80 años de Elvis

Por Verónica Lugo
@bretanicsgirl

Ciudad de México, México, 07/01/15, (N22).- De haberse cuidado de las
drogas, tal vez, las enfermedades como el glaucoma, hipertensión arterial, los daños en el hígado y
el crecimiento grotesco de su colon no habrían pasado factura a Elvis Presley.
Incluso, de haber llevado una vida, medianamente saludable, hoy sería un
gordito bonachón como lo es Morrissey  (quizá no) y de haber vivido más tiempo
hubiera impedido que su hija, Lisa Marie, se casara con “El rey del pop” Michael
Jackson por mera convicción al rocanrol.
Lo que sí
es muy probable es que de seguir vivo y de continuar con su modo de vida
habitual, “El Rey” estaría en bancarrota y un tanto endeudado porque a pesar de
lo que digan sus fans, Elvis Presley se convirtió, durante sus últimos años de
vida, en una caricatura grosera de su elegante y enérgica forma de ser durante
su apogeo, a mediados de los años 50. Fue su repentina muerte la que le
convirtió en leyenda.
Milan
Kundera tiene la firme convicción de que a veces la muerte salva a los genios
del ridículo. Un hombre mediocre, en el entendido de que éste se encuentra entre
la media, no se expone jamás a la burla, ni es objeto del escalpelo popular;
pero figuras que sobresalen, como Elvis, son todo el tiempo proclives a caer en
el vacío de lo risible. Seguramente Kundera tiene razón. Lo que sí es claro es
que el impacto provocado por la música de Elvis durante los años cincuenta, la
cual además inyectó de rebeldía pura a la juventud de su tiempo y mandó al
diablo las buenas costumbres con ese baile sensual de pelvis, que miles de
adolescentes se adueñaron, no merecía terminar en una versión anómala y gringa
de Chabelo.

Al igual
que otros pioneros de la música, Elvis formó parte del progreso que cobijó
grandes cambios; gracias a él, los jóvenes se posicionaron como una fuerza influyente
capaz de ejercer todo tipo de transformaciones sociales; por otro lado, los
proletarios, blancos en su mayoría ya que un malentendido lo hizo quedar como
racista en cierta ocasión, lo tomaron como estandarte. Con él se efectuó la
realización (e idealización) del american
dream
, pues durante su niñez y algunos años de su juventud vivió en la
pobreza e incluso algunos periodistas, especializados en música rock, le
atribuyen a Elvis la liberación sexual en Norteamérica. Basta con escuchar «Jailhouse Rock» para darse una idea de lo
que hablan.
En la
actualidad, a casi 38 años de haber fallecido, Elvis Presley es recordado como
un símbolo sexual de patillas largas, cabello negro, y de chaqueta blanca con
el cuello arriba, al estilo Captian Marvel Junior, como el amigo íntimo de
Johnny Cash, como el joven rebelde que intentó brincarse el servicio militar o como
el personaje que inspiró a un muchacho afroamericano de nombre Barry White a
dejar las malas andadas y tomar el camino de la música. Sobre él han crecido
una cantidad absurda de mitos y disparates que aseguran que Elvis sigue vivo y
coopera para el FBI; hasta cuentos que aseveran que escenificó su muerte para
escapar de la mafia a la cual le debía bastantes favores.
En nuestros
días “El Rey” es el más grande negocio en la industria de la música en Estados
Unidos. Ahora Presley gana más dinero que cuando estaba vivo. La cima de su
carrera es en este momento. En la
actualidad, su imagen es representada en cientos de objetos; su música es tan vigente
que se vende en iTunes y en eBay; su mansión en Memphis es toda una atracción
turística; hay más imitadores de Elvis en el mundo que de cualquier otro
personaje y los espectáculos que reproducen su presencia sobre el escenario son
verdaderos éxitos de taquilla.
Hoy a
ochenta años de su nacimiento Elvis es recordado no por sus escándalos, sus
fracasos como estrella de cine o por sus desfiguros en el escenario; sino por
su personalidad y su sexualidad: cualidades que han quedado plasmadas en la
memoria colectiva de un público que se ha optado por recordarlo en su mejor
momento y no como el cuerpo obeso, semidesnudo, postrado en el suelo, del
cuarto de baño, con un hilo de baba sobre la comisura de los labios y un libro
en la mano de aquella noche funesta de 1977.

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