áreas que el nuevo gobierno ha decidido abandonar por decisión política.

El método que se ha tomado para despedir a los empleados del ministerio de cultura ha sido cuanto menos desconsiderado. A medida que los empleados llegaban a su lugar de trabajo debían consultar, a través de una reja cerrada, a un empleado de una empresa de seguridad privada contratada a tal efecto, si podía o no ingresar al edificio. 

Este hombre, a quien acompañaban varios agentes privados y algunos miembros de la policía federal, consultaba una lista que nadie sabe quien confeccionó y en la que nadie puso su firma al pie, y si el empleado estaba incluido en la misma. El que fuera parte de esa nómina no podía ingresar a trabajar. No había allí ninguna comunicación formal ni tampoco una palabra sobre los motivos o los modos de resarcimiento. 

El trabajador no era formalmente despedido, pero tampoco se le permitía entrar a trabajar. Ninguna autoridad se hizo presente ni asumió la responsabilidad del desempleo masivo. La cantidad de empleados despedidos corresponden a más del 15% de los trabajadores de la administración central del ministerio. 



Los trabajadores esperaban los mensajes que notificarían sus despidos; éstos nunca llegaron


El mismo día en que se conocieron los despidos, el viernes 29 de enero, los trabajadores se organizaron para marchar en reclamo de la reincorporación de todos ellos. Contaron para la movilización con el apoyo de ATE, una de las organizaciones sindicales que nuclea a los trabajadores estatales de Argentina. 
En esa marcha, hablamos con P. “Yo trabajo en un área que se llamaba antes del cambio de gestión ‘Dirección nacional de industrias culturales’ y ahora forma parte de la subsecretaría de economía creativa, que se acaba de crear. Estoy desde el 2013 en el ministerio, cuando aún era secretaría. Las autoridades de la nueva gestión nos empezaron a hacer entrevistas grupales e individuales para conocernos. Nos dijeron que presentaron un informe a RRHH diciendo que en nuestro equipo no había “ñoquis”, que querían trabajar con todos y hasta el día de ayer nuestros directores y nuestro subsecretario nos dijeron que en realidad ellos no sabían nada de despidos y que vamos a trabajar en equipo. Nosotros desde ayer sabíamos que se iban a mandar estos 500 telegramas, y hoy llegamos a nuestro lugar de trabajo a la mañana y había una reja con gente de seguridad y una lista, una especie de lista negra de personas. Los elegidos fueron seleccionados con un criterio muy raro, porque no responden a un tipo de contratación o un cierto tipo de antigüedad.”
Claro que P. no fue la única despedida cuya antigüedad superaba a la creación del ministerio. Valeria Escolar era coordinadora del programa Ronda Cultural, compuesto por un equipo de 26 personas. Ella ingresó a trabajar en 2011 y en 2013 tuvo la posibilidad de diseñar y desarrollar el programa. “Participan en el programa 17 museos nacionales en donde nosotros hacemos paseos guiados. Disponíamos de 4 minibuses y hacíamos paseos gratuitos para personas discapacitadas, adultos mayores, escuelas y el público general, con intervenciones artísticas en los museos. 

«El 30 de diciembre despidieron a la mitad de los trabajadores del CEPIA, en cuya sede nosotros funcionábamos, y a dos de los compañeros de Ronda Cultural que estaban con contrato. A la siguiente semana desmontaron todos los equipos del centro, con lo cual quienes permanecían en sus puestos no podían seguir trabajando. Desde que comenzó la nueva gestión, nos dejaron a la deriva. No teníamos minibuses, ni presupuesto ni ninguna autoridad que se presentara como responsable. Hablamos con los museos proponiéndoles hacer todo a pulmón y ellos nos dieron el OK. Empezamos a trabajar en las actividades del verano. Los mismos paseos los hicimos caminando. 

«Las intervenciones artísticas las hacía quien antes era un guía. Él hacía de payaso y vinieron elencos a ayudarnos. Y hoy nos levantamos y nos enteramos que estamos todos despedidos, o sea el programa fue dinamitado. El reclamo es por los puestos de trabajo, pero fundamentalmente para poder seguir generando el acceso a la cultura gratuita, no somos personas que tenemos un trabajo, somos personas que tenemos un trabajo que hacía las políticas públicas.”

Este testimonio deja en claro que no se trata “de dar algún marco de racionalidad a la gestión cultural en la Argentina”, como declaró Avelluto, sino de cambiar el modo en que el Estado se piensa a sí mismo como ejecutor de políticas públicas.



A mí me rompieron el contrato que estaba firmado hasta el 31 de diciembre

Una trabajadora despedida del área del reinserción social y cultura comunitaria del ministerio afirmó, en coincidencia con muchos otros comentarios recibidos, que desde el comienzo de la nueva gestión “nos vaciaron de tareas, no podíamos presentar presupuesto porque nos decían que no había dinero. No teníamos insumos ni herramientas para llevar a los asentamientos. Nada. Íbamos a cumplir horarios para que no nos saquen, nada más.” 

En cuanto a la legalidad del modo en que se comportaron con los contratos ya existentes y los despidos, declaró: “No hubo telegramas, no hubo preaviso, no hubo nada. Todo es totalmente ilegal. No me dejaron ingresar a mi lugar de trabajo, no me dejaron sacar la computadora que es mía. A mí me rompieron el contrato que estaba firmado hasta el 31 de diciembre en la cara, y me hicieron firmar uno nuevo hasta el 31 de marzo, que supuestamente tenía una clausula que alguna de las dos partes podía desistir sin previo aviso.” Ese contrato, que supuestamente garantizaba su continuidad en el trabajo hasta fin del mes de marzo, tampoco se cumplió.

A pesar de lo terrible de la situación vivida, de la paralización casi absoluta, de las actividades promovidas por el ministerio, de la incertidumbre sobre cómo llevarán adelante las tareas quienes aún continúan como empleados del ministerio, los trabajadores suponen que habrá más despidos masivos, aun cuando esto ha sido desmentido por el ministro. 

El ministerio, que cuenta con un presupuesto ajustado pero que siempre se ha destacado por la visibilidad de sus acciones, se encuentra virtualmente detenido. Las autoridades hacen declaraciones, pero nadie tiene tareas asignadas, los programas existentes no cuentan ni con fondos ni con directivas a propósito de como continuar, y los empleados concurren a sus lugares de trabajo con la incertidumbre cotidiana a propósito de la continuidad laboral.

El ministro Avelluto, mientras tanto, afirmó que no habrá más despidos en la administración central, aunque no descarta que los haya en los organismos descentralizados. “Es una decisión espantosa, pero necesaria”, declaró. Salvando las distancias, y no tanto, se asemeja a quienes defendían la tortura diciendo que no había otro modo de enfrentar desde la legalidad a las organizaciones armadas. 
Nos queda el título de esta nota como pregunta ¿es posible que algo espantoso sea necesario?

16MAG

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