- Lo que muchos de estos ambientalistas desconocen es que los cadáveres de animales empleados por Nitsch son cadáveres de carnicerías, de animales que fueron sacrificados por la sociedad, para el consumo humano y no por el artista.
Por Verónica Lugo
@bretanicsgirl
Distrito Federal, México, 27/02/15, (N22).- A lo largo de la historia se ha discutido mucho sobre el concepto de arte. En el siglo de las luces, por mencionar una etapa de la historia, eran vanagloriados los valores revolucionarios, los ideales a favor de la comunidad y sobre todo la idea (preconcebida) de la razón como arma contra la ignorancia, la injusticia y la tiranía, que fungía como la máxima expresión artística.
Durante este periodo aquel artista que fuera en contra de estos nuevos valores estéticos era considerado un ignorante y quien siguiera expresando en su arte la escuela medieval era un rezagado –evidentemente a todos esos “conocedores” del arte, se les olvidó que fue durante el llamado “oscurantismo” donde se edificaron grandiosas fortalezas, catedrales, palacios y un sinfín de bellas piezas arquitectónicas-.
Como en toda cronología narrativa, el tiempo siguió transcurriendo y el concepto de arte seguía teniendo un raudal de discusiones. El siglo XIX llegó y trajo consigo más debates. Pero ¿qué es el arte?, irónicamente la respuesta más allegada a una respuesta es la disertación.
Decía Imanuel Kant que disertar es pensar y respecto al arte él creía que la sensación de complacencia es lo que determina el juicio del gusto, para conseguirlo hay que acercarse al legado artístico, apreciarlo sin ningún prejuicio, mantener la mente abierta y despejada”. ¿Para qué? Para después disertar sobre lo que gusta o porque no.
Antes de juzgar una pieza de arte es necesario tomarse el tiempo suficiente para pensar, analizar y entender el contexto social en el que el arte está siendo representado. Sin embargo que una pieza de arte disguste no es razón suficiente para no considerarla arte.
La cancelación de la exhibición de Hermann Nitsch en el Museo Jumex es ejemplo claro de cómo las cosas para el arte no han cambiado mucho – o tal vez nada-.
El pasado 22 de enero se inició una campaña para cancelar la exposición de Nitsch. El argumento se edificaba en el rechazo a la mutilación y sacrificio de animales durante las acciones teatrales del artista. La polémica se extendió en todas las redes sociales y rápidamente pro-ambientalistas y defensores de la vida animal, arremetieron contra Hermann Nitsch como si se tratase de una cacería de brujas.
Lo que muchos de estos ambientalistas desconocen es que los cadáveres de animales empleados por Nitsch son cadáveres de carnicerías, de animales que fueron sacrificados, por la sociedad para el consumo humano y no por el artista.
Comentarios de toda índole no se hicieron esperar. Una parte de la sociedad mexicana se escandalizó y acusó, sin ningún tipo de conocimiento o argumento válido, a Hermann Nitsch de sádico y loco. Otros tantos se atrevieron a afirmar que su arte no era arte por ser monstruoso y repulsivo.
La belleza ha sido el adjetivo más utilizado al momento de valorar la estética de una obra. Generalmente cuando una objeto posee el calificativo de arte trae consigo la afirmación de que es bella; pero el que un ente sea bello depende del gusto del receptor; lo mismo ocurre con la fealdad.
Así sucedió en su momento con la literatura de Donatien Alphonse François de Sade. Su lengua fue considerada como transgresora, antiartística y antiestética. El Marqués fue perseguido, encarcelado y su obra fue, en gran parte, destruida y censurada. Pasó el tiempo y Georges Bataille rescató, clandestinamente, el legado de su compatriota –para él la literatura del Marques, al contrario de los conservadores de la época era fastuoso- y fue hasta con los estudios de Sigmund Freud que Sade obtendría, aunque no del todo, la aceptación de la sociedad.
Al igual que Sade hay muchos otros artistas y corrientes artísticas que han sido castigadas por considerárseles amorales y horribles. Rembrandt fue condenado, por muchos de sus colegas, al considerar La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp como una herejía antiacadémica; Francisco Goya fue para la Iglesia Católica la reencarnación del demonio por lo “blasfemo” de su obra; el Conde de Lautréamont, escritor de Los cantos de Maldoror, fue satanizado por la sociedad de su tiempo por atreverse a enaltecer el mal, la putrefacción y la muerte –como si estos conceptos no fueran inherentes al ser humano y a la vida propia-.
Lo grotesco fustiga porque no sólo se refiere a lo físico, sino también a la exacerbación de los vicios, los defectos y los males sociales. Lo grotesco en una obra puede producir al espectador risa, ironía o sarcasmo, pero también puede provocar miedo por el horror que causa ver algo “anormal”, pero el que una obra de arte parezca -a ciertos sectores sociales- espantosa, no debe ser criterio suficiente para desacreditarla, castigarla y censurarla.
El arte que expresa Hemann Nitsch pretender mostrar lo feo de la realidad, lo horrible dentro de la vida, aquello que existe pero es escondido, es negado. Su obra muestra la realidad, vista desde otra trinchera donde se observa la violencia, la destrucción, la muerte, lo trágico. Todos estos elementos son fundamentales en la obra de Nitsch, a la par de que éstos mismos son parte de la realidad de nuestro país. Posiblemente por esta razón el arte de Nitch, al igual que el contexto actual del país, es negado y considerado por las “buenas mentes” un tabú del cual es mejor no departir, no disertar.
Imagen:http://bit.ly/1FFIvb2
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